De esta forma, la frustración de Matt será mayúscula, lo que dará pie a una de las escenas clave de la temporada: el inicio de la comprensión mutua y la reconciliación entre el justiciero y Foggy. Pese a que nada volverá a ser igual que antes al haberse perdido la inocencia, se trata de un buen principio para que ambos recuperen poco a poco su relación personal y profesional.
La primera piedra la pondrá Foggy confirmándose como el bastión que necesita Matt para reanudar su cruzada. Las bases serán hacer caer al gran Fisk empleando las herramientas que les proporciona la ley. De esta forma, junto con la ayuda de la ex (o no tanto) de Foggy, que sigue trabajando en el gran bufete que cubre las espaldas a Fisk y va sacando material incriminatorio poco a poco, van preparando un archivo de pruebas del tamaño del Empire State. Aunque aún falta la guinda del pastel, que llegará de forma inesperada gracias a los sentidos aumentados de Matt.
Y es que Fisk descubre la traición de Leland Owlsley y lo pone de verano lanzándolo por el hueco del ascensor de un edificio abandonado pese a que el muy ladino contaba con una póliza de seguros inesperada: mantiene a buen recaudo a Hoffman, el detective que asesinó a su propio compañero. Tiene 24 horas para localizarlo antes de que éste
"cante" y descubra todo el pastel. Cosa nada difícil para quien tiene a media comisaría trabajando para él y barriendo la ciudad. La cuestión es: ¿habrá muerto Owlsley, o será el detonante de su paraplejia y posterior transformación en
El Búho? Una visita de Matt y Foggy a su amigo el sargento Mahoney hará que el ciego "cace al vuelo" una conversación de unos polis corruptos que van a buscar (y dar matarile) a Hoffman. Es la pieza que necesitan para cerrar el caso, un testigo que refrende el resto de pruebas localizadas y destape la caja de los truenos.
Así pues, Matt se une también a la búsqueda del detective corrupto, lo que desencadena una auténtica batalla campal entre el Hombre de negro, la policía a las órdenes de Fisk y los sicarios de Owlsley que custodia a Hoffman. De este infierno de balas y huesos rotos saldrá victorioso el justiciero, que sólo le da dos opciones al policía: entregarse a Mahoney o quedarse a la merced de los sicarios de Fisk. La opción está clara, así que una vez fuera del alcance de Fisk y en manos de las fuerzas del orden insobornables se desencadena el mecanismo legal con toda su fuerza.
Una maravillosa escena que, al compás del poderoso "Nessun dorma" de Puccini, nos muestra en slow motion el desmantelamiento pieza a pieza del Imperio de Fisk, desde los matones callejeros ascendiendo poco a poco hasta los políticos comprados. Un tema brillantemente elegido por su belleza y su significado. El
"que nadie duerma" del título que anticipa el final de una larga noche cuyo resultado final es magnificado por la poderosa voz de Pavarotti exclamando radiante ese "All'alba vinceró" como canto triunfal. Sólo queda la última pieza, atrapar al mismísimo Rey del crimen que, antes de sucumbir a la policía, consigue despedirse de su amada Vanessa dándole un anillo de compromiso... y unas instrucciones secretas.
Pero no se vayan todavía, aún hay más.
En un clímax de órdago comprobaremos como las órdenes de Fisk dan como resultado un espectacular asalto al furgón policial que le traslada a la cárcel. Una escena impresionante cargada de fuerza a la que precede un brillante speech del mafioso, que ha seguido un camino de comprensión paralelo y opuesto al de Matt.
Mientras que el segundo ha ido asumiendo poco a poco su rol como defensor del ciudadano a pie de calle indefenso ante el azote de la corrupción, aunque para ello deba emplear métodos que detesta, Fisk ha acabado asumiendo que los métodos para llevar a cabo sus buenas intenciones de limpiar la ciudad lo han convertido en un monstruo. Así que ahora que se ha quitado la máscara y ha asumido su verdadera naturaleza puede dar rienda suelta a la fiera sedienta de sangre que está agazapada en su interior. A tan sólo 30 minutos de camino le espera Vanessa junto a un helicóptero que los sacará del país. Sin embargo, las noticias de la fuga del mafioso pronto llegan a Matt. El tiempo de usar los recursos de la ley ha pasado. Es tiempo de un enfrentamiento del que sólo uno acabará en pie.
De esta forma, por fin llega el gran momento que se ha cocido a fuego lento, un violento cara a cara entre Murdock y Fisk. Sin medias tintas, sin hacer prisioneros y sin tregua. Por suerte, Matt contará con su nuevo traje cortesía de Melvin Potter (futuro
Gladiador), que además de reforzar su confianza le proporciona el necesario blindaje ante las terribles y violentas acometidas de Fisk. Una pelea brutal, primitiva, donde cada golpe se siente como propio y la sangre salpica por doquier.
Toda una batalla entre dos fuerzas de la naturaleza que acabará con la victoria del recién bautizado Daredevil. Como coda final, dejamos a Fisk en su celda, contemplando en la fría pared una versión bizarra de su "conejo en una tormenta de Nieve" mientras Daredevil emerge como nuevo y mítico diablo guardián de la Cocina del Infierno.
Un final sobresaliente para una temporada de calidad incontestable, marcada por un guión férreamente trazado y una apuesta decidida y acertadísima por huir de los tópicos del género de superhéroes y convertir esta serie en un thriller criminal marcado por la crudeza, el trazo y profundidad de unos personajes falibles y en constante evolución y una factura técnica exquisita. Todo un soplo de aire fresco que demuestra que con pasión y unas bases sólidas se puede huir de los tópicos y hacer un producto fresco, adictivo, sorprendente, con carácter y digno de jugar en la primera división catódica. Esperemos que el listón se mantenga en su segunda temporada, en la que ya aguardan pesos pesados del calibre de Elektra y Frank Castle. Hasta entonces, sed buenos. El
diablo os vigila.
Por Antonio Santos