FEAR AND TREMBLING
Tras plantear las diferentes ramificaciones de la disfuncional relación entre la familiar Gerhardt y la mafia de Kansas City y situar en el tablero a los diferentes actores que están metidos (bien directa o bien indirectamente) en el ajo, la tensión creciente llega a un punto de inflexión. Las cosas se empiezan a mover en Fargo y Luverne y, como un perpetuum mobile, una vez puestas en marcha todo indica que no van a parar hasta que estallen violentamente. Un episodio magnífico que no da tregua al espectador y en el que, además del habitual desarrollo de personajes, no faltarán las habituales constantes que se vienen repitiendo como notas al margen: la guerra y sus efectos sobre los que se ven inmersos en ellas, los OVNIs, Ronald Reagan y la literatura. En este caso, el título del episodio referencia al filósofo existencialista danés Kierkegaard cuya obra homónima defiende la teoría del punto de vista. Un mismo hecho puede verse de forma diferente siendo parte del mismo o un tercero que lo observa desde fuera. El matrimonio Blomquist será protagonista en este sentido.
El comienzo del episodio vuelve a incidir en forma de flashback en el pasado de uno de los protagonistas para darle profundidad. En este caso asistimos a la (sangrienta) toma de poder de Otto Gerhardt, que reclama su lugar protagonista en la jerarquía mafiosa de Fargo a sangre y fuego, con la inesperada ayuda de su pequeño hijo Dodd. Aquí somos observadores de primera mano de la belicosidad y total falta de escrúpulos de Otto, quien no duda en utilizar a su pequeño como un arma. Una infancia marcada en sangre, así que no es de extrañar su actual carácter inestable y agresivo, mostrándose el final del episodio como el juguete roto que es en realidad. De vuelta al presente, el propio Dodd se encarga de ejercer como tutor en el lado oscuro de su sobrino tullido, quien sigue deseando involucrarse en las actividades delictivas de la familia pese a la insistencia de su padre por alejarlo del mundo criminal y darle estudios. Una lección que tomará como improvisados punching ball a algunos de los matones Kansas.

Este hecho irreflexivo y aparentemente aislado tendrá consecuencias imprevistas que afectarán a la reunión entre los Gerhardt y Joe Bullo (por parte de la mafia de Kansas). En primer lugar, sirve para que Joe le saque los colores a Floyd Gerhardt y le tire a la cara su contraoferta de alianza en lugar de compraventa. Si no es capaz de controlar a sus propios hijos cuando poco hay en juego, ¿quién le asegura que serán capaces de respetar los límites que se pacten sin subirse a las barbas de su madre? En segundo lugar, pone en juego su as en la manga: Mike Milligan tiene como amante ni más ni menos que a la hija de Dodd. Unas pocas frases sirven para evidenciar que Mike es un bastardo lleno de sabiduría y que, sin mucho esfuerzo, consigue que la chica le diga dónde van a llevar secretamente su abuelo para la rehabilitación. Resultado: un buen susto al enfermo patriarca de la mafia local, una declaración de intenciones de que Kansas no está dispuesta a que jueguen con ellos y la chispa que faltaba para encender la mecha del cartucho de dinamita que hay bajo Fargo. La declaración de guerra está servida por ambas partes y a partir de ahora hablarán las balas.
Mientras tanto, el cerco sobre los Blomquist se va cerrando. Nada mejor que un rastreador indio como Hanzee para perseguir las huellas del desaparecido Rye. Un mínimo rastro que primero le conduce al coche de los Blomquist y, de ahí, a descubrir la hebilla metálica de Rye, que había permanecido inadvertida entre las cenizas en la chimenea de la casa del matrimonio. Los pobres incautos no saben que una discusión conyugal por la mala utilización de los recursos económicos familiares es el menor de sus problemas. O mejor dicho, sí que lo sabe. Lou Solverson, que no es tonto, ha llegado a la misma conclusión tras no pasar inadvertida la visita a Luverne del matón de Dodd. De esta forma, les realiza a los Blomquist una visita de (poca) cortesía para incidir en tres hechos: 1) Sabe la verdad. 2) También la saben los Gerhardt. 3) Si confiesan hará todo lo que esté en su mano por ayudarles. Si no, pueden considerarse cadáveres andantes. Sin embargo, la cabezota Peggy no está muy por la labor. No es capaz de ver la que se le viene encima. La breve pero contundente despedida de Lou le dará algo más en lo que pensar: "Cierra la puerta con llave". La intensidad de este capítulo es de las que hacen época... y la cosa tiene visos de que lo venidero no le andará a la zaga
Por Antonio Santos
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).