¿De qué va?
Alenxander Hacke es un músico germano locamente enamorado de la ciudad de Estambul, especialmente por su música callejera. Entre sonidos exóticos que pocas veces hemos apreciado desde nuestra butaca de occidente, y sonidos no tan peculiares como una base de hip-hop o una guitarra eléctrica, Alexander nos guía a través de amigos y conocidos hacia un mundo de sensaciones sonoras.
Se nos muestra una ciudad europeizada que no por serlo ha olvidado un pasado otomano. Sensaciones dispares y recuerdos comunes se convierten en telón de fondo de una larga caminata por distintos puntos de la ciudad, cada uno con su acústica y su público. El documental se convierte en mapa, y a través de él los personajes se mueven y agrupan bajo el cielo de dos mundos: Europa y Asia.
Dirección y producción
Alexander Hacke, también conocido como Alexander von Borsig, nació el 11 octubre 1965 en Berlín. Personaje polifacético donde los haya dentro del mundillo de la música, es guitarrista,bajista, cantante, compositor y productor musical. Saltó a la fama principalmente por ser un antiguo miembro del influyente grupo de música alemana Einstürzende Neubauten.
En 2003 él y su pareja Danielle de Picciotto organizaron un evento mensual llamado "BadaBing" en la famosa Berlín 70 Club Big Eden. Durante el evento presentaron nuevas bandas bastante inusuales para la época. Así se inició una nueva ola musical en Berlín orientada hacia la música "Futur-electroclash". En 2004, Danielle de Picciotto produjo un documental sobre el grupo Einstürzende Neubauten, y por supuesto, como antiguo miembro, Hacke se encargó de diseñar la música.
En 2005 lanza el álbum “Santuario”, un recopilatorio de muchas de sus canciones presentadas en una gira por Europa y América del Norte. Durante dicha gira colabora con numerosos artistas como: JGThirlwell, Caspar Brötzmann, Larry Mullins (Toby Dammit), Vinnie Signorelli (Unsane), Michael Evans (KBZ 200), entre otros.
Sin embargo, el documental que nos atañe está realmente dirigido por Fatih Akın. Hacke pone la banda sonora y su voz. De Fatih decir que nació en 1973 en Hamburgo, aunque los padres son de etnia turca. Su debut como director fue en 1998,con un largometraje llamado Short Sharp Shock con el que obtuvo el premio Leopardo de Bronce en el Festival Internacional de Cine de Locarno en Suiza, y el Pierrot, el Premio de Cine de Baviera dedicado al Mejor Nuevo Director del año. Entre sus muchos títulos os recomiendo The Edge of Heaven, una historia intercultural alemana-turca de pérdida, duelo y el perdón que ganó el Premio al Mejor Guión en el 60º Festival de Cine de Cannes EN 2007.
Impresiones
¡Estambul! Quién no piensa en sus calles y mercados, en sus puertos y puentes, en sus hammams y mezquitas como un conjunto exótico, y lejano. La ciudad de los mil nombres. En la época de su fundación (667 a.c) los colonos griegos que allí se asentaron la hicieron llamar Bizancio. Siglos más tarde, bajo el dominio del Imperio Romano se le cambio el nombre por Constantinopla, en honor al emperador Constantino. Finalmente, en el año 1453, el emperador otomano Mohamet II entró glorioso en sus calles y la bautizó con su actual nombre: Istambul (Estambul para nosotros). Tantos han sido sus huéspedes como tantas otras veces la ciudad ha sido concubina. Algo similar ocurre con la cultura que aflora y se recupera en sus calles. Sus habitantes nunca duermen. Durante el día las plazas y los mercados son un trajín constante de comerciantes, transeúntes y turistas. En la noche, la ciudad se convierte vicio y diversión. Sin embargo, brille el sol o la luna, la música está constantemente presente, haciendo de Estambul la ciudad más sonora de Europa, y posiblemente también de Asia.
Al comienzo del largometraje, se nos presentan frases sueltas que nos anticipan el espíritu difusor del documental. Hacke comienza a caminar hasta toparse con la primera banda de música que desde un pequeño barco toca con el Estrecho de Bósforo como escenario de fondo. “A través de la carretera de la Libertad llegamos a un túnel, y al final está la plaza Taxim” nos dice uno de los integrantes del grupo musical turco Baba Zulu. En su metáfora, el grupo nos desvela el poder de la calle y su capacidad de crear unidad. Todo ello sin más arma que la palabra, a través de los instrumentos y el canto.
Luces de neón en las esquinas. La noche empaña los sentidos, y transforma los miedos en locura y rock. Tabaco, alcohol y guitarras se reúnen en un garito para mostrarnos con planos cortos y acelerados, donde la cámara corre de rostro en rostro cómo el rock turco nada tiene que envidiar al norteamericano. Es su rock. Sus reglas y sus letras. Fatih Akın consigue acercarnos a través de los ojos y silencios de los músicos unas melodías que saltan de un estilo a otro, de una banda a otra, de un escenario a otro, con largos planos gravados a pulso y con tiento. Los desplazamientos de cámara mantienen al espectador alerta, excitado por lo que ve y oye, hasta el punto de alcanzar una narración visual caótica. Pero todo tiene un tiempo, y conforme dejamos atrás alternativas musicales y nos adentramos en la tradición musical turca, la cámara se vuelve paciente y observadora.
“No imitan, fusionan”. Es la conclusión a la cual muchos de los que os animéis a ver éste documental compartiréis conmigo. Entremezclan violines y saxofones con voces guturales, y de repente interrumpe unuti o el orham baba. Instrumentos ancestrales base de la música turca tradicional. Herramientas extrasensoriales que relajan el alma y de alguna forma, aplacan el dolor. Pues, el pueblo turco, como el español, ha sufrido un golpe de Estado y una guerra civil. La música kurda (cuya cultura fue casi devastada y completamente relegada al exilio) hace de curación. De una forma cercana y honesta, el documental acerca realidades innovadoras, como el caso del famoso músico turco Orham Gkensebai, y pretende dar voz a los humillados, como un grupo de músicos kurdos que se preguntan que los hace distintos si ellos también lucharon por la libertad de Turquía. Mediante el arte de la creación musical se rescata el pasado, se viven encuentros presentes, y se planea un futuro.
Una hermosa mujer en el interior de un hammam canta al amor en un idioma que no es el turco, ni árabe, sino el kurdo. Resuena en los muros. Nos lanza un mensaje: la música transforma, pero también une sensaciones. Hervé Dieu, director de fotografía de éste fantástico recorrido, es delicado a la hora de compaginar planos atolondrados y fijos. Luces y sombras en la distancia hacen centrar la mirada en la música. A cada paso, veo una posible instantánea.
La belleza de Sezen Axou, quizás la cantante turca de mayor fama y de escultural presencia, nos anuncia que el final se acerca. Estas últimas secuencias son para la reflexión del espectador. Personas que partieran en busca de algo mejor regresan a la ciudad maravilla de oriente, donde su complejidad aflora en cada acera. Son copiosos y diversos sonidos, consecuencia de un pasado enriquecido y doloroso, se asientan en nuestros oídos. Inmigrantes algunos, amigos otros. Estambul acoge a todo aquel que posa la mirada en ella, y como hizo conmigo hace ya tantos años, te atrapa en su devenir diario. El Bósforo oculta la caída del sol, y otra jornada concluye. Hacke se aleja. La narración concluye. ★★★★★1/2
Por Olalla Negrete
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.