Tras el parón navideño vuelve la serie centrada en la cuna del Caballero Oscuro con la principal incógnita de si habrá resuelto sus problemas de guión o seguirá en la línea de la primera parte de la temporada. En este caso, podemos afirmar que la serie aún no termina de arrancar ni encontrar una linea coherente de desarrollo. Un capítulo como este que supone una cierta ruptura con la línea argumental actual al establecer un nuevo marco de la categoría de Arkham Asylum, pero que desaprovecha su potencial para volver al caso episódico intrascendente y la trama policial de juzgado de guardia. De esta forma, podemos dividir el episodio en tres lineas argumentales diferenciadas, con sus correspondientes niveles de interés.
Por una parte, como hemos comentado, tenemos la trama de Arkham, que arranca de forma potente aunque se va diluyendo poco a poco en gran parte por la falta de valentía a la hora de sacar partido del escenario gótico, oscuro y desquiciado que supone el sanatorio.
El comienzo es prometedor, con Gordon habituándose a su nuevo destino como oficial encargándose de la seguridad del hospital mental Arkham. Una vez puestos en tesitura y presentado el nuevo
"jefe" de Gordon (un borde gritón con mala leche y ojeriza al antiguo detective sin ningún matiz ni motivación más allá de ser un estereotipo viviente) asistimos a una buena escena con una surrealista obra de teatro representada por los internos del recién reabierto psiquiátrico. Pronto todo volverá a los cauces habituales cuando el
leit motiv del episodio sea descubrir a alguien que está
lobotomizando a los internos a base de freirles el cerebro. Un
whodunit que podría haber dado mucho de sí de no ser porque el desarrollo es ridículo y sin ningún sentido, pasando por un interrogatorio que intenta ser gracioso y resulta patético, una estampida de lunáticos resuelta con la cada vez más habitual cutrez a la hora de desarrollar clímax y resuelto con un (falso) culpable en forma de enfermera que resulta ser una paciente y que pasea por allí como Pedro por su casa. Eso es control de personal y lo demás en tontería, y eso que hay cuatro funcionarios mal contados.
Finalmente, el asesino resultará ser el más previsible, un mad doctor inspirado en el villano Electrocutor que aprovechaba su tiempo de cautiverio para experimentar con el resto de pacientes. Tras tener éxito en su afán de lograr utilizar la electricidad para doblegar la voluntad de sus víctimas (y de tomarle el pelo a Gordon) terminará fugándose, así que volveremos a verle en el próximo capítulo.
Lo mejor sin duda de esta trama: la presentación en sociedad de la doctora Leslie Thompkins, futuro y fundamental pilar moral para Bruce Wayne, interpretada por una siempre magnética Morena Baccarin. Cosa que, por desgracia, evidencia las limitaciones interpretativas de Ben MacKenzie cuando ambos comparten escena.
Por otra parte tenemos la trama ambientada en el submundo criminal de Gotham, que sigue siendo lo mejor con diferencia de esta serie (cosa cada vez más evidente), ya que cuando pierde protagonismo los episodios se resienten.
Aquí asistiremos al primer traspiés del Pingüino, a quien Maroni pone en su sitio cuando su ego empieza a crecer tanto como para querer enmendarle la plana a su jefe. Una cura de humildad que le pone en su lugar y le deja de manifiesto que va a tener que ser mucho más sutil para ascender en el mundo criminal.
En paralelo, la lealtad de Butch se verá puesta a prueba cuando tenga que elegir entre su jefa Fish Mooney y Saviano, el principal opositor de ésta en sus intenciones de tomar el mando del hampa tras la pretendida caída del don Falcone. Una muy buena subtrama con un final de alto voltaje. Muy bien.
Finalmente tenemos las partes absolutamente olvidables y que no aportan nada más allá de llenar calendarios y salvapantallas con las posturitas de Catwoman o, en la cumbre del patetismo, tener a Bárbara Gordon paseando palmito al compás de la pluma de algún guionista ebrio o con apetencia por las sustancias ilegales. Porque lo suyo ya clama al cielo. Que si Gordon me quiere, que si Gordon no me quiere, que si Montoya me quiere, que si Montoya no me quiere, que si me enfado y no respiro... y vuelta la burra al trigo. Un completo ridículo y de esas cosas que convierten a esta serie en una comedia a su pesar.
En definitiva, poco nuevo bajo el Sol. Cada vez se antoja más complicada la resurrección de una serie que, si no llevara los nombres
Gotham y
Bruce Wayne en su ADN, hubiera fracasado de forma rotunda. Pero son nombres que pesan y hacen que algunos seguidores no la miren objetivamente. Es como ese hijo/amigo al que se le perdona todo por guapo y por divo. Yo le pido más.
No que sea una obra maestra, pero sí que aproveche por fin su potencial y se convierta en un producto digno más allá de su excelente factura técnica. A estas alturas no creo que lo consiga. Eso sí, si se convirtiera en un
Gotham underground firmaría sin pensármelo dos veces.
Antonio Santos