Gran capítulo el de esta semana. Lleno de revelaciones, callejones sin salida, desesperación, venganza y sentimiento encarnado.
El asalto a la "mansión Chessani" ha destapado la caja de los truenos y, como consecuencia, nuestros protagonistas se ven en una situación más que complicada. Demasiados intereses en juego y demasiada gente peligrosa involucrada, entre ellos el jefe de policía Holloway y el teniente Burris, además del mismísimo Fiscal General Geldorf. Esto viene a significar que no hay apoyo posible dentro de la policía a los trapos sucios que se están destapando, lo que pone en un serio peligro tanto a los propios Woodrugh, Bezzerides y Velcoro como a sus familias.
La dura noche acaba y nuestros protagonistas deben hacer balance. Por una parte, la rescatada Vera duerme ajena a todo presa de la dieta de drogas y alcohol a la que son sometidas las
damas de compañía en las artificiosas colinas hollywoodienses. Y sin ir a Magaluf ni nada. Por otra, Paul revisa toda la documentación sustraída en busca de pruebas concluyentes que llevar a la fiscalía. Mientras tanto, Ray intenta sosegar a la frenética Ani tras la traumática experiencia sufrida. Aunque pronto la chica recurrirá a dar rienda suelta a sus bajos instintos como medicina para olvidar... sin que su compañero pase por el aro en beneficio mutuo.
Recuperar los recuerdos del trauma que marcó su infancia (y su vida) está siendo muy duro, aunque es lo suficientemente dura como para tragárselo y seguir adelante como si nada. El siguiente paso está claro: entregar la documentación a Katherine Davis, la única que puede sacarlos ilesos del nido de víboras donde se han metido. Profundizando un poco, estos documentos tienen evidencias de que algo se cuece curiosamente en torno a las dichosas tierras baldías quemadas por desechos químicos de todo tipo. Les falta la incógnita que sí maneja Frank Semyon: todo gira en torno al pelotazo de la construcción de las nuevas vías ferroviarias, que harán revalorizar los terrenos exponencialmente.
Lo que sí contiene es la evidencia de que los terrenos de Caspere han sido adquiridos por cuatro perras por McCandless y Tony Chessani, y ese zar en las sombras que está revelando ser Osip Agramov emerge con fuerza en las operaciones. En todo caso, una pregunta aún sin respuesta queda en el aire: ¿por qué iban a querer acabar con Caspere, si su muerte sólo ha hecho salir a la luz toda la trama y provocado quebraderos de cabeza?
De esta forma, Velcoro fijará un encuentro con Davis para ponerla al corriente de todo lo que se cuece mientras Woodrugh y Bezzerides ponen a salvo a sus respectivas familias.
Unas despedidas que guardan el poso de la incertidumbre. Ambos intentan tranquilizar a sus seres queridos, aunque se nota en el ambiente el aroma a separación que indica que puede ser la última vez que se vean. Más que nunca, sus vidas están a merced de fuerzas que los superan con creces. Entretanto, Velcoro realiza una parada técnica antes de su encuentro para poner al día de sus descubrimientos a Semyon. Sobre todo, quedarán dos cosas claras que harán saltar las alarmas de Frank: Osip está metido hasta las trancas en todo el fregado (pese a que le hizo ver lo contrario) y su lugarteniente Blake le ha traicionado trabajando para el ruso.
A partir de aquí Semyon será consciente de que su situación es cada vez más comprometida, lo que le meterá en una espiral de venganza y supervivencia que dará pie a las mejores escenas del episodio. La primera, el brutal interrogatorio al traidor Blake, a quien consigue sacar graves revelaciones antes de acabar con su vida miserablemente.
Por una parte, Caspere y Chessani iban a traicionarlo fuera como fuese, sólo que la muerte del primero precipitó los acontecimientos. Por otra, Osip siempre estuvo destinado en el complot a ocupar el puesto de Frank. El paso final será la compra de las acciones de Caspere en Catalyst, una operación en la que habrá sobre la mesa 12 millones de dólares. De hecho, se ha ido metiendo poco a poco y por la puerta de atrás en todos los negocios de Frank, comprando a su gente. Sólo le falta hacerse oficialmente con el control, cosa que forzará Frank en un encuentro donde la tensión rivaliza con el engreimiento y superioridad del ruso, que poco menos que deja a Semyon al nivel de un peón sin mente con la única facultad de gestionar bien sus clubes.
Frank parece agachar las orejas y conformarse con servir al nuevo zar, aunque sabemos que la cosa no quedará así...
Por otra parte, las cosas se ponen cada vez más complicadas para el resto de protagonistas.
Ray acude a su cita con Davis sólo para encontrarla muerta de un disparo en su coche. La que se antoja como su única vía de salida se ha cerrado violentamente. No sólo eso, sino que ahora Bezzerides y Velcoro han entrado en la lista de "los más buscados". La primera por el asesinato del guardia de seguridad en la mansión de Chessani. El segundo, culpado del asesinato de Davis. Sólo queda Paul para tirar del hilo que les resta para conseguir evidencias palpables que permitan llevar todo el material que tienen al FBI. Esto es, rastrear los diamantes. Sólo que también tendrá que afrontar sus propios problemas en forma de chantaje.
Alguien le está enviando fotos que evidencian la homosexualidad de la que trata de huir (y esconder) bajo amenaza de enviarlas a su prometida. Mal asunto. Vera también resultará ser alguien de poco fiar. Realmente estaba atada a las fiestas de Chessani por voluntad propia. El olor del lujo y el dinero eran suficientes como para satisfacer gustosamente los deseos de sus pervertidos anfitriones. Un testigo que se esfuma, aunque Ani logrará sacarle algo de información. Las fotos no eran suyas, sino de una
compañera de oficio que las quería utilizar para chantajear a sus pagadores... lo que causó su muerte en la cabaña del bosque. Ya sabemos quién era la víctima... y tal vez el verdugo, ya que la propiedad pertenecía al propio Tony Chessani. También se abre una nueva puerta cuando Vera se refiere a otra de las chicas de la foto como "Laura", y Velcoro la reconoce como Erica, la secretaria de Caspere, que lleva desaparecida casi desde el asesinato de éste. Curiosamente, la hija de los joyeros asesinados tanto tiempo atrás también se llamaba Laura... Paul aportará más información tras recuperar el informe del atraco.
Los policías encargados del caso fueron Dixon y Burris, a las órdenes de Holloway, mientras que el oficial de asuntos internos que supervisó las consecuencias no era otro que Caspere. Todo apunta a que este grupo de policías corruptos utilizó como excusa los disturbios que asolaron la ciudad en el 92 para robar los diamantes y usarlos para cimentar todo su entramado de poder.
Por su parte, Frank comienza su
"gran venganza y furiosa cólera" contra Osip. Evidentemente, tiene los bemoles suficientes para pegarle una patada a todo aquello que el engreído ruso le quiere robar.
Mientras éste confía en que Frank ha aceptado su rol como mero sirviente, el rudo gangster se encargará de restregarle por la cara su error al subestimarlo. De esta forma, en una larga noche infernal se dedicará a saquear las cajas fuertes primero del casino y a continuación del Lux y prenderles fuego hasta los cimientos. Una gran escena redondeada por la figura de un Frank henchido de satisfacción contemplando su obra desde las colinas de Los Ángeles. Por su parte, Woodrugh acude a una cita con su chantajista a sabiendas de que se va a meter de cabeza en la boca del lobo. Lo que no sabe es hasta qué punto su vida estará en peligro.
Todo ha sido un montaje de Holloway para tenerle bajo su control si la cosa se ponía fea, como está pasando. El trato es sencillo: sus fotos comprometedoras a cambio de los papeles incriminatorios que robaron. Sin embargo, Paul logrará librarse de Holloway y sus matones en una escena frenética llena de suspense y acción... sólo para ser acribillado por la espalda por Burris, que lo ha estado siguiendo. El capítulo nos deja con la agonía de Woodrugh en un encadenado que incluye el llanto de su prometida reconociéndose en la sufrida protagonista de
"Esplendor en la hierba" y la liberación final de Bezzerides y Velcoro que por fin recurren al sexo para huir por un sólo instante de la miseria moral y vital que les rodea.