Impresiones
Estamos ante una película de lo más peculiar. Se podría catalogar como Ciencia Ficción, pero más allá de la ambientación en el futuro (más cercano que lejano) no esperemos encontrarnos con sociedades distópicas o futuros apocalípticos. Se trata más bien de una comedia simpática con elementos dramáticos (y Ciencia Ficción al fondo) confeccionada a medida de un Frank Langella extraordinario. Una película centrada en la relación entre dos personajes que comienza siendo tensa y tirante, hasta que poco a poco se dan cuenta de que se necesitan el uno al otro. Solo que uno de los personajes es un robot.

Frank, un viejo jubilado cascarrabias y solitario, vive casi recluido en su casa de campo en las afueras de un pueblecito. Su salida de la rutina son las visitas a su única amiga, la bibliotecaria del pueblo y su tendencia a los pequeños hurtos en alguna que otra tienda. Además de recibir las visitas periódicas de su hijo, un ejecutivo de éxito que tiene que recorrer tropecientos kilómetros para comprobar el bienestar de su padre y al que no hace ni caso, o las conferencias fugaces con su hija new age que se encuentra siempre en la otra punta del Globo. Por desgracia, la memoria de Frank va llenándose de lagunas, por lo que el hijo decide comprar un robot asistente para que le ayude con el día a día. Aunque en principio rechaza la idea, lo empezará a ver con buenos ojos cuando ve la posibilidad de aprovechar la tesitura para retomar como hobby su antiguo trabajo. El inconveniente es que este trabajo no es otro que el de ladrón de guante blanco.
De esta forma, estamos ante una película de personajes. No esperemos grandes efectos especiales ni parafernalias. Incluso los robots que aparecen se alejan del concepto antropomórfico realista habitual, siendo más parecidos al diseño de un niño, de formas simples y geométricas (lo que también es indicativo de que el presupuesto no ha sido precisamente amplio). De esta forma, uno de los grandes logros de la película es que, pese a esta deshumanización formal del robot, el espectador llega a sentir empatía hacia la lógica aplastante de sus acciones, que incluso se verá sobrepasada en ocasiones por los indicios de humanidad en su carácter (la preocupación por el bienestar de su "tutelado", la capacidad para saltarse su propia programación en beneficio de su protegido, la camaradería que se establece entre los dos "colegas"...). Para enmarcar, la escena en la que la bibliotecaria presenta al robot de Frank a su propio asistente robótico, invitándolos a socializar y conocerse. Cosa nada fácil para dos caracteres conformados de pura lógica.

Toda la película tiene un tono de comedia ligera muy agradecido, que hace muy fácil desearle a ese cascarrabias de Frank todo el éxito del mundo en sus aventuras delictivas. Aunque también como parte de su día a día podemos contemplar como se niega a adaptarse a un mundo que ya no comprende, en permanente evolución hacia la dependencia de las nuevas tecnologías, como esa biblioteca que, por falta de utilización de los libros, se reconvierte en un nuevo concepto 2.0 más parecido a la Tate Modern que a una biblioteca al uso, o la crítica de las relaciones sociales más bien extrañas, plasmadas en un matrimonio de "yupies" de lo más peculiar. Por eso es fácil comerse con patatas un dramático giro final que, pese a que puede verse venir, nos deja un inevitable regusto agridulce, aunque también la convicción de que es una forma valiente, coherente y evitando las sobredosis de azúcar de rematar la historia.
En resumen, una película sencilla y simpática, realizada sin pretensiones pero con la capacidad de agradar, entretener y emocionar. Aunque los personajes secundarios están apenas esbozados y no pasan de la mera anécdota, la enorme interpretación de un Frank Langella capaz de decir más con una mirada o un gesto que con dos páginas de diálogos y de sacar petróleo de su interacción con su partenaire mecánico cubre el expediente con creces. Una pequeña pieza de cámara con un solista de excepción y que nos sacará la sonrisa en múltiples ocasiones... e incluso alguna que otra lagrimilla.★★★
★★
Por Antonio Santos