Peter es un pícaro muchacho de 12 años con una irreprimible vena rebelde; lo que ocurre es que, en el sombrío orfanato de Londres en el que ha vivido toda su vida, esas cualidades no son precisamente muy deseables. Entonces, en el curso de una noche increíble, Peter se ve transportado desde el orfanato y aparece en un mundo fantástico de piratas, guerreros y hadas llamado Nunca Jamás. Allí, se enfrenta a sorprendentes aventuras y combates a vida o muerte mientras intenta descubrir el secreto de su madre, que le dejó en el orfanato hace mucho tiempo, y el lugar que le corresponde en esa tierra mágica. En compañía de la guerrera Tigrilla y de un nuevo amigo llamado Capitán Garfio, Peter debe derrotar al implacable pirata Barbanegra para salvar el país de Nunca Jamás y descubrir su auténtico destino: convertirse en el héroe que será conocido para siempre con el nombre de Peter Pan.
Peter Pan. Sobran las presentaciones sobre este inmortal (además de verdad) y mágico protector de Nunca Jamás conocido por el público de todas las edades y que ya ha sido versionado en múltiples ocasiones, con diversas vueltas de tuerca incluidas. En esta nueva revisión encontramos un ejercicio de imaginación para escarbar en el pasado del eterno infante en busca de sus raíces. De esta forma, ¿qué aporta esta nueva revisión del mítico universo del personaje? La respuesta es sencilla y concisa: Nada. Precisamente porque dos de las características que más se echan en falta en esta historia de orígenes son la imaginación y la originalidad.
De esta forma, nos encontramos con un pastiche que toma referencias de lo más diversas y las va mezclando en una coctelera digital hasta conformar la mezcla poco explosiva que discurre ante nuestros ojos. Un resultado final que comienza siendo un Oliver Twist pasado por el tamiz del humor facilón, deriva en una suerte de cruce bastardo de Indiana Jones y el templo maldito con Piratas del Caribe y, una vez que se ha quedado definitivamente sin ideas, se transforma en un tardío y non grato descendiente de Matrix, con su Elegido y todo. Todo combinado de forma inconexa y predecible al milímetro. En todo momento sabemos qué va a pasar y cómo acabará la función, anticipando desde la relación de Peter con su madre hasta el momento Han Solo al rescate que se supone ha de ser uno de los puntos álgidos de la cinta. Por no hablar de la mitología de parvulario sobre la que se quiere construir el mito de Pan.
Nada sorprende porque sigue de Pe a Pa el manual del guionista regulero para construir un blockbuster sin más pretensiones que aprovechar el tirón de su personaje estrella y sus grandes nombres protagonistas para recaudar cuanto más mejor y abrir una posible mina de oro en forma de franquicia para el estudio. Porque ni siquiera se hace un esfuerzo por dotar de vida y personalidad a unos personajes planos y estereotipados, empezando por el antagonista que sería perfectamente reemplazable por cualquier "malo" genérico al uso y terminando por el protagonista principal, que está escrito con tan poca pasión que puede llegar a ser odioso en su dejadez. Básicamente porque se pasa prácticamente toda la película siendo el presunto salvador del mundo mientras lo único que hace es esconder la cabeza debajo del ala y dejar que otros luchen sus batallas. Por no hablar del risible "momento llave", en el que dan ganas de gritarle: "Chaval, ¿pero cómo puedes ser tan tonto?". Y así una y otra vez... A esto se une que las interpretaciones tampoco son para tirar cohetes. Hugh Jackman hace lo que puede para dotar al menos de energía a su personaje, sobreactuado como corresponde a un villano de opereta, pero sus colegas de reparto no parecen estar muy por la labor de defender a unos personajes sin fuste ni capitel, destacando un Garrett Hedlund soso y monocorde que apenas cambia el gesto en todo el metraje. Tampoco brilla el chico protagonista, particularmente en las escenas donde se nota a la legua que le han aplicado lágrimas artificiales para sus momentos más emotivos.
Y es una pena, porque toda la escasez de originalidad argumental se ve contrarrestada por un apartado visual de primera categoría. Un torrente de ideas formales plasmadas de forma brillante que al menos hacen que el espectáculo merezca la pena, junto con la banda sonora de un siempre enérgico y elegante John Powell, aunque por desgracia se vea lastrada por versiones de clásicos de Nirvana o Ramones que no pegan ni con cola, ejemplo del abanico de piezas que se han querido engarzar aunque no tengan el menor sentido. Eso sí, las batallas aéreas son espectaculares y hay determinados conceptos tan potentes como sorprendentes, como el enfrentamiento entre barcos piratas voladores y aviones de la RAF en plena Segunda Guerra Mundial o la entrada en Nunca Jamás, plagada de detalles elegantes y llenos de imaginación. Nada sorprendente estando tras la cámara Joe Wright, quien ya hizo un trabajo más que notable en la prodigiosa puesta en escena de su versión de Anna Karenina.
Sin embargo, a medida el metraje va progresando todo muestra ser un brillante cascarón vacío y la personalidad de su director se diluye en pos de la comercialidad y el despliegue de efectos especiales "de churrera", sin alma ni corazón. Y es que lo que nos cuentan ya lo hemos visto mil veces antes y el espíritu de aventura se confunde aquí con la aplicación de toneladas de CGI. No deja de ser un producto entretenido, aunque se olvida tan fácilmente como se ve. Posiblemente lo peor de todo sea que, cuando se piensa un poco, esta revisión traiciona por completo el espíritu que J.M. Barrie regaló a su personaje. No hay rastro de ese chico que no quería crecer, dotado de una eterna sonrisa y optimismo a prueba de bombas, transformada la eterna felicidad de la infancia en un dramón sobre la búsqueda del amor materno. Nunca Jamás ha dejado de ser una alegoría de la inocencia infantil para transformarse en un parque temático de cartón piedra. Al menos, los chavales pasarán un buen rato. En cualquier caso, mejor que conozcan al Peter Pan auténtico y no a esta imitación de todo a 100. Lo disfrutarán mucho más. ★★★★★