Y al cuarto día, resucitó. Tras un arranque un tanto errático (sobre todo en cuestión de ritmo y de personalidad formal) por fin llegamos a un Señor Capítulo con todas las letras. La investigación prosigue y las pistas van conduciendo poco a poco a un clímax donde todo explota en una orgía de sangre y furia. Pero vayamos por partes.
Tras el final del episodio anterior las cosas se complican para los protagonistas. Bezzerides y Velcoro se sinceran y por fin asumen que la investigación es lo de menos.
Atrapen o no al culpable del asesinato de Caspere, ambos tienen todos los números para ser chivos expiatorios de sus respectivos departamentos cuando todo termine, al igual que Woodrugh. Tres miembros cargados de trapos sucios y con vidas poco ilustres fáciles de arrugar y tirar a la basura si hay que buscar una cabeza de turco. De esta forma, la investigación prosigue con los protagonistas de la misma intentando hacer bien su trabajo pese a las presiones externas que no hacen sino desestabilizarles. De momento, descartando pistas falsas como ese coche en llamas que supone un callejón sin salida.
Los otros dos responsables, mientras tanto, siguen con sus vidas grises. El ya de por sí gris, quemado, amargado y colaborando a su pesar agente Dixon, veterano sin más aliciente que cobrar su cheque a fin de mes; y el desnortado Woodrugh que sigue con su camino de descenso implacable al infierno.
Cada vez más perdido vitalmente, incapaz de sobreponerse a sus experiencias en el ejército y al acoso mediático por las acusaciones de acoso sexual vertidas sobre él por esa actriz sin alma.
El último capítulo de sus miserias, levantarse perdido tras una noche de alcohol y sexo en el Lux y descubrir que su
partenaire es un hombre, cosa que no se toma demasiado bien. Para además descubrir después que le han robado la moto.
El renacido y sobrio Ray se encargará de sacarlo del mal trago y, además, hacer de voz de la experiencia mostrándole que no es el único para el que el mundo en el que viven no tiene sentido, sino que hay que pillar cada día como viene y enfrentarse a él como buenamente se pueda. La nueva actitud de Ray se traduce en una madurez que le lleva a despedirse de su hijo para evitar que se vea salpicado por la montaña de mierda que el estado está preparando contra él; además de hacerle atractivo como hombre de confianza de Semyon, que sigue en su escalada para recuperar su antigua vida en la cima del mundo criminal.
La fachada de hombre íntegro y respetable ha caído en un suspiro, deshecha como el fugaz espejismo de una vida soñada. Como esa paternidad buscada y esquiva, tal vez no por causa suya sino por un antiguo aborto de su mujer. Y es que Jordan Semyon poco a poco va demostrando que está muy alejada de las Skyler White o Carmelas Soprano que hemos conocido. Ella participa activamente en la vida
"laboral" de su esposo, ejerciendo de celestina para posibles inversores.
Sin embargo, aunque Frank va recuperando posiciones en el mundillo criminal, aún le pesa la pérdida del dinero desaparecido en poder de Caspere.
Por su parte, Ani ve cómo su vida amorosa le empieza a pasar factura. El sexo de usar y tirar con sus compañeros de cuerpo se convertirá en un arma que Asuntos Internos empleará contra ella por abuso de un subalterno. Apartada del cuerpo, sólo conserva la placa al estar metida en una investigación interdepartamental, pero la cosa se pone fea.
Tanto como la investigación que de forma inesperada abre un peligroso camino al relacionar a tres individuos tan poderosos como el alcalde Chessani, el doctor Pitlor y Ben Caspere. Mucha podredumbre y secretos se ocultan a la espera de encontrar la chispa que relacione todas las piezas, entre ellas unas tierras envenenadas de misterioso atractivo. Sin embargo, aparecerá de forma imprevista una nueva pieza. Dixon ha encontrado parte de los objetos robados a Caspere en una tienda de empeños, y las pistas señalan a un delincuente común metido en tráfico de metanfetamina. Con tanto poder metido de por medio, no parece sino una cabeza de turco para darle un fin rápido al asesinato del funcionario. Sin embargo, como principal sospechoso las fuerzas especiales montarán una redada al laboratorio donde cocina la banda. Una redada que se va al garete cuando las fuerzas policiales son recibidas a ritmo de automática, pillando en medio a una manifestación pro-transporte público.
De esta forma, se desencadena un auténtico infierno rodado con una crudeza elogiable, a lo que ayuda el uso de largos planos de cámara fija, aportando a la escena un grado de realismo excepcional. Un impresionante intercambio de disparos que acaba en sangrienta masacre, cayendo como moscas narcos, transeúntes y policías, entre ellos el propio Dixon ante las narices de Bezzerides, desembocando en el intento de huida del principal sospechoso escudado por un rehén al que termina volando la tapa de los sesos, siendo entonces acribillado por Velcoro y Woodrugh. Un final excepcional en el que sobre los escombros apenas quedará con vida el trío de protagonistas. ¿Apostamos quiénes van a ser los cabezas de turco tras la brutal masacre de Vinci?
Por Antonio Santos