"UNO, DOS, CANTA A VIVA VOZ.
TRES, CUATRO, EL HOMBRE DEL SACO.
CINCO, SEIS, DECID LO QUE VEIS.
SIETE, OCHO, CÓMETE UN BIZCOCHO.
NUEVE, DIEZ, ¿DÓNDE ESTÁ FRED?"
¿De qué va?
Algunas pesadillas se comienzan a apoderar de unos jóvenes de una región en la que ven a un hombre deformado por el fuego con cuchillas en sus manos. Las muertes comienzan cuando las pesadillas se convierten en realidad...
Reparto
Robert Englund es Fred Krueger
John Saxon es Donald Thompson
Johnny Depp es Glen Lantz
Heather Langenkamp es Nancy Thompson
Dirección
Wes Craven (Scream)
Impresiones
Con el permiso de Tobe Hooper, la carrera de Wes Craven es una de las que mayores altibajos presenta dentro del género de terror. Revolucionó la década de los 70 con dos películas que, a día de hoy, han perdido totalmente la capacidad de sorpresa y resultan incluso ridículas, Las colinas tienen ojos y La última casa a la izquierda. Se ha metido, con desigual fortuna, en el drama con Música del corazón, y flirteó con el thriller en la tensa Vuelo nocturno (Red Eye). Pero a la vez, Craven es un realizador capaz de reinventarse a sí mismo, resurgiendo continuamente de sus cenizas. Así lo demostró en los 90, una década de nuevo irregular en su filmografía, salvada gracias al nacimiento de la inteligente saga Scream.
Tras aquellas dos primeras y prometedoras incursiones setenteras en el género, y en una época en la que el slasher regalaba productos que trataban de seguir la estela del éxito de La noche de Halloween, Craven vivió en 1984 su salvación personal creando a todo un icono del slasher, que conseguiría rivalizar en taquilla con otros compañeros de fechorías como Jason Voorhees.
Con Pesadilla en Elm Street, el director consiguió innovar dentro de un subgénero que aún estaba en pañales, pero que ya empezaba a dar signos evidentes de decadencia en forma de secuelas olvidables de sus grandes iconos. Y lo hizo con pocos medios, pero un derroche de ingenio, maquillaje y efectos artesanales que dieron algunos de los momentos más memorables del terror, como la escena de la bañera, el sangriento asesinato en la cama del novio de la protagonista, o esa lengua que salía del teléfono. La cinta queda grabada en la retina del espectador por sus originales muertes, justificadas gracias al universo onírico que presenta y en el cual todo es posible.
Pero por supuesto, si algo permanece imborrable en todo aquel que la ve es ese rostro del psychokiller y su condición sobrenatural. Un personaje que no sería el mismo sin el toque personal del gran Robert Englund, que un año después de saltar a la fama con su papel en la serie V compondría el personaje más laureado de toda su carrera. Un rol entre macabro y sarcástico que es mitad maquillaje y mitad interpretación. A su lado, una scream queen a reivindicar, Heather Langenkamp, y todo un secundario de lujo y clásico de la ciencia-ficción y el terror, John Saxon, así como un jovencísimo Johnny Depp, que debutaba en la gran pantalla de manera sanguinolenta, y la secundaria Lin Shaye, hermana del productor del film, Robert Shaye.
Y, cómo no, el guión y la dirección de Wes Craven, todo un maestro del horror que nos brindó una pesadilla de noventa minutos que confunde a la perfección realidad y fantasía, como un feliz y largo sueño que no tarda en torcerse una y otra vez, y del que es imposible despertar. Un mal sueño repleto de matices inolvidables –las niñas con su cantinela, el tema musical central de Charles Bernstein-, que no pierde con el tiempo, y que nos dejará para siempre uno de los mejores psicópatas de la historia del cine, uno de los que más ha calado en el colectivo social. Porque Freddy Krueger es como el Hombre del Saco: los niños saben de su existencia, saben que habita en tus peores pesadillas, y que se alimenta de ellas. ★★★★★
Por Gerardo Medina
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.