ARKHAM
Nuevo capítulo que se puede definir con una palabra: Insulso. Es una pena, pero la serie no termina de arrancar, o al menos no encuentra una dirección clara en la que progresar dramáticamente. Este capítulo repite al pie de la letra el esquema del anterior: Una serie de asesinatos de prohombres de la ciudad, esta vez mezclados en la guerra de bandas entre las "familias" Maroni y Falcone. Sólo que la investigación pierde el tono marcadamente camp que caracterizaba el capítulo anterior y vuelve a la tonalidad oscura y tensa que chirría completamente con el nivel de peligrosidad del villano.
El punto de partida es muy bueno. El misterio que planeaba alrededor de Arkham en capítulos anteriores va tomando forma. La lucha de poder entre Maroni y Falcone se acrecienta por la disputa de la posesión del antiguo distrito de Arkham, presidido por el abandonado manicomio del mismo nombre. Una lucha por el territorio que supondría un puñetazo en la mesa por parte de uno de los más firmes aspirantes al trono del hampa y toda una declaración de intenciones contra la hegemonía de Falcone. Sin embargo, la forma de plasmar esta rivalidad es mediante el simplón recurso de un asesino a sueldo que una y otra parte contratan para asesinar a los concejales que beben de la mano del contrario. Y no precisamente un asesino sanguinario y carismático tipo Mr. Zsasz que enfrente al espectador a una sensación de peligro evidente, sino básicamente un tío con un pincho. Creer que una hombrecillo con un punzón tenga en jaque al departamento de policía es pedir demasiado al espectador. La escena en la que nuestra pareja de detectives descubre la verdadera identidad del asesino y va a buscarlo es suficientemente reveladora. Pensar que se puede crear tensión viendo como Gordon se acerca pistola en mano mientras el "malo" lo espera con su pincho es de juzgado de guardia. De risa floja, más bien. Evidentemente, el tono oscuro y dramático beneficia a una serie ambientada en una ciudad como Gotham, pero cuando el peligro es real y la tensión no es forzada. En fin, de momento todas las tramas procedimentales suspenden claramente. Al igual que la resolución del capítulo, donde el globo que se ha ido inflando desde el principio con la guerra de bandas en lugar de explotar de forma violenta se desinfla mansamente de forma anticlimática para comprobar que, tras 4 capítulos, todo sigue igual que antes. No hay una sensación de progresión ni evolución palpable, de momento.
Quien sí progresa adecuadamente es el Pingüino. Oswald sigue siendo la gran baza de la serie, y la trama de su inexorable ascensión al poder desde las cloacas de la ciudad se sigue desarrollando de forma tan imparable como divertida. En esta ocasión, asistimos a su plan calculado al milímetro para ganarse la confianza de Gordon como confidente, afianzarse como hombre de confianza de Maroni, ascender en el escalafón del hampa y obtener unos pingües beneficios con los que ir financiándose. Además, contando con las únicas armas de la inteligencia y la falta de prejuicios a la hora de encarar la traición y el asesinato. Un auténtico crack que hace por sí solo que valga la pena seguir dándole una oportunidad a esta serie, a ver si encuentra pronto su camino.
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).