Después del impresionante final del capítulo anterior encontramos ante nosotros una nueva muestra de la capacidad de sorpresa que aporta esta serie. Tenemos un episodio intimista, lo que no quiere decir que las tramas no se muevan a la velocidad del rayo por caminos inesperados. Sin embargo, la parte del león se la llevará la confrontación del título. Tras encontrar a su amigo brutalmente castigado, Foggy verá como todas sus convicciones se derrumban. De esta forma, el eje del episodio será la férrea relación entre dos amigos y compañeros que lo han compartido todo desde el comienzo de su etapa universitaria hasta su actual aventura profesional, pasando por las prácticas en uno de esos tenebrosos bufetes gigantescos en los que el éxito se mide en la capacidad para vender el alma en el camino. Un proceso vital que había hecho a estas dos almas gemelas encontrarse y convertirse en más que amigos, en familia; años llenos de confidencias y altibajos hasta alcanzar la confianza plena y la sinceridad absoluta; o eso creía Foggy. Todo su mundo se derrumba al comprender que Matt le había ocultado sus capacidades especiales desde el principio, y más aún su identidad como justiciero enmascarado. Una revelación que duele, y mucho. De esta parte, brutales las referencias a la primera vez que Matt se vio impelido a actuar como justiciero y la conversación sobre cierta relación que no salió bien con una guapa griega. Elektra se asoma por el horizonte...
Mientras tanto, corren malos tiempos para el bueno de Ben Urich. El periodista sigue sufriendo la caída cada vez más profunda de su mujer en el Alzheimer. Como las desgracias nunca vienen solas, además recae sobre él la losa de ver cómo se le deniega la ayuda económica para permanecer en la clínica donde está ingresada. La solución puede pasar por aceptar un ascenso en el periódico que conlleva un mayor sueldo a cambio del abandono de la noticia a pie de calle en pos de un trabajo de despacho.
Mal trato para un periodista de raza, aunque es inevitable colgar la pluma y la espada, por lo que acude a presentar su "baja" de la investigación a Karen. Una despedida que tendrá una inesperada coda cuando la chica le convence para visitar una residencia privada, pese a que Urich no tiene fondos para costearla.
Un viaje íntimo y emocional que demostrará ser mucho más de lo que aparenta...
Por su parte, Fisk también debe emprender su particular viaje emocional por los bajos fondos de la ciudad. La muerte de Nobu no ha pasado desapercibida, lo que concita el escepticismo del cínico Leland Owlsley y, más peligroso aún, de la taimada Madame Gao.
Una tensa conversación entre la anciana y Fisk deja claras dos cosas: es peligroso deshacerte de tus aliados con la facilidad con la que lo está haciendo el Kingpin, ya que puede minar la confianza de los supervivientes; y la relación con Vanessa está haciendo que las vulnerabilidades del mafioso comiencen a hacerse visibles tanto para aliados como para enemigos. Madame Gao, como buena oriental, lo hará patente con una sola frase lapidaria:
"No puedes estar al mismo tiempo en la luz y en la oscuridad. Debes elegir porque, si no, alguien lo hará por ti". Peligroso mensaje que tendrá su amarga representación más adelante.
Una fiesta para recaudar fondos acabará con los invitados cayendo al suelo merced a un champán envenenado; y una de las afectadas resulta ser la propia Vanessa.
¿Ha sido un golpe maestro de Madame Gao para dar una nueva lección a Fisk e indicarle las líneas que no debe traspasar? Sin duda, supondrá un importante punto de inflexión para el villano y promete una reacción cargada de sangre y fuego. El capítulo se cierra con otro par de grandes momentos.
El primero, la desgarradora ruptura de Foggy con su amigo. Los argumentos no son suficientes para curar su cercenada confianza, como queda elegantemente de manifiesto con la placa
"Nelson & Murdock, abogados" arrojada a la papelera mientras Foggy abandona el despacho con sus enseres. El segundo, descubrir la verdadera razón por la que Karen llevó a Ben a la clínica privada.
Una visita presuntamente casual a una anciana y unas preguntas aparentemente inocentes revelarán una sorpresa mayúscula: la mujer no es ni más ni menos que la madre de Wilson Fisk. Un cierre magistral para un capítulo sobresaliente.
Por Antonio Santos