Que la nueva hornada de series están convirtiendo a estos tiempos difíciles que nos han tocado vivir en la nueva Edad de Oro de la televisión es un hecho contrastado. Cada poco tiempo nace un nuevo producto televisivo que nos engancha irremediablemente a base de calidad, y cada vez son más los actores cuya carrera está más relacionada con el cine que dan el salto a la "hermana pequeña". Este es el caso de
Ray Donovan.
La premisa de la serie es de lo más atractiva. Para los que alguna vez nos hemos planteado la pregunta "¿Cómo será la vida del
Señor Lobo de
Pulp Fiction una vez que deja resuelto uon de sus incómodos encargos?", aquí podemos encontrar una posible respuesta. Y es que el protagonista se dedica principalmente a limpiar los trapos sucios de los famosos de Los Ángeles. Dentro de una agencia de representación de famosos (deportistas, músicos, estrellas del cine y la televisión, etc.) de alto standing se encarga de barrer debajo de la alfombra los excesos y las meteduras de pata de sus clientes. No es el más simpático, ni el más empático, ni el que te va a dar un abrazo cuando la cagas como un campeón. Pero es el mejor en su trabajo. Evidentemente, la eficacia prima sobre los métodos, no dudando en traspasar los límites de la legalidad cuando la situación lo exige y afrontando casos de chantaje o la repentina aparición de cadáveres incómodos con la naturalidad de quien va a hacer la compra. En sus trabajos, Donovan contará con la ayuda de Avi, un antiguo agente del Mossad israelí y músculo del equipo y de Lena, encargada de trabajos más sutiles aunque en su vida personal tenga cierta tendencia a resolver los problemas a las bravas.

Sin embargo,el éxito profesional no tiene su contrapartida en su vida personal. Reside en una zona exclusiva de la ciudad, tiene una situación de lo más acomodada y una familia de ensueño, con una esposa inteligente y con carácter y dos hijos adolescentes poco conflictivos. Sin embargo, su carácter frío y reservado hace que por momentos sea prácticamente un extraño para ellos, al mantenerlos completamente al margen de parte de su pasado y de la naturaleza de sus actividades laborales, lo que da lugar a frecuentes tensiones en el seno de la familia. Tampoco es fácil la relación con sus dos hermanos, para los que es una figura prácticamente paternal. Uno de ellos es un ex-boxeador víctima del Parkinson, mientras que el más joven ha visto su vida marcada por abusos sexuales en la infancia, que le provocan una alarmante inestabilidad mental. La vida de Ray terminará por irse directamente al infierno cuando su odiado padre sale de la cárcel y vuelve decidido a recuperar la relación con sus hijos. La llegada del patriarca de los Donovan sacará a la luz fantasmas del pasado largamente enterrados que amenazan con llevarse por delante todo lo que Ray ha logrado construir en los años en los que ha estado encerrado.
Vamos descubriendo poco a poco retazos del pasado del protagonista, con una complicada infancia en Boston marcada por un padre violento y dado a todo tipo de excesos, los abusos de un cura pederasta y la vida en un entorno dominado por las bandas. Estos fantasmas del pasado tendrán sus repercusiones en el presente, entrando en una espiral de violencia y decisiones desesperadas de la que cada vez resulta más difícil salir. De esta forma, el drama alrededor de Ray se va entrelazando de forma genial con los esperpénticos casos con los que tiene que lidiar a nivel profesional, proporcionando una agradable vía de escape al espectador. La comedia y el drama se fusionan perfectamente, consiguiendo que pasemos de la sonrisa al asombro en un parpadeo.

Famosos con tendencia a meterse en berenjenales mediáticos, estrellas infantiles con vidas poco ejemplares y desquiciados ejecutivos se mezclan con asesinos a sueldo, policías corruptos y mafiosos con pocos escrúpulos en un cocktail de lo más peculiar que hace que cada capítulo nos depare más de una sorpresa y nos deje con las ganas de ver el siguiente. A esto contribuye también un reparto de campanillas. El protagonista está interpretado por un buen Liev Schreiber al que estos papeles de tipo duro como el pedernal sientan como un guante, y sabe darle al personaje los matices que necesita, sobre todo en las ocasiones en las que Ray se siente superado por las circunstancias y se quita la máscara mostrando su lado más vulnerable. Sin embargo, el que se convierte en el auténtico robaescenas de esta serie es Jon Voight interpretando al padre de Ray y metiéndose en la piel del caradura carismático que, a pesar de que sabemos que en el fondo es un mal bicho, traidor y pendenciero, no podemos evitar que termine cayéndonos bien y reirnos con sus ocurrencias y su verborrea. Un personaje difícil al que sabe darle su humanidad en una interpretación que le reportó un merecido Globo de oro como actor de reparto. Secundando a la pareja, un elenco de actores procedentes del mundo de la televisión y el cine, entre los que destacan unos siempre geniales Elliott Gould y James Woods pasadísimos de vueltas.
En definitiva, una serie de indudable calidad que sigue constatando la presencia cada vez mayor de
Showtime en el exigente panorama televisivo de Estados Unidos. Con una segunda temporada firmada, seguiremos atentos a las desventuras de Ray Donovan en el extravagante circo de Los Ángeles.
Por Antonio Santos