Excelente episodio el que la serie nos ha ofrecido esta semana, acorde al buen inicio de temporada que ya comentamos.
En esta ocasión la trama central versará sobre el intento de rescate de Jemma Simmons y, por lo tanto, obtendremos nueva y golosa información sobre ese misterioso monolito de origen desconocido y comportamiento aleatorio que parece tener vida propia. Un viaje en el tiempo y el espacio que nos llevará desde la Inglaterra victoriana hasta la superficie de otros mundos.
De esta forma, una brillante apertura en un viejo caserón inglés a principios del siglo XIX nos llevará ante un grupo de científicos que se juegan algo a suerte. El agraciado tendrá la oportunidad de ser encerrado en una habitación junto al monolito, que poco tarda en tragárselo como hizo con Simmons.
Así pues, la misteriosa roca lleva mucho tiempo entre nosotros y el equipo de Coulson no es el primero en intentar desentrañar sus misterios. De vuelta al presente, el comportamiento errático de Fitz, culminado por el casi suicida acto de enfrentarse a la roca lleno de desesperación, no cae en saco roto para el director de SHIELD.
Su agente no va a descansar hasta hacer todo lo posible por recuperar a su compañera, así que toma la decisión de ayudarle para que así la situación se resuelva lo antes posible. En el fondo, tampoco puede soportar tener a una gente perdida y no hacer todo lo que esté en su mano para rescatarla. Unos pequeños restos que el monolito deja al transformarse les dan una nueva pista. Se trata de una especie de arena que, una vez analizada, tiene restos de elementos químicos no existentes en la Tierra. Por tanto, se acrecienta la teoría de que se trata de un portal a otro mundo, lo que lleva a Coulson a buscar la ayuda de un viejo conocido: el profesor Elliot Randolph, desaprovechado protagonista de uno de esos primeros e inermes episodios de la primera temporada. Se trata de un asgardiano que llegó a nuestro planeta para vivir la vida loca, un dios entre hombres en busca del más puro hedonismo y un tipo cínicamente divertido. Su calidad de asgardiano le aporta características únicas que pueden ser de ayuda: inmortal, de otro mundo y habituado a atravesar portales entre realidades. En fin, la experiencia es un grado.

Aunque bastante renuente a ayudar, sobre todo porque permanece apartado y a resguardo del creciente clima anti-metahumanos en la trena, Coulson sabe qué teclas tocar para que se ponga manos a la obra. Y la idea feliz llega cuando Randolph reconoce los caracteres hebreos del pergamino que Fitz recuperó en Marrakesh y los relaciona con un lugar que visitó siglos atrás para acudir a una fiesta: un castillo en la campiña inglesa. Ya tenemos la relación con el prólogo... para que luego digan que ir de sarao en sarao no puede ser beneficioso a largo plazo.
De esta forma, el equipo de SHIELD llega al lugar para, siguiendo las pistas de los caracteres hebreos, encontrar una cámara oculta llena de tecnología de agradable aroma steampunk. Una máquinaria que se había construido capaz de generar una vibración ultrasónica que pueda manejar el monolito y abrir el portal a voluntad. La operación rescate está abierta, solo que será Daisy quien se encargue gracias a sus poderes de generar la vibración necesaria para mantener el portal abierto mientras se lanza una sonda de reconocimiento. Sin embargo surgen algunos inconvenientes: la vibración generada resulta casi insoportable para Daisy y, peor aún, Fitz aprovechará para lanzarse al portal en lugar de la sonda inesperadamente.
En una escena llena de emoción y exquisitamente narrada el científico intentará rescatar a su compañera a pesar de las adversas condiciones del planeta donde Simmons está perdida, luchando contra el reloj mientras Daisy intenta desesperadamente mantener el portal abierto y el resto luchan para que la la grúa que sujeta a Fitz aguante. Tras un esfuerzo denodado el monolito acaba explotando y, tras unos momentos angustiosos, Fitz emerge de entre los cascotes... y no está solo.
Ha conseguido rescatar a Simmons, exhausta pero con vida. Un auténtico tour de force final apasionante.
En paralelo también se aprovecha para mostrar qué ha sido de May tras su periodo de descanso. Se deja caer que su intento de reconciliación con Andrew Garner no ha sido fructífero, y actualmente se esconde de todo y todos junto a su padre (interpretado por el siempre agradecido James Hong), con el pretexto de cuidar de él mientras que en la realidad será el anciano quien poco a poco vaya sanando las heridas espirituales de su hija. La filosofía oriental nunca falla. Eso y el recuerdo de una madre de la que nuestra May pareció heredar todo su carácter. Sin embargo, Hunter aparecerá para intentar reclutarla en su misión de acabar con Ward. Un ex-agente que ha cogido el toro de HIDRA por los cuernos librándose de la vieja guardia de la malvada agencia y, en un movimiento curioso, secuestrando a un rico heredero arrancándolo de un yate ibicenco.
Un chico que demuestra ser de armas tomar, ya que no se achanta ante sus torturadores. Aquí se descubren las intenciones de Ward y la identidad del secuestrado. Ni más ni menos que Werner von Strucker, el hijo del fallecido barón, a quien Grant pretendía poner a prueba para sumarlo a la causa.
En definitiva, un episodio lleno de ritmo y emoción en el que, como viene siendo costumbre, pasan muchas cosas de forma que no se da tregua al espectador. Y nosotros bien que lo agradecemos. Para finalizar, nos quedamos con una tierna escena entre Fitz y Simmons y otra mucho más prometedora. Un nuevo estudiante se apunta a las clases de psicología de Andrew. Un joven que no es sino el propio Werner von Strucker. Otra infiltración está en marcha. Aunque Hunter, May y un auténtico arsenal de armamento pesado no se lo pondrán nada fácil.
Por Antonio Santos