RHINOCEROS
Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, la serie ha ido consolidándose marcando su estilo y planteando un escenario que capítulo a capítulo se ha ido haciendo cada vez más agobiante. La sensación de que todo se va a ir al cuerno de un momento a otro sigue creciendo y, una vez pasado el ecuador de la temporada, comienza a incrementarse el olor a sangre derramada y pólvora quemada. Estamos posiblemente ante el mejor capítulo de lo que va de temporada, lo que es mucho decir. Una vez asentadas las bases y realizados los movimientos de tanteo en el tablero ha llegado la hora de pasar al ataque para hacerse con la partida cuanto antes. El título de este episodio vuelve a tener, como no, reminiscencias literarias. Hace referencia a una de las obras cumbres de Ionesco, uno de los padres fundadores del Teatro del absurdo. El texto remite a un protagonista que, pese a ser considerado por sus convecinos un borracho y un bala perdida, poco menos que la sombra de un hombre, se convierte sorprendentemente en el único capaz de sobreponerse a un acto terrible. De ahí que en este episodio tengamos también a un protagonista de excepción que se ganará todo nuestro cariño y aplauso. Comencemos.
El capítulo no ofrece ninguna pausa. Tras el final del episodio anterior la situación se empieza a poner de lo más caliente. Lou Solverson se deja de juegos y procede a detener a Ed por los sucesos ocurridos en la carnicería, pese a la vana insistencia tanto de Peggy como del propio Ed en negar su participación en la muerte de Rye Gerdhart. Mientras Lou lleva al detenido a la comisaría, su suegro el Sheriff Larson será el encargado de interrogar a Peggy. Ninguno de los dos anticipa que esa noche será una de las más largas y tensas de su vida. Una vez en comisaría, Ed se encuentra con un compañero bastante especial. Ni más ni menos que Charlie Gerhardt, detenido por el intento de asesinato del carnicero.
La noticia acaba llegando al padre del chico y, evidentemente, no le sentará nada bien. Aquí tenemos por fin el enfrentamiento directo que tanto se ha ido mascando entre Bear y Dodd, que no se arrepiente de su decisión de enviar a Charlie para hacer el trabajo al demostrar más huevos que su padre. La pelea entre ambos la cortará Hanzee escopeta en mano. Queda clara la lealtad absoluta del indio hacia Dodd. La posterior represalia del hermano mayor en forma de humillación sangrante y pública la corta de raíz la matriarca del clan. Es el momento de estar más unidos que nunca, así que encargará a sus hijos una misión que completar esa misma noche. A Bear, recuperar a Charlie y devolverlo a casa; a Dodd, acabar con el "carnicero de Luverne" y vengar a Rye de una vez por todas. El clan Gerhardt al completo armado hasta los dientes viajando a toda prisa hacia Luverne nunca puede ser sinónimo de buenas noticias. Sin embargo, su partida no queda en el anonimato. Simone, que cada vez atesora más odio e inquina hacia su padre, avisa a Mike Milligan de la marcha de su familia y le deja un recado para Dodd: "Antes de matarlo, dile a mi padre que me bese el culo".
Ajenos al estado crítico de la situación, Lou y Hank Larsson comienza en paralelo con sus interrogatorios. Este último, con su típica calma y amabilidad, prácticamente tiene a Peggy contra la pared a punto de confesar cuando hacen su aparición los Gerhardt en busca del carnicero. Un equilibrio tenso en el que las pistolas están siempre a milímetros de salir de sus fundas hasta que Hanzee, más listo que ninguno, abate al Sheriff por sorpresa. En este punto, al enterarse de que Ed está detenido, Dodd se queda para registrar la casa mientras Bear parte en busca de su hijo y su venganza. Mientras tanto, Lou ha llegado a un punto muerto en su interrogatorio. Ed se empeña en pedir un abogado, y las opciones son mínimas. Sólo hay un letrado en el pueblo, uno de los borrachines veteranos de guerra compañeros de Lou. Entra en acción el único e inimitable Karl Weathers para solaz del espectador dando lugar a la escena más auténticamente hilarante que he podido contemplar en mucho tiempo. Un dechado de ritmo, líneas de diálogo brillantes y ampulosas sentencias llenas de metáforas que convierten a este entrañable borrachín en uno de los grandes personajes de esta serie desde ya. Sin embargo, la risa se congela en la cara cuando, tras terminar un trabajo tan rápido como impecable, Karl vuelve a la calle y se encuentra al clan Gerhardt sitiando la comisaría. A la par, una patrulla de linchamiento y una banda al rescate (a la fuerza) de uno de sus miembros.
La tensión se palpa en el ambiente en los dos cursos de acción haciendo imposible apartar la vista de la pantalla. En casa de los Blomquist, Peggy demostrará tener un par de bemoles cogiendo el toro por los cuernos y arreglándoselas para librarse de Dodd y sus hombres. También se demuestra de paso que el mayor de los Gerhardt no es precisamente una lumbrera. En paralelo asistimos al asalto a la comisaría al más puro estilo western. Lou consigue escapar con Ed antes de que el ladino Hanzee consiga acabar con ellos, ganándole la partida por segundos. Sin embargo, surgirá un héroe inesperado. Un veterano capaz de mirar a la muerte a la cara sin torcer el gesto; un profesional cuya cháchara inagotable demuestra estar cargada de mucha razón y argumentos de peso. Karl y Bear frente a frente, en un duelo en el que la palabra logrará vencer al hierro y el plomo gracias a un argumento de peso: un padre haría cualquier cosa por el bienestar de su hijo.
Todo parece haber salido bien para los habitantes de Luverne... aunque Hanzee sigue su camino de vuelta a la casa de Ed para cumplir con la voluntad de Todd y exterminar a los Blomquist. Sin embargo, la derrota moral de los mafiosos al no conseguir ninguno de sus objetivos no será lo peor que le ocurra a la familia. Milligan se ha aprovechado de Simone y, constatando que la chica le importa un pimiento, se presenta junto con un batallón de hombres en casa de los Gerhardt aprovechando la ausencia de efectivos y acribillando a tiros todo lo que se le cruza por delante. ¿Se habrá librado la cada vez más poderosa Molly?
En definitiva, un episodio impresionante. Todo raya en la excelencia: diálogos brillantes, interpretaciones de altura, planificación asombrosa de cada escena, montaje exquisito haciendo gala de un uso de la pantalla partida para quitarse el sombrero, fotografía, música... Un compendio de virtudes que, de mantenerse a este nivel (y nada hace pensar lo contrario) nos dejará una seria candidata al trono de Serie del año.
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).