"LOS NIÑOS... SIEMPRE SON UNA DECEPCIÓN"
¿De qué va?
Desde que las pesadillas acabaron, Alice vive plácidamente a esperas del nacimiento de su bebé. Sin embargo, Freddy Krueger está a la espera para cobrarse su venganza y apoderarse del alma del pequeño.
Reparto
Robert Englund es Freddy Krueger
Lisa Wilcox es Alice
Danny Hassell es Dan
Kelly Jo Minter es Yvonne
Dirección
Stephen Hopkins (Volar por los aires)
Impresiones
Cinco películas en seis años. Ése era el ritmo de las pesadillas cinematográficas de Freddy Krueger, con el que New Line Cinema había descubierto una exitosa baza a explotar de cara a la taquilla. Con esta tendencia, que era habitual en cualquiera saga de género de rentabilidad asegurada, lo lógico era que la fórmula comenzase ya a desfallecer, que cada entrega fuera en decadencia argumental con respecto a su predecesora.
Y así ocurre con Pesadilla en Elm Street 5: El niño de los sueños, donde los productores ya dan absoluta rienda suelta al personaje de Robert Englund y sus cada vez más espectaculares asesinatos. Espectaculares visualmente hablando, para entendernos. Porque esta película ya cuenta en sus filas con el trío formado por Robert Kurtzman, Howard Berger y Greg Nicotero, todos unos especialistas dentro del campo de los efectos visuales y el maquillaje, que juntos habían dado forma y vida a las criaturas de filmes como Terroríficamente muertos, House III, Hidden o El terror llama a su puerta, entre otras. Unos maestros que con el presupuesto adecuado hacían maravillas. Y es que en esta nueva pesadilla, la mayor parte de los costes ya iban dedicados a asegurar las muertes más impactantes y originales. Así, tenemos grandes momentos, como la fusión hombre-motocicleta o la escena del banquete mortal, así como asistir al renacimiento de Freddy o ese juego con las escaleras infinitas del “Relativity” de M.C. Escher.

Lo demás está prácticamente de más. La idea era contratar a profesionales con poca experiencia para abaratar costes y destinarlo todo a los efectos. El guión de Leslie Bohem, que antes escribió House III y después haría lo propio con Sin escape (Ganar o morir) o Pánico en el túnel, sigue de nuevo la dinámica de Viernes 13 de aprovechar a los supervivientes de la anterior para asesinarles en la presente y así activar la trama. Aquí, Lisa Wilcox vuelve a ser Alice, aunque la importancia radica en el hijo que crece en su interior y no en los poderes que ganó en su predecesora, los cuales parece que el guionista olvida totalmente, además de recurrir a la previsibilidad en su onírico desenlace, un recurso ya demasiado exprimido por la franquicia.
Tras la cámara, un primerizo, y manipulable por parte de los productores, Stephen Hopkins, que luego se convertiría en mercenario de la industria, con filmes tan destacables como Depredador 2, Los jueces de la noche, Los demonios de la noche o la infravalorada Perdidos en el espacio. Un cineasta que hizo lo que se le pidió, pero que aún así da momentos tan memorables como el comienzo en el manicomio o las hitchcockianas referencias a Los pájaros y Psicosis. Y a la banda sonora, Jay Ferguson, antiguo músico de rock de los años 60 y 70, que continuaría la senda del anterior capítulo, dando esta vez mayor importancia al rock duro o al heavy metal antes que al score en sí.

En definitiva, un producto prefabricado para la taquilla, donde lo relevante era ofrecer pesadillas originales y sangrientas al público –tanto que nos llegó con escenas censuradas-, antes que una historia solvente que supusiese una vuelta de tuerca a la franquicia. Una repetición de los esquemas de la anterior, que no obstante resulta tremendamente entretenida, y que decepcionó a sus responsables en términos económicos. El público no es tonto, y el final de Freddy estaba más cerca de lo que pensaban. ★★★★★
Por Gerardo Medina
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.