MAYBE TOMORROW
Al tercer episodio la cosa empieza a tomar otros tintes. Muy poco a poco, pero derivando hacia territorios sugerentes y dando muestras de estilo. El comienzo ya nos hace decir aquello de: "Antes tenías mi curiosidad, ahora tienes mi atención". Escena onírica deudora del universo lynchiano, regada por un imitador cutre del cantante country Conway Twitty. El sueño de Velcoro, quien tras recibir dos disparos a bocajarro en el clímax del capítulo anterior ahora permanece en ese limbo más allá del tiempo y el espacio, esa habitación roja transmutada en un bar de mala muerte donde el recuerdo de su padre policía (que también nos sirve para atisbar una infancia poco halagüeña tal vez marcada por la tirantez y la sombra de la traición) terminará enfrentando al policía a la verdad. No está muerto, sólo malherido. El milagro se ha obrado gracias a unos perdigones de goma; quien le tendió la emboscada no quería acabar con él, sólo llevarse las "pruebas del delito". El disco duro con la identidad del asesino de Caspere ha desaparecido. Sin embargo, Velcoro encontrará en esta resurrección un motivo para encarar la nueva oportunidad que se le ofrece. Una nueva vida dejando atrás su alma atormentada... aunque hay pecados que te persiguen de forma implacable. Un ¿imposible? camino a la rectitud reflejado en un vaso de agua y una pregunta llena de matices por parte de su médico: "¿Quiere usted vivir?".
De esta forma,
la investigación da un vuelco cuando sale a la luz un nuevo trapo sucio perteneciente a la vida marcadamente hedonista de Caspere. Y es que el amigo no reparaba en gastos en la búsqueda de nuevas experiencias y fuentes de placer, y su fama en las bacanales más tórridas de Hollywood lo precedía. Su afición por el conocimiento carnal de jóvenes efebos y núbiles ninfas no conocía límites.., aunque cometió el error de enamorarse de una de sus damas de compañía, que pudo ser la causa de su muerte. De esta forma, con la baja forzosa de Velcoro la investigación recaerá en Woodrugh y Bezzerides, lo que nos dará algunas acertadas y mordaces interacciones, como la costumbre de la detective por fumar e-cigarrillos cuando tiene tan pocos miramientos con el resto de facetas de su vida;
o esa referencia tan cargada de metaficción a que lo mejor que puede hacer Woodrugh por el bien del caso es aprovechar su cuerpo serrano para intentar camelarse a las prostitutas angelinas en busca de información. Sin embargo, la mejor escena de la pareja será una nueva incursión en ese retrato de los mundos bizarros que se ocultan tras las puertas de cualquier mansión hollywoodiense. En este caso, ni más ni menos que la del mismísimo alcalde.
Evidentemente, el mandamás de la soleada Vinci no se tomará nada bien el asalto a su intimidad. El verdadero juego de las altas instancias policiales sigue siendo sacar trapos sucios de las otras fuerzas del orden en busca de una victoria pírrica donde es más satisfactorio revolcar por el fango al "rival" que resolver el caso. De esta forma, tanto Velcoro como Bezzerides recibirán dos encargos envenenados de sus iracundos superiores: venderse el uno al otro. Sin embargo, pese a la carcoma que devora los restos derruidos de sus almas, queda patente que su integridad y su dedicación al trabajo sigue siendo una prioridad. La traición no está en su lista de pecados. Y sin embargo pronto quedará patente que la maquinaria se ha puesto en marcha para hundir a Velcoro. En una tensa conversación con su ex quedarán claras dos cosas: que el Estado lo quiere entre rejas y que aún conserva la suficiente dignidad como para no aceptar un buen dinero para abandonar a su hija y ponerse a salvo en otro lugar de la quema que le acecha. Una situación de lo más peliaguda que precederá a un tramo final de auténtico impacto. Ray y Ani localizan en coche que ofreció a Caspere su último paseo ardiendo como el mismísimo infierno, junto con un sospechoso con una máscara kabuki, lo que dará pie a una adrenalínica persecución. Sin embargo, el sospechoso consigue escapar, aunque parece claro que no tiene interés en enfrentarse a los detectives. ¿Tal vez una revancha personal llevada al extremo del sadismo?
Mientras tanto Woodrugh tendrá que enfrentarse a sus propios demonios, en forma de reunión interruptus con un antiguo compañero del ejército que nos deja nuevas pistas sobre un posible pasado militar cargado de acciones de dudosa moralidad; más aún, cuando en su investigación entre los lupanares angelinos se encuentra con que la única ayuda (a cambio de dinero) le viene de un chapero de poca monta que lo encaminará al exclusivo club Lux Infinitum (que curiosamente conlleva una referencia de lo más diabólica en su marco angelical), fuente de las acompañantes de Caspere. Allí se cruza accidentalmente por un instante con Frank Semyon, quien está siguiendo el camino inverso al de Velcoro. Las circunstancias le están haciendo poco a poco abandonar su espejismo de legalidad en un forzado regreso a sus raíces criminales. Una visita al submundo que abandonó en pos de un futuro más luminoso y que ha acabado enterrándolo en el olvido. De esta forma, la impotencia física que no hace más que frustrar su búsqueda de un heredero se refleja en la impotencia mental y moral de tener que sucumbir a sus más bajos instintos, volver a aceptarse como el animal que aguarda agazapado en su interior, para recuperar el respeto perdido y demostrar que el Rey ha regresado. Unos nudillos ensangrentados y un puñado de dientes serán su billete de vuelta a la jungla de asfalto en un final impactante que pone el broche de oro a un capítulo potente.
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).