"El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por la avaricia de los egoístas y la tiranía de los hombres malos. Bendito sea aquel pastor que..."... ah, no, que no se trata de este tarantiniano
"hombre recto". Pero casi. Solo que
la crisis existencial de un matón en busca de un giro vital tras sufrir una epifanía se convierte aquí en la crisis de fe de un hombre roto física y espiritualmente; alguien que ha tomado por un momento el mal camino y ha sido castigado con ello con una paliza de dimensiones bíblicas. Mientras tanto, su némesis sufre su propio descenso a los infiernos al ver a su amada postrada en la fría cama de un hospital humilde, sin que todo su dinero y poder puedan hacer nada por solucionarlo.
Una frustración que más que una crisis de fe desencadena un catarata de rabia contenida que poco a poco se va acumulando a punto de explotar. Sin embargo, lo que más duele no es la sensación de impotencia, sino la de traición por haber incumplido una promesa:
"Quédate a mi lado y nadie te hará daño". Una bomba de relojería que promete explotar en una orgía de sangre y furia que caerá sobre quien haya osado asaltar su intimidad.
La cuestión ineludible es que su salida a la luz pública puede no haber gustado a algunos de sus aliados. Y no sólo eso, sino que convierte al mito en un ser visible, tangible y, por tanto, vulnerable. Algo que sólo puede acabar desatando una ola de violencia que acabe arrasando la ciudad si nadie lo impide. Varias cuestiones quedan en el aire: ¿Estará implicada la inteligentísima Madame Gao, aún negando su intervención en el ataque? ¿O tal vez será cosa del mismo Leland Owlsley, quien de primera mano está padeciendo un cambio de actitud de su
jefe que evidentemente está afectando a sus actividades criminales?
Por su parte, Matt encuentra parte de las respuestas que busca en una visita de despedida de Claire, quien le hace ver que
ha emprendido una cruzada cuyo final no puede sino estar marcado por la tragedia. Tras Fisk vendrá otro, de forma que el hombre de negro siempre será necesario. No sólo eso, sino que tal vez puede estar comportándose como un mártir. Una nueva conversación con su sacerdote de cabecera le dará más esperanzas para proseguir con la lucha. Un poco de aliento en tiempos oscuros. De esta forma, encuentra un hilo del que tirar para llegar a Fisk. Cuando se enfrentó con él notó que no vestía un traje normal, sino que tenía algún tipo de tejido que conformaba una especie de armadura protectora. Esto le lleva (tras sacar a pasear los nudillos) a un taller clandestino donde encuentra muestras de este tejido. Su dueño resultará ser Melvin Potter, un fortachón manitas (conocido en los comics como
"El gladiador") que, tras una brutal pelea, le confesará que Fisk lo tiene en su poder bajo amenazas a la vida de un ser querido.
Esto hará que entre los dos se establezca una alianza. Potter preparará un traje que permita a Matt enfrentarse a Kingpin y aumente sus opciones de victoria. Daredevil está en camino...
No son el
diablo guardián y su némesis los únicos que atraviesan una crisis. Ben y Karen también han de emprender su propio
camino del hombre recto.
El periodista está cabreado como un demonio con la chica por haberle engañado para visitar a la madre de Fisk. No sólo por
forzarle a seguir con la investigación pese a sus circunstancias personales, sino también por haber usado la enfermedad de su esposa como excusa para montar la treta.
Las cosas se siguen torciendo para Karen al descubrir que entre Foggy y Matt algo se ha roto. Además, sendas conversaciones con los dos abogados le dejarán claro no sólo la tensión existente entre ambos, sino que le ocultan un secreto. Ante el hermetismo tanto de un Foggy que busca consejo en el fondo de una botella de Whisky como de un Matt que ha
vuelto a sufrir un accidente de tráfico finalmente Karen encontrará consuelo en la figura paternal de Ben. La voz de la experiencia no sólo perdona con facilidad, sino que comprende y alienta. Muy bien establecida y consolidada la relación entre estos dos personajes.
Por desgracia para Karen, la madre de Fisk conserva el suficiente juicio como para llamar a su hijo y hablarle de la visita de una
"rubia alta y guapa de ojos azules". El depositario de la llamada ante la falta de disponibilidad del jefe será el fiel Wesley, quien ha reforzado aún más los lazos con su jefe a raiz de su apoyo en la crisis que viven y, por tanto, decide hacerse cargo de la situación sin molestar al gran Fisk. Bastante tiene ya encima el hombre.
De esta forma, secuestra a Karen, la lleva a un edificio abandonado drogada hasta las cejas y, una vez despierta, le hace una proposición indecente de la que sólo son testigos la chica, el propio Wesley y una pistola encima de la mesa. Comprobada su capacidad para convencer a todos cuantos tiene alrededor de que la apoyen en su lucha contra molinos de viento, podría ser un buen recurso en nómina de Fisk, pero remando en el sentido contrario:
convenciendo tanto a los abogados como a Ben de que estaba equivocada y el gran hombre es un salvador para la ciudad. Con lo que no cuenta es con que las drogas han dejado de hacer su efecto y Karen se hace con la pistola. Aquí vemos la frialdad del sicario, intentando comerle la cabeza a su oponente para hacerse cargo de la situación...
un equilibrio mexicano que se resuelve brutalmente cuando Karen le vacía el cargador en el cuerpo en un momentazo imprevisible. El cierre del capítulo ahonda en la cada vez más difícil situación personal de Fisk, que llama y otra vez a su hombre en busca de consuelo.
El gran jefe ha perdido a sus dos únicos apoyos en una jornada aciaga, y el león acorralado puede volverse mucho más peligroso...
Por Antonio Santos