Tras el abracadabrante final del episodio anterior todas las cartas están sobre la mesa para jugar la partida final entre Flash y Zoom. El villano ha lanzado un órdago de proporciones épicas acabando con la vida del padre de Barry ante sus narices. ¿Cuál será la reacción del héroe? Evidentemente, lanzarse tras Zoom henchido de ira y sed de venganza, ofreciéndonos un comienzo espídico y una de esas escenas llenas de espectacularidad en las que ambos velocistas se persiguen sin tregua. Ciertamente, los responsables técnicos de la serie saben sacar mucho partido a un presupuesto bastante limitado ofreciéndonos escenas muy potentes y llenas de emoción, y las carreras entre velocistas son un seguro de vida en este aspecto. Finalmente, Flash consigue alcanzar a Zoom y tenerlo a su merced, aunque flaquea en el momento de descargar su ira y entrar a matar. La sorpresa viene cuando aparece otro Zoom y, ante las dudas de Barry, mata al primero. Otra muestra del genio maquiavélico del villano, que ha vuelto a aprovechar el recurso de los remanentes temporales para forzar a Flash a cruzar la línea. No ha cumplido su objetivo, pero deja claras sus condiciones: o Barry se enfrenta a él en una carrera a vida o muerte o sus seres queridos no tendrán un momento de tregua e irán cayendo como moscas a sus manos.
Una situación complicada que obliga a la liberación de Barry. No queda otra que plegarse a las condiciones del villano. Los verdaderos planes de Zoom salen a la luz cuando se desvela el escenario de la carrera.
La recapitulación final del villano nos permitirá recoger finalmente todas las miguitas que se han ido dejando a lo largo de la temporada para atar cabos y enfrentarnos a la apuesta final de Zoom. Tras haber dominado un mundo y recorrido una infinidad de Tierras más sometiendo a sus velocistas, haber estado al borde de la muerte y recuperado la normalidad gracias a la Fuerza de la velocidad extraída (a la fuerza) de Barry, ha llegado el momento de descansar y contemplar su obra.
Sin embargo, mientras exista un multiverso a su alcance no podrá estar seguro de ser el hombre vivo más rápido, así que la solución pasa por... destruir todos los mundos menos uno, el nuestro, que convertirá en su nuevo campo de juegos y mundo-trono. De ahí la tecnología robada a Mercury Labs, el Magnetar, capaz de generar una onda magnética destructiva capaz de acabar con un mundo... o con infinitos si la fuente de energía es suficientemente potente.
¿Y qué mejor batería que la velocidad combinada de los dos mayores velocistas del multiverso? La situación es límite. La carrera entre Flash y Zoom generará la energía suficiente para destruir mundos. Cuanto más tarde Barry en atrapar a su némesis mayor será la onda destructiva. Y cuanto más corra, más energía generará. Una situación imposible que le da todos los triunfos al villano.
Sin embargo, Barry ha madurado mucho durante este tiempo. La
carrera de su vida comienza a la voz del
"Run, Barry, run!!" marca de la casa, pero pronto el héroe demuestra que puede usar nuevas armas aprendidas durante su periplo como velocista y su enfrentamiento contra Zoom. En este caso, en la despiadada carrera que emprenden los dos velocistas mientras la onda destructiva se va creando pronto encontramos una sorpresa. No hay dos, sino tres.
Flash ha aprovechado para viajar en el tiempo y traer consigo a un remanente temporal, demostrando a su rival que está dispuesto a jugar en su liga. Mientras Barry atrapa y entra en combate con Zoom, el Flash remanente prosigue su loca carrera en el Magnetar para generar una onda magnética capaz de neutralizar la primera, salvando así el multiverso... aún al coste de su propia vida. No sólo los remanentes de Zoom están dispuesto a sacrificarse por un
bien mayor. Sin embargo, el viaje temporal no sólo ha servido a Barry para recuperar al
Flash remanente,
sino para dejar un rastro que atraiga a un par de espectros temporales... y rezar por que las cuentas pendientes y pecados temporales de Zoom sean mayores que los suyos.
Así pues, el villano cae en las garras de los espectros temporales y todo acaba bien para nuestros héroes. Bien por Barry. Sólo queda celebrar la victoria y recuperar la normalidad.
Algo muy difícil para el chico, ya que tras recomponerse por fin de la muerte de su madre ha de afrontar la pérdida de su padre a manos de otro velocista doliente de una alarmante pérdida de tornillos. Ni siquiera su nueva situación con Iris es capaz de animarle. Los guionistas son unos malditos sádicos, ya que por segunda vez consecutiva se niegan a otorgarle al protagonista un momento de paz con su amor verdadero.
Una despedida amarga que toma tintes sorprendentes cuando Barry decide quemar todas sus naves y viajar de nuevo al momento de la muerte de su madre, no dudando ni un instante en parar el brazo asesino del Flash reverso, salvando la vida de su madre y, por tanto, la reputación de su padre... ante la sorprendida mirada del Barry
observador del final de la temporada anterior (que se difumina en el aire constatando que todo lo que conocemos va a cambiar).
Un simple gesto que puede dar pie a una realidad totalmente distinta. El presente que conocemos ya no existe y no sabemos qué demonios nos va a deparar la próxima temporada. Flipante. ¡Ah! ¿Y quién es el
hombre de la máscara de hierro? Pues ni más ni menos que el verdadero Jay Garrick, el Flash de Tierra-3... y versión en ese mundo de Henry Allen, a quien Zoom guardaba como
trofeo.
Una puerta a la Sociedad de la Justicia clásica y a descubrir una nueva Tierra en el futuro.
Este SÍ es un final de temporada en condiciones. A diferencia de su
"prima" Arrow se nota que
en esta serie hay un caudal de ideas y un evidente cariño por los personajes, cosa que se traslada a las tramas de forma que se minimizan los episodios de transición y hay una sensación de avance continuo sin baches y a toda velocidad (como pide el personaje). Secundarios carismáticos, un tono desenfadado que no está reñido con la profundización y desarrollo de conceptos
sci-fi tan potentes
como las paradojas espacio-temporales, las ucronías y la existencia de (infinitos) mundos paralelos y, por encima de todo,
una fidelidad más que loable a la esencia del personaje. Ojalá siga por este camino. Mientras conserve estos niveles de frescura, ambición conceptual y apuesta por la diversión pueden contar conmigo a este lado de la pantalla.
Por Antonio Santos