NO ROOM AT THE INN
Fabuloso episodio el de esta semana. La capacidad de sufrimiento y sadismo (sobre todo emocional, aunque en ocasiones también físico) que esta serie es capaz de aplicar a sus personajes alcanza cotas denunciables a la comisión de derechos humanos. Y nosotros, sádicos catódicos y vampiros emocionales en las horas libres, lo disfrutamos enormemente. En el fondo, dotados de un masoquismo potencialmente latente, alucinamos poniéndonos en la piel y sufriendo con los protagonistas. En este caso, al igual que en la primera temporada, encontramos un episodio centrado en las vicisitudes del reverendo Matt Jamison, enfrentado a situaciones capaces de hacer tambalear la fe de cualquiera.
Comienza el episodio con una versión depresiva del
Día de la marmota. Matt parece
atrapado en el tiempo cuando una y otra vez se obliga a sí mismo a vivir el mismo día: se despierta a una hora concreta, desayuna viendo la grabación nocturna de Mary (por si acaso tiene un nuevo episodio de consciencia), asea a su mujer, hace la compra, va a la iglesia, cocina la misma comida... así un día tras otro hasta que una mañana comienza a sufrir síntomas de agobio y desesperación.
No puede comprender por qué Mary no ha vuelto en sí ni siquiera un minuto desde la primera noche que pasaron en Jarden. Vemos entonces que la decisión de vivir una y otra vez el mismo día es plenamente consciente. Está repitiendo paso por paso cada acto, cada detalle del día en que llegaron a la ciudad para intentar que se reproduzca la recuperación de su mujer sin éxito. ¿Dios lo está poniendo a prueba?
¿Está condenado a vivir eternamente con la duda de si pasó en realidad o tal vez fue un sueño? Todo cambiará en una visita a Austin para una prueba médica. Los resultados de los análisis ofrecen una sorpresa del todo inesperada: Mary está embarazada. Sin embargo, lo que para él es una clara prueba de que su noche de amor fue real (parece que hubo más que palabras durante las horas de recuperación de Mary) no hace sino convertirlo en un pervertido a los ojos del resto del mundo, empezando por los propios médicos.
Como prueba de que el hombre, sobre todo el
hombre recto, tropieza dos y mil veces en la misma piedra, de nuevo un gesto amable le termina costando caro.
Pararse en la carretera para ayudar a un hombre y su hijo cuyo coche se ha averiado le costará una buena paliza, una mano rota y la pérdida de sus pulseras de ciudadanos de Jarden. En un sólo instante se han convertido en unos parias. Y de nuevo entra el elemento sobrenatural en juego.
Tras la paliza, Mary lo saca de su inconsciencia con una sola frase: "llévame a Miracle o el niño morirá". De nuevo entra en juego la eterna confrontación entre la realidad y la ensoñación. ¿De verdad la mujer ha salido brevísimamente del coma que sufre, o se trata de la maltratada psique de Matt? Este elemento volverá a ponerse sobre la mesa más adelante, cuando es otro de esos personajes raros que circulan por la nueva sociedad quien se convierte en inesperado altavoz de los pensamientos de Mary para volver a avisarle de la necesidad de volver pronto a la ciudad so pena de que su hijo nonato sufra las consecuencias del despropósito en el que se encuentran sumidos.
Tras un sufrido viaje a pie de kilómetros empujando la silla de ruedas de su esposa por fin llegan a las puertas de Jarden, aunque se verán enfrascados en la burocracia y las restrictivas normas para poder volver a reclamar su puesto en la ciudad. Sin pulseras, se convierte casi en un imposible obtener de nuevo el permiso de residencia. Kevin lleva un comodín que puede facilitar el trámite con una sola palabra: John Murphy.
Sin embargo, lo que tiene lugar es una de las grandes escenas del episodio y de lo que llevamos de temporada. Un cara a cara entre Matt y John que se convierte en una lucha entre el bien y el mal; la luz y la oscuridad; dos polos opuestos condenados a no entenderse. Las exigencias de John al enterarse del embarazo de Mary son claras y durísimas. La única forma de que entren en la ciudad es que Matt confiese que dejó embarazada a Mary en un momento de debilidad carnal siguiendo ella inconsciente.
No hay milagros en Miracle y no está dispuesto a que nadie defienda ni alardee de un hecho fuera de lo común como la recuperación momentánea de la mujer.
Aunque cede inicialmente, una sola pregunta dirigida a John los pondrá de patitas en la calle: "¿Qué te ha pasado para odiar tanto este lugar?". Muchos son los secretos que alberga la oscura alma de Murphy, entre ellos esa persecución hacia todo lo que parece sobrenatural en SU ciudad, como ya vimos con el incendio de la casa y expulsión del adivinador.
De esta forma, comienza toda una odisea a través de la comunidad que se ha montado en las afueras de Jarden, una especie de nueva Sodoma construida a las puertas de la salvación donde no existe ley ni orden y todo comportamiento es posible; un lugar infecto donde una mano amiga puede no ser sino la portadora de una puñalada por la espalda y el pobre Matt vivirá momentos y situaciones de lo más surrealistas para encontrar una vía de colarse en la ciudad. Sin embargo, la salvación se presentará inesperadamente con la forma de su hermana Nora. Kevin y ella ponen en marcha una argucia para colar a sus amigos en el maletero de su coche, hasta que se topan con un accidente imprevisto: el coche del hombre que robó las pulseras yace a un lado de la carretera con el cadáver del conductor en su interior mientras su hijo contempla la escena escondido muerto de miedo y sin saber qué hacer. Aquí Matt volverá a coger el toro por los cuernos en una decisión valiente y fiel a sus principios: dejar a Mary al cuidado de Nora y renunciar a su recuperada pulsera en favor del chico, a quien entregará a Murphy dando lugar a un nuevo careo del que sale como vencedor el reverendo dejando al bombero una advertencia: "Cuando Mary vuelva en sí volveré, y entonces tendremos otra charla". Con la fe recobrada, a Matt sólo le queda emprender el difícil camino a la redención purgando la culpa que siente por haber sucumbido a la tentación en un doloroso y ultrajante acto de escarnio público.
En definitiva, un capítulo espléndido que sigue convirtiendo a estos Leftovers en una de las series de referencia de la temporada. Si algo destaca, además de los guiones trabajados y la emoción pura que destila cada capítulo, es una labor actoral que nunca baja el pistón pero que además, cuando ganan protagonismo las interpretaciones sobresalientes de gente como Carrie Coon y Christopher Eccleston, uno se pregunta cómo es posible que no los tengamos encabezando todas las nominaciones.
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).