Comienza la esperada segunda temporada de esta serie, y lo hace con un serio handicap: Pese a contar con una trama y unos personajes completamente independientes de la temporada anterior, el buen sabor de boca que dejó su predecesora y la indudable excelencia técnica y artística de que hizo gala supone que las comparaciones son odiosas y pueden hacerle un flaco favor a esta nueva entrega. Sin embargo,
este primer episodio ya nos basta para asegurar que, pese a que la sombra del dúo Pizzolato y Fukunaga es alargada, la cosa promete (y mucho).
Todo cambia para que todo siga igual. En este sentido, lo que cambia es fundamentalmente la linea temporal (el presente) y el escenario, pasando de un marco tan potente como la rural y pantanosa Louisiana (con ese aroma a territorio perdido en el tiempo y en el espacio) a otro no menos cinematográfico como la soleada California. Sólo que en esta ocasión poco vamos a disfrutar del Sol y la playa.
Fiel al estilo Pizzolato, nuestro sentidos asistirán a un desfile de almas en pena destrozadas moralmente en una trama que destila aroma a puro cine negro, a corrupción, sudor y podredumbre en cada línea del guión. La intro nos viene a remarcar estos dos aspectos. adquiriendo sus acordes tonalidades más rockeras pero igualmente oscuras y pesimistas. De esta forma, no vamos a tener conversaciones existencialistas y misticismo lovecraftiano, pero sí un argumento potente y unos personajes jodidísimos que de forma implícita claman al cielo una redención imposible.
Este primer episodio sirve como preludio y presentación de los diferentes protagonistas de la trama:
- Frank Semyon, mafioso local que opera en la ficticia ciudad de Vinci y alrededores. Como suele pasar con los hampones locales, el paso de los años le ha hecho madurar y buscar horizontes más fructíferos e incluso con vías de legalidad a largo plazo que dejar en herencia a sus descendientes a través de la especulación con contratos públicos y políticos corruptos. Está en un punto crítico de su pelotazo, para lo que necesita mejorar en las artes de lamer los culos, imprescindibles para conseguir los apoyos que necesita. Cuenta con la ayuda de su "lady Macbeth" particular, una esposa que conoce a la perfección los terrenos pantanosos de la hipocresía y las corruptelas. Sin embargo, todo el plan se pone en peligro cuando una de las piezas fundamentales del mismo, el podrido Administrador de la ciudad Ben Caspere, desaparece misteriosamente.
- Ray Velcoro, detective de la policía local que vive sumergido en una botella desde que un traumático suceso familiar de su pasado y una oscura venganza voltearon completamente su vida. Desde entonces, trabaja como matón para Semyon, con el que tiene una malsana relación. Además de resolver un asuntillo con un periodista con la molesta tendencia de sacar a la luz información peligrosa, el mafioso le encargará investigar la desaparición de Caspere. Los flashbacks nos servirán también para constatar que, bien lavado y peinado, Colin Farell parece otro.
- Ani Bezzerides, detective de la oficina de Sheriff del condado de Ventura cuya única vida consiste en una dedicación religiosa al trabajo, ya que fuera de él sus hobbies tienden a centrarse en una mesa de blackjack, una botella de güisqui barato y relaciones sexuales sin muchos miramientos (cosa que ya sabemos que levanta ampollas entre determinados sectores de la sociedad estadounidense). Juguete roto fruto de una infancia con pocas alegrías, vive marcada por su difícil relación con una hermana metida en el mundo del porno y la prostitución y un padre gurú de una comunidad new age que no le hace ni puñetero caso.
- Paul Woodrugh, patrullero motorizado y antiguo soldado a quien un suceso de guerra ha trastocado ferozmente. Completamente vacío e incapaz de enfrentarse a una vida normal (incluso necesita echar mano de "la pastilla azul" - y no precisamente la de Matrix - para mantener relaciones sexuales con su chica), sólo es capaz de desconectar a lomos de su moto, esté de patrulla o no.
Este capítulo servirá para presentarnos a cada uno de estos personajes y dejarnos claro que no son precisamente la alegría de la huerta. Al final del episodio,
las vidas de todos ellos comenzarán a cruzarse cuando Paul, en uno de sus impulsos suicidas a lomos de su moto, se topa accidentalmente con el cadáver de Caspere abandonado en un recodo de Mulhollan Drive; para más inri, al pobre además le han sacado los ojos. U
n escenario del crimen que reúne a los tres policías por primera vez y abre una relación que tiene pinta de ser de lo más movida.
Por lo demás, la principal diferencia con respecto a la primera temporada estriba en la dirección. No se nota en ningún momento un toque personal por parte de Justin Lin, sino que éste parece querer desprenderse de sus tics y someterse a un vano ejercicio de imitación Fukunaga. Poco destacable de momento este apartado, aunque con tres escenas muy logradas: el paseo en coche del cadáver de Caspere homenajeando al film de Lynch con unos encuadres que recuerdan al
maestro y una música que es puro Badalamenti, el encuentro final entre Ray y Frank en un bar con aroma a alcohol rancio y cargado de elegante nostalgia y la visita de Ray al pobre incauto que le hace Bullying a su hijo.
En resumen, un comienzo prometedor para esta temporada que nos deja con ganas de seguir indagando en las podridas almas de sus habitantes. ¡Ah! Y sí, Taylor Kitsch enseña el culo.
Por Antonio Santos