Episodio curioso el que nos ocupa. Comienza con una de esas escenas tensas como el cutis de Cher, atraviesa un valle (no de lágrimas pero sí de cierto sopor) y va cogiendo ritmo poco a poco hasta llegar a un tramo final de cuatro estrellas. Por mi parte no veo justificados los palos que se está llevando esta temporada, pero no deja de ser cuestión de entrar o no entrar en la propuesta. Como he comentado anteriormente, el tono de puro cine negro (incluyendo sus lugares comunes de corrupción generalizada, trama enrevesada y anti-héroes trágicos protagonistas) me parece muy conseguido y le da un toque diferencial a esta nueva temporada que la aleja formalmente de la anterior. Y eso es bueno para darle una entidad propia.
Tal y como anticipaba el cierre del capítulo anterior,
Ray y Frank se verán las caras en un duelo de ceños fruncidos y palabras que hieren como balas; como los proyectiles de las armas que ambos esconden bajo de mesa en un tenso equilibrio que en cualquier momento puede tornarse en infierno de plomo y pólvora. Velcoro echa en cara el engaño al que se vio sometido y que hundió su vida por completo. Semyon se escuda en que le dio el nombre que creía correcto recién recibido de un soplón de confianza y (no le falta razón) que Ray hizo con él lo que estimó conveniente. Nadie le presionó para que apretara el gatillo. El impulso de venganza lo llevaba en su interior, y si no lo hubiera desatado contra el presunto violador lo hubiera hecho contra cualquier otro. De esta forma, ambos llegan a un pacto de caballeros:
Ray ayudará a recuperar el disco duro de la discordia que puede suponer el retorno de Frank por la puerta grande a los negocios turbios pero "legales". Si lo hace, éste le pasará el nombre del soplón para que pueda continuar con su búsqueda de venganza.
Mientras descubrimos que el escenario del asesinato localizado por Ani y Paul corresponde a una víctima femenina y que el Sheriff de Guerneville demuestra una insistencia sospechosa por hacerse con la investigación, en paralelo
podremos comprobar que uno de los temas tangenciales de esta temporada comienza a tomar relevancia: la paternidad. Por una parte, Frank descubre su lado más sensible cuando ejerce de consuelo y figura paterna del hijo de su lugarteniente trágicamente asesinado. Por otra, Velcoro tendrá que sufrir la presencia de una supervisora en las visitas a su hijo, lo que creará una situación más que tensa. Eso y que el niño tiene menos sangre un pimiento morrón, porque también es para echarle de comer aparte.
Poco a poco vamos viendo cómo la interacción con su padre (¿biológico?) es casi inexistente, tratándose más bien de una comunicación unidireccional. Ray se empeña en buscar aficiones que compartir, puntos de afinidad, vuelca sus consejos y sentimientos en las grabaciones que le deja y que nunca tienen respuesta... Cada vez está más clara una completa ausencia de feeling por parte del chaval, lo que hace de la visita un acto incómodo y forzado, exento de cariño. Hasta aquí el episodio ha entrado en un valle monótono de interés limitado del que lo saca la gran actuación de Colin Farell. No puede engañarse a sí mismo por más tiempo creyendo que su amado hijo corresponde a sus sentimientos, por lo que enterarse de que puede no ser ni siquiera su verdadero padre puede alejarlo definitivamente de su lado.
Esto provoca que Ray ahogue sus penas en una botella y una montaña de cocaína, destrozando su apartamento por completo junto con todas las maquetas que había intentado que fueran el vínculo con su hijo. Una metáfora de la desgarradora escena con la que acabará este calvario. Ray, tras la noche de alcohol, drogas y frustración, llama a su ex para proponerle el único trato que ve viable para que el niño conserve al menos un recuerdo suyo: no luchará por la custodia y se alejará de sus vidas para siempre a cambio de que si la prueba de paternidad es negativa nunca se lo diga al chico. Toda una montaña de sentimientos sustentada en un Farrell enorme.
Mientras tanto, la investigación avanza por nuevos cauces que abren aún más las repercusiones de la historia y le dan nuevos matices.
Woodrugh sigue los diamantes robados a Caspere para descubrir que a su vez fueron el botín del asalto a una joyería en el que murieron a sangre fría sus propietarios; un salvaje robo que podría tener objetivos más allá de apropiarse de las joyas. El lance dejó como supervivientes a los hijos de los joyeros, unos niños que pasaron a dar tumbos por los servicios sociales del estado. ¿Estarán de algún modo involucrados los críos (ya crecidos) en el asesinato de Caspere como acto de venganza? Un nuevo hilo del que tirar. Por su parte, Ray deja que Frank se ocupe de rastrear la otra vía abierta. El objetivo, localizar e interrogar a Irena Ruffalo, pareja del finado Ledo Amarilla y a cuyas manos llegaron parte de los objetos robados a Caspere. De esta forma, puede ser un importante eslabón para llegar al dinero y el disco duro desaparecidos.
Por fortuna, Semyon puede avanzar a pasos más grandes al no tener que cortarse empleando métodos como la coacción y la tortura. Un destornillador usado en el lugar (y persona) adecuados le pondrán en contacto directo con Irena, aunque por desgracia se encuentra bajo la protección de los mafiosos mexicanos a los que humilló en el Lux en el episodio anterior. Tendrá que buscar un trato que supere el rencor que los sicarios le guardan. De esta forma,
conseguirá hablar con la chica por teléfono y sacarle una nueva pista: un policía le dio 500 dólares, los objetos robados e instrucciones de qué hacer con ellos. Sólo recuerda que el tipo era blanco, alto y delgado. Parece que parte de las propias fuerzas de la ley están involucradas hasta las trancas, lo que abre aún más la teoría de una conspiración al más alto nivel. Sin embargo, no podrá obtener nada más ya que los mexicanos perdonan pero no olvidan y acabarán rajándole la garganta a la chica como revancha contra el trato recibido por Semyon. La cosa está que arde.
Por su parte, Ani se meterá de lleno en otra de las líneas de investigación.
El objetivo será infiltrarse en una de esas fiestas a las que acudía Caspere llenas de grandes prohombres en busca de emociones fuertes. Los consejos y la ayuda de su hermana permitirán que su nombre esté entre la lista de chicas
"invitadas".
La luna llena pronostica lo que encontrará en la lujosa mansión que conforma su destino: una jauría de lobos con piel humana esperando a que lleguen sus tiernos corderitos para desatar sus más bajos instintos en una orgía de proporciones bíblicas narrada con tino y elegancia (incluyendo el cambio de la banda sonora por temas sinfónicos de los más clásico), en la que encontraremos a gran parte del elenco de ricos y poderosos que hemos ido viendo a lo largo de la serie, entre los que tendrán especial relevancia James McCandless (la cabeza visible de la corporación Catalyst Group y pasaporte de Frank a una vida mejor) y Osip Agronov, el magnate ruso clave en el negocio que se mueve sobre las nuevas vías del tren.
Las viagras proliferan por doquier como si fueran caramelos y las chicas, nada más llegar, reciben un chute de éxtasis puro en spray para hacerlas más "receptivas" a los deseos de sus "anfitriones". De esta forma, Ani entrará en un estado de ensoñación e irrealidad que dificultará su misión y le añadirá un plus de vulnerabilidad a la ya de por sí difícil situación. Máxime cuando entra en el punto de mira de uno de esos viejos verdes, que traerá a su cabeza recuerdos escondidos de su infancia en la comuna. Así, de forma paralela a lo que ocurre en la fiesta descubrimos las razones de los traumas de infancia que la han llevado a su situación personal actual. Posiblemente carga sobre su alma con el abuso infantil que no ha logrado compartir con nadie y le pesa como el plomo.
Consciente de que el efecto de las drogas hace peligrar su vida a cada segundo, una visita al baño para vomitar la enfrentará con una presencia inesperada: Vera, la chica desaparecida cuyas fotos le han llevado hasta aquí. Por suerte, contará con dos grandes bazas para huir: su instinto y entrenamiento personal para librarse brutalmente de uno de los miembros de seguridad y el respaldo de Ray y Paul, que le cubren las espaldas. De esta forma, no sólo se llevan a la chica. También sus compañeros consiguen, mientras esperan a Ani, hacerse con un buen puñado de papeles que McCandless escondía en un despacho.
Una huida de escena frenética que se salda con un gran botín: una testigo que puede ser crucial y unos papeles que pueden abrir muchas puertas sobre los tejemanejes políticos y financieros que vertebran la trama. Todo ello bajo la atenta mirada de la inmensa luna llena sobre L.A. Un final de altura que deja con ganas de mucho más.