"TODOS LOS PUEBLOS TIENEN SU ELM STREET"
¿De qué va?
Freddy regresa, y para ello utiliza a un joven que sufre amnesia para ésta vez, acceder con un propósito a alguien muy cercano a su pasado.
Reparto
Robert Englund es Freddy Krueger
Lisa Zane es Maggie Burroughs
Yaphet Kotto es Doc
Impresiones
Rachel Talalay
Impresiones
Comienzos de la década de los 90. El crossover entre Freddy y Jason se prometía ya inminente, ahora que New Line Cinema se había hecho con los derechos del personaje creado por Victor Miller. El siguiente paso de la distribuidora era de lo más curioso: darles muerte a sendos serial killers en la gran pantalla, para dar luego paso a un enfrentamiento de proporciones satánicas. Era el momento idóneo, ahora que las dos sagas habían pasado a mejor vida en lo que a calidad y rentabilidad se refería.
El primero en agotarse, y por ello también el primero en ser ajusticiado, fue el propio Freddy Krueger. “Pesadilla Final: La muerte de Freddy” prometía ser la más espectacular de toda la franquicia, y así la vendieron sus productores. De hecho, está repleta de grandes ideas e ingeniosas vueltas de tuerca. La cinta hace uso de una excelente baza argumental, los demonios del sueño, que sirve a la vez para explicar el carácter sobrenatural y eterno del asesino y para justificar cómo matarle definitivamente. Pero también se beneficia de detalles tan agradecibles para los fans del género, como ese Springwood desquiciado ante la ausencia de niños, o divertidos homenajes a filmes como El mago de Oz.
Las muertes en esta entrega ya cruzan la línea del ridículo, como la escena del videojuego, pero poseen un buen trabajo de maquillaje y efectos, obra, entre otros, de John Carl Buechler, que había dirigido con anterioridad “Viernes 13. Parte VII”. En el reparto, caras posteriormente conocidas, como las de un debutante Breckin Meyer (“Road Trip”, “Clueless”), y otras emergentes que no acabaron de despuntar, como la de Lisa Zane ( “Malas influencias”), así como cameos de Johnny Depp o Alice Cooper y la presencia de un secundario de lujo de los 80 como Yaphet Kotto (“Alien”, “Perseguido”), o los cómicos Tom Arnold y Roseanne Barr, por aquel entonces conocidísimos gracias a la serie Roseanne. Y a la banda sonora, el australiano Brian May, autor de los scores de las dos primeras partes de “Mad Max”, que firma un trabajo sencillo pero efectivo.

Y a pesar de todos estos alicientes, estamos más que nunca ante una propuesta hecha por productores. Tras la cámara, la hasta entonces productora Rachel Talalay, quien también coescribe el guión junto al productor Michael de Luca (“American History X”, “Magnolia”, “Cincuenta sombras de Grey”). Esto tiene una incidencia directa en el resultado del film, ya que éste debía dar al público lo que quería, y sus buenos giros argumentales importan más bien poco si lo que se busca es vender el producto.
Así, lo más triste de este desenlace del personaje es que desaprovecha al máximo sus potentes ideas, y al final se vuelve más rutinaria de lo que su prometedor punto de partida argumental sugería. La forma de acabar con Freddy es previsible –de nuevo el recurso de sacarle de los sueños al mundo real- y acaba echando por tierra todos los posibles logros de la película, que además termina volviéndose incongruente y pierde el rumbo en el instante en que entrelaza el mundo real y el onírico y los confunde hasta niveles exagerados. Al menos, eso sí, tiene la inteligente y divertida ocurrencia de marcar el paso de un universo a otro a través de las gafas 3D, que anuncian también cuándo el público debe hacer uso de las suyas.
Lo que Talalay nos brinda puede que sea entretenido si no se tienen demasiadas exigencias, pero no sabe jugar nada bien con las buenas cartas que le han tocado, y acaba convirtiéndose en un desenlace apresurado y demasiado flojo para el personaje. Freddy Krueger merecía algo más digno que esos créditos finales que realizan un repaso por las seis entregas de la serie hasta el momento como icono que es. ★★★★★
Por Gerardo Medina
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.