Una vez asegurada la continuidad de la serie comienzan a verse las implicaciones de lo sucedido en el episodio piloto. Por una parte, Lester ha salido ya del hospital y nadie sospecha de su participación en el asesinato de su esposa... salvo la perspicaz ayudante Molly Solverson. Lástima para ella que el nuevo jefe de policía está más preocupado por decorar su nuevo despacho que por prestar atención a las evidencias de que algo huele a podrido en la declaración de Lester. Su relación con el aún misterioso desconocido del hospital (responsable de las otras muertes) hace saltar las alarmas de la sagaz Molly, aunque
su insistencia en perseguir a Lester contra los deseos de su acomodado e inútil jefe le costarán verse apartada del caso. Sin embargo, lo que ignora es que su nuevo cometido está íntimamente relacionado con el crimen en cuestión: Investigar el origen del cadáver desnudo encontrado congelado en la carretera. El propio Lester empieza a crear su imagen de afectado viudo, cosa a la que le ayuda su patetismo natural. Tras abandonar el hospital comienza a vivir con la familia de su hermano, aunque
no puede evitar volver a su casa y recrearse ante el martillo con el que abrió la cabeza a su mujer, y que esconde en la lavadora.
Mientras tanto, el aún anónimo asesino a sueldo Lorne va en busca de su nuevo encargo. Stavros Milos "El rey de los supermercados" le contrata para encontrar a un chantajista que le exige dinero, ante los evidentes celos de su jefe de seguridad al ver cómo no le dejan investigar el caso. La escena en la que Lorne va a recoger su encargo a Correos es antológica, digna de haber sido protagonizada por el mismísimo Anton Chigurh. Al igual que la reacción de Lorne cuando el jefe de seguridad se presenta en su hotel para amenazarle. Antológica.
En sus primeras investigaciones, nuestro nuevo asesino favorito ya encuentra evidencias del autor del chantaje, tan cutre como estos personajes que se nos van presentando fieles al inconfundible y surreal espíritu de los Coen. La confrontación con Lorne promete ser hilarante.
También se nos presentan dos nuevos sicarios a los que el Sindicato de Fargo ha enviado a investigar la muerte de Sam Hess. Y es que parece que el empresario del transporte estaba relacionado con este sindicato mafioso dedicado al noble arte del tráfico de armas y otras lindezas. Una pareja de personajes de los más "coeniano". Uno de ellos es sordomudo, aunque parece que es quien lleva la voz cantante en las acciones de la pareja. El otro se encarga de traducirle las conversaciones con sus interlocutores en la búsqueda del asesino.
Finalmente demostrarán ser tan torpes como brutales, ya que atraparán al hombre equivocado y, claro, tendrán que deshacerse de él. Una escena reveladora en la que asistimos a un método infalible para hacer desaparecer a una persona en la fría Minnesota.
Por su lado,
el policía interpretado por Colin Hanks sufre una crisis de conciencia al haber dejado escapar a Lorne para salvar su vida. Sin confesárselo a las claras a su hija, sí que intenta acallar su conciencia comentándole que es padre antes que policía, y su principal trabajo es hacer lo posible para poder seguir cuidando de ella. Sin duda, este personaje se desarrollará más en el transcurso de la serie, aunque protagoniza otro divertido y absurdo "momento voyeur" con su sexy vecina.
En resumen, siguen las buenas sensaciones del episodio piloto, aunque aquí podemos constatar cómo la trama se va a repartir de forma coral entre los diferentes personajes que poco a poco vamos conociendo y que irán ganando protagonismo, como ese jefe de policía zoquete interpretado por el robaescenas Bob Odenkirk (Saul Goodman en
"Breaking Bad") o el padre de Molly, y voz de la experiencia, al que da vida una leyenda como Keith Carradine.
Por no hablar de los múltiples detalles que llenan cada plano y que dan un transfondo inusual a la serie. Los segundos planos son pura ironía. Por ejemplo, podemos ver cómo en el interrogatorio en casa de Lester el jefe de policía defiende la teoría de que los asesinatos no están relacionados, sino que son fruto de la casualidad mientras, en segundo plano, cuelga un cartel con el lema
"Todo ocurre por una razón". Detalles como estos son los que miden la calidad de esta serie y la hacen más que disfrutable.
Por Antonio Santos