Encontramos a los protagonistas en la difícil situación a la que se enfrentaban en el capítulo anterior.
Por una parte, el núcleo duro del equipo logra resistir el ataque de los supersoldados en la base cubana de HYDRA, gracias sobre todo a los artilugios del abuelo de Tripplet y la destreza en el combate de May. Skye aprovecha la confusión para acceder a los ordenadores de la base y activar el troyano que dejó en su sistema, por lo que a partir de ese momento será capaz de acceder y extraer cualquier información relativa al funcionamiento de HYDRA y, por extensión, de su
"socio" tecnológico Cybertek.
De esta forma, tras huir y destruir la base cubana, se dirigirán a las instalaciones que conforman en centro de mando de Cybertek y donde, entre otras actividades, el personal dirige y monitoriza a los supersoldados y a Deathlok. Personal extramotivado por un misterioso
"programa de incentivos".
Por otra parte, Fitz y Simmons están en una situación más que comprometida. Arrojados en mitad del mar en una habitación estanca y sin salida posible, sólo les resta esperar la muerte. La única vía de comunicación que tienen es una señal de alerta que emite en la frecuencia de SHIELD, olvidada desde la desaparición de la agencia. Por fin Fitz empieza a ver las cosas como son y a aceptar tanto la traición de su compañero Ward como la inminencia de su propia muerte. Aunque las mentes pensantes combinadas de dos genios científicos nunca se rinden y logran dar con una solución para salir de su prisión acuática con probabilidades de éxito. Al menos para uno de los dos, porque la mala noticia es que sólo hay una fuente de oxígeno. De forma heroica, Fitz insiste en que sea Simmons quien sobreviva, aprovechando para mostrarle sus sentimientos hacia ella, quien lo abraza y lo besa como una madre, no como alguien que corresponde a ese amor. El pobre Fitz no tiene suerte ni con un pie en la tumba...
De esta forma, Simmons logra llegar con vida a la superficie, llevando con ella a un inconsciente Fitz. La sorpresa llega en forma de helicóptero de rescate. Alguien le alarga el brazo para sacarlos del agua: El mismísimo Nick Furia. Sí que había alguien al otro lado de la señal, ni más ni menos que el presuntamente fallecido director.
De esta forma, el equipo se divide para asestar un golpe definitivo a los planes de Garrett. Coulson y Tripplet se dirigen a la ubicación del Clarividente para acabar con él.
Con lo que no cuentan es con que el suero que le salvó la vida le ha dotado de una fuerza sobrenatural, aunque acompañada de un estado de locura que le hace creerse un clarividente de verdad y poseedor de las verdades de la vida y el Universo. Incluso empieza a pintar extraños diagramas y esquemas que llenan su mente. Un divertido estado de mesianismo que lleva a Raina y Quinn a huir de la quema llevándose consigo el
Gravitonium. A su lado permanecen Deathlok y Ward, aunque una vez cumplida su misión Garrett libera a su pupilo de sus obligaciones, otorgándole libre albedrío para hacer lo que le venga en gana a partir de ahora.
Aquí vemos la principal debilidad de Ward, que no es capaz de actuar por sí mismo, encontrándose perdido si alguien no le da órdenes. Por lo que recibe una última petición de Garrett: acabar con Skye.
Coulson consigue colarse en las instalaciones, con la inesperada ayuda de Furia. La interacción entre ambos es genial, sobre todo porque este Furia ya ha abandonado su rigidez militar, estando en un estado de "paso de todo pero sigo partiendo culos como un campeón" de lo más divertido.
Sin embargo, no lo tendrán fácil al tener que enfrentarse a un Garrett con extra de poder y motivación que además cuenta con Deathlok guardándole las espaldas y al que ordena acabar con los agentes. Mientras tanto, May y Skye toman la central de Cybertek.
May se enfrenta a Ward en una brutal y épica pelea en la que la asiática demuestra que se la tenía guardada a su ex-amante, al tiempo que Skye descubre y desmonta el famoso "programa de incentivos", consistente en realidad en tener prisioneros a los familiares de los empleados para asegurar su fidelidad. Entre ellos, al hijo de Mike Peterson (alias Deathlok). Éste, al saber que el pequeño ha sido liberado y deja de estar bajo el yugo de HYDRA, se venga de sus captores disparando a Garrett y dejándolo a merced de Coulson y Furia.
Una gran victoria de los últimos restos de SHIELD, los más fieles, sobre HYDRA. Ward acaba con sus huesos en la cárcel, Deathlok parte como un jinete solitario dispuesto a hacer lo posible para purgar sus pecados, Garrett termina su andadura como ser supremo de forma grandiosa en un golpe de humor
Made in Marvel, Fitz permanece en coma debido al tiempo que su cerebro ha sido privado de oxígeno y
Furia revela a Coulson que es el único en quien confía para una misión crucial: Reconstruir SHIELD desde cero y comandarla como su nuevo director. De esta forma, las bases de la nueva agencia serán el equipo de Coulson, partiendo de una base secreta que Furia pone a su disposición. Las semillas de la nueva temporada están plantadas.
Pero no puede haber un gran final de temporada sin un
cliffhanger a la altura. Y aquí tenemos dos:
Raina le entrega a una misteriosa y sangrante figura una foto de Skye diciéndole: "He encontrado a tu hija"; y Coulson, aparentemente ausente, comienza a dibujar en una pared un gigantesco y enigmático diagrama similar al del "iluminado" Garrett. ¿Los efectos secundarios del compuesto GH-325 comienzan a aflorar?
No es un capítulo sobresaliente, pero sí supone un buen punto final para una temporada irregular que ha ido claramente de menos a más. No es nada extraño en una serie con el sello Wheddon empezar floja e ir creciendo poco a poco, y si se mantienen la emoción, humor, sentido de la maravilla y evolución en las tramas mostrados en la última decena de capítulos la segunda temporada puede dar mucho más de sí y consolidar una buena serie. Esperemos que así sea. ¡Excelsior!
Por Antonio Santos