Enorme episodio el que hemos podido ver esta semana. Tras plantearnos la situación anímica y moral de la población tras el evento y trazarnos a los protagonistas principales en los episodios anteriores, nos encontramos con un capítulo centrado en exclusiva en uno de los secundarios que hasta el momento habían aparecido de pasada, en un completo segundo plano: el reverendo Matt Jamison. Como viene siendo habitual en esta serie, el comienzo es espectacular. En esta ocasión, vemos cómo el reverendo está predicando a un puñado de fieles (lo que nos indica una importante crisis de fe entre los supervivientes) cuando un individuo entra en la iglesia, le propina una soberana paliza y le mete en la boca un panfleto.
A lo largo del episodio iremos descubriendo detalles del pasado del reverendo. Su fe siempre ha sido puesta a prueba, desde que de niño fue diagnosticado de leucemia hasta la muerte de sus padres en un incendio del que él y su hermana pequeña consiguieron salvarse. Una hermana que no resulta ser otra que la mujer que en el capítulo anterior disfrutaba con el sufrimiento de sus paisanos. Sin embargo, pese a todas estas dificultades Matt sigue conservando una fe inquebrantable y un afán absoluto de ayudar al prójimo. Tanto es así que uno de sus objetivos es separar el grano de la paja dentro de los desaparecidos, de forma que no todos sean tratados como mártires y alabados, sino sólo aquéllos que lo merecen. De esta forma, los panfletos que lo hemos visto repartir en capítulos anteriores no son sino revelaciones sobre la maldad que encerraban algunos de los desaparecidos. Cosa que no sienta nada bien a sus allegados y le ha causado más de un problema y cierto rechazo por parte de sus convecinos. Pero no es este el mayor de sus problemas. Su situación económica es límite y, sin poder pagar la hipoteca, está a punto de perder la iglesia debido a la solicitud de compra de un grupo inversor, que ha pujado por el inmueble. De esta forma, sólo cuenta con 24 horas para reunir el dinero. Además, su mujer permanece tetrapléjica en cama, en estado casi vegetativo, y apenas consigue reunir el dinero para pagar a una cuidadora.
Al haber perdido tantas cosas a lo largo de su vida, no está dispuesto a perder las dos cosas que más le importan, así que con cierta "ayuda divina" y los efectos secundarios positivos de sus panfletos (que también los hay) y su generosidad incondicional encuentra de pronto los medios para reunir una abultada suma de dinero considerable que le saque del atolladero. Aunque para ello se vea obligado a dar la espalda a sus principios y, tras unas providenciales señales en forma de palomas y un semáforo parpadeante, recurrir al juego e incluso a la violencia para obtener su recompensa en una carrera contrarreloj. Sin embargo, tras todas las vicisitudes sufridas, un final agridulce volverá a mostrar a las claras no sólo que Dios juega a los dados con el Universo, sino que además hace trampas y los dados están cargados, así que el pobre reverendo tendrá que sufrir el verse expulsado de su iglesia por los mismos a los que ha intentado ayudar en múltiples ocasiones, la más importante de ellas la última, que acaba con sus huesos en el hospital.
Como complemento, en otra escena sencilla pero de lo más reveladora descubrimos también la cercana relación de Matt con el jefe Garvey y su familia, así como que Laurie acude a escondidas, por la noche, al jardín de su antigua casa para saborear sus recuerdos. Su pertenencia a los GR parece que no es tan firme como parece, dejando la puerta abierta a un amor aún latente por su familia.
En resumen, un muy buen capítulo que da un giro de 180 grados a la planificación de la serie hasta el momento y que alcanza cotas de excelencia en la narración, como la escena onírica en la que se nos cuenta la difícil vida del reverendo o su aplastante final. Todo ello acompañado por el magnífico score de Max Richter que hace que en algunas escenas los pelos se nos pongan como escarpias. Esperemos que la serie siga por este camino. Encontremos respuestas o no, el trayecto habrá merecido la pena.