El cine de género goza de muy buena salud en nuestro país. Si bien no se le suele dar mucha cancha, apartándolo habitualmente de la lucha por los premios por los (inexplicables) prejuicios hacia el llamado "cine de evasión", en los últimos años ha hecho crecer las recaudaciones y ha encumbrado internacionalmente a directores de la talla de Jaume Balagueró, Rodrigo Cortés o el director de la película que nos ocupa, Daniel Monzón.
Porque no hay que perder de vista que esta modélica cinta de "policías y ladrones" está siendo distribuida ni más ni menos que por Fox y que su director, desde el humilde punto de vista de quien suscribe, es sin duda uno de los grandes talentos de su generación, con una progresión tras la cámara pausada pero segura. Sin embargo, dinero manda. Y en este caso se nota que ha tocado plegarse a las exigencias de una de las productoras (Telecinco Cinema), cuya influencia en trama y casting pesa como una losa. Pero ya profundizaremos sobre ello más adelante.
La película parte de una premisa poco tratada en nuestro cine y bastante atractiva, ambientada en esa doble frontera gaditana; por un lado con la británica Gibraltar y por el otro con Marruecos, apenas separada de las costas españolas por unos kilómetros de mar. De esta forma,
el arranque de la película no puede ser mejor, siguiendo las investigaciones de una pareja de policías españoles que llevan años persiguiendo una red de tráfico de cocaína que involucra a un misterioso inglés que reside en Gibraltar y al que no consiguen atrapar. Como si de una partida de ajedrez se tratase, ambos bandos mueven sus piezas de forma que cada movimiento puede suponer un avance para ganar... o un farol del contrincante para asestarte un golpe mortal. Si además entran en juego las violentas mafias del este de Europa, la partida puede acabar con el rey decapitado.
Esta trama se desarrolla como una clásica película de espionaje, donde el enemigo puede estar donde menos lo esperas y es tan importante la acción sobre el terreno como las oscuras tareas de vigilancia y las noches sin dormir revisando pruebas mil y una veces.
Por otra parte, tenemos la historia de dos chavales que se meten en el mundo del narcotráfico casi por casualidad, pero no pueden evitar sucumbir a la tentación del dinero rápido, la emoción y la adrenalina de jugarse la vida siendo unos rebeldes con causa (la causa de los euros contantes y sonantes y una vida sin apuros). Aunque menos interesante que la trama policial, sí que esta parte nos ofrece los alicientes de sumergirnos en el mundo de los "gomeros", es decir, los que pasan la droga a través del estrecho en lanchas preparadas para tal fin. Un trabajo de documentación para quitarse el sombrero, aderezado por los maravillosos paisajes, usos y costumbres marroquíes.
Las dos subtramas, aparentemente independientes, se acabarán cruzando enriqueciendo la trama general. Nada se deja al azar, que es otra de las virtudes de la película. No se cruzan de forma caprichosa, sino que están muy bien pensadas para combinarse y encajar como piezas de un rompecabezas. Todo acción tiene asociada su correspondiente reacción. Además,
dejándonos escenas de persecución en alta mar excelentemente narradas y planificadas; dinámicas, tensas y emocionantes, no tienen nada que envidiar a cualquier superproducción del otro lado del charco.
Pero no todo es positivo.
Metida con calzador encontramos una subtrama romántica para solaz de la muchachada a la que se le ha vendido su ración de carne joven y fresca. Esta historia, que se lleva media hora larga a mitad de la película, a la postre no aporta absolutamente nada a la trama (si se cortara directamente ni nos enteraríamos, tal es su poco peso en el argumento). Al contrario, se acerca demasiado a la peligrosa linea en la que el espectador desconecta de la película y es difícil que se vuelva a enganchar a la trama. Pero es el peaje que hay que pagar cuando los ejecutivos de marketing imponen sus condiciones para financiar la película. Por ejemplo, buscar a un protagonista que pueda ser el nuevo Mario Casas e hincharse a forrar carpetas. Porque el pobre Jesús Castro bastante tiene con poner la misma cara de duro durante todo el metraje a base de marcar pómulos, ladear la cara y practicar la mirada
"Acero azul" de Derek Zoolander. Pero vamos, que la culpa no es suya, criatura. Cuando factores como la dicción o la naturalidad son secundarios para quien pone la pasta, los creativos tienen que lidiar con lo que les echan. Al menos, el personaje del mejor amigo del protagonista está muy bien perfilado y aporta un toque de humor y buen rollo muy agradecido en una trama tan dura. ¡Los puntazos de la relación con su novia son de nota!
Además, el plano actoral está ampliamente sostenido por la habitual calidad de los veteranos Luis Tosar, Eduard Fernández y Sergi López, muy bien acompañados por la siempre estimulante presencia de Bárbara Lennie. Una pena que esta chica no esté mejor aprovechada por nuestro cine, porque de tablas y fuerza va sobrada.
En resumen, un muy buen ejemplo de cómo en España se puede hacer otro tipo de cine si nos lo proponemos.
Un thriller notable, original, lleno de emoción y tensión que, pese a sus lastres impuestos, emerge con fuerza y garra en la cartelera y merece la pena disfrutar en las salas. Con media hora menos hubiera sido una película sobresaliente. Ojalá se siga apostando por un cine de género nacional. Gente capacitada no nos falta.★★★
★★1/2
Por Antonio Santos