THE SIX UNGRASPABLES
Comienza el capítulo con un flashback que, con cuatro trazos, nos remarca la falta de carácter de Lester y nos reafirma su naturaleza apocada y sin personalidad, capaz de ir a comprar unos calcetines y volver con una escopeta (ya sabemos qué uso se le dio, reforzando la idea de que todos los detalles son importantes, poco se deja al azar en esta serie). Además, constatamos que la misteriosa herida en la mano que lleva martirizando al personaje desde el principio se debe a un perdigón perdido en el fragor de la batalla.
De vuelta al presente, esta herida les será sumamente útil a los compañeros de celda circunstanciales de nuestro protagonista. Un poco de presión en el punto exacto y un calcetín servirán al más locuaz de los sicarios de Fargo para hacer que Lester cante la Traviata hasta con los coros. Convencidos de su inocencia en la muerte de Hess (al menos, como ejecutor), abandonan la celda con un nombre en el bolsillo: Lorne Malvo. Los caminos de este trío de asesinos promete cruzarse, con resultado bastante incierto.
Por su parte, Molly sigue dándole vueltas a la conexión de Lester con el presunto asesino, hasta que una pista la lleva a empezar a cuadrar el rompecabezas de forma que, aunque siga sin tener pruebas fehacientes, sí que las sospechas empiezan a apuntar sobre el viudo de una forma tan flagrante que ni siquiera el jefe de policía puede seguir mirando para otra parte. Así que, dado que lo tienen bastante fácil para interrogarle al estar entre rejas, se disponen a ello. Sin embargo, el destino vuelve a darle una nueva oportunidad de salir bien librado, aunque sea fruto de una infección causada por el perdigón que sigue alojado en su mano y que lo llevará de cabeza al hospital. De momento, la fortuna sigue aliada con este cobarde canalla.
No sólo Molly sigue luchando por sacar la verdad a la luz.
Gus tampoco se rinde y sigue dándole vueltas al fallido arresto de Lorne. Desvelado por la crisis de conciencia por haber dejado escapar al asesino en su momento, acabará recibiendo la inesperada ayuda moral de un desconocido vecino noctámbulo con ganas de cháchara en una escena 100% Coen. Así que decide ser proactivo y parte a buscar alguna pista de Lorne en el último lugar donde se topó con él: La casa de Stavros.
Mientras tanto, Lorne cumple su último cometido ejerciendo de guardaespaldas de Stavros mientras el empresario va a buscar el dinero del chantaje, que acabará en sus turbios bolsillos, no sin antes asegurarse con su habitual sorna de que su socio forzoso no mete la pata. Nada mejor que vigilar de cerca los futuros dividendos de un
"trabajo bien hecho". Al dejar a Stavros se percatará de la presencia de Gus, al que sigue de vuelta a casa. Ya tiene localizado dónde vive su perseguidor y se dispone vigilar a su vigilante hasta que se topa con el vecino noctámbulo ejerciendo de
patrulla de barrio.
La confrontación verbal es de las que hacen saltar chispas, enfrentándose en un duelo dialéctico casi como fuerzas opuestas del Bien y el Mal, hasta que Lorne finalmente cede y se marcha.
De nuevo, un buen episodio lleno de humor negrísimo y diálogos brillantes. Las piezas siguen avanzando por el tablero; unas se van encontrando poco a poco, mientras que otras se van viendo cercadas en posiciones peligrosamente cercanas al jaque, aunque en muchos casos ni siquiera lo sepan.
Por Antonio Santos
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).