Buster Keaton era la gran estrella de la comedia a comienzos de los años 20 junto a Charles Chaplin. Todas sus películas eran éxitos de crítica y público. Pero entre el británico y él había una gran diferencia. Mientras que Chaplin había arriesgado contando historias más personales, más alejados de la simple comedia, Keaton seguía haciendo lo que el público quería. Keaton deseaba llegar a los espectadores de la misma manera que Chaplin, haciendo uso de su propio talento, además de poder llevarlo a cabo como él quisiera. El intento se tradujo en The General, y el resultado, fue un desastre.
The General fue (aunque cueste decirlo) un fracaso de crítica y público. Una más en la lista de innumerables obras maestras incomprendidas de su tiempo. Tras esto, Keaton tuvo que volver a realizar las películas que el público continuaba demandando. Las que llevaba haciendo toda su carrera. Pero es que a esto se le unió la llegada del cine sonoro, a lo que Keaton se negó. Estamos hablando de una persona, que al contrario que Chaplin, siempre estuvo a favor de todos los adelantos técnicos en el séptimo arte, y sin embargo, también estuvo en contra de que las películas fueran sonoras, ya que en su caso, el tipo de películas que realizaba tenían más que ver con la acción que con la historia (y a pesar de ello hay gran cantidad de gags que son parte de la historia, y no propiamente de la acción que transcurre en ella como una caída, un golpe o una carrera). El "no me echen la culpa si pierden la guerra" en The General es uno de los mejores gags de la historia, y es puro "guión", pero aún así, Keaton se decantaba por el cine mudo. Por lo que, tras el tropezón de The General, el famoso actor/director/productor/guionista/etc... se pone manos a la obra con películas que le ayuden en su delicada situación económica, y a volver a grajearse el favor del público. Tras las aceptables Battling Batter (Buster Keaton, 1926) y College (James W. Horne, 1927), Keaton realiza en 1927 su penúltima gran película del cine mudo, Steamboat Bill, Jr.
En esta ocasión, Keaton es el hijo débil e inútil del duro propietario de un viejo barco fluvial de transporte. Este no ha visto a su hijo en años, por lo que cuando recibe la noticia de su llegada, imagina a un joven completamente distinto. La decepción se hace latente nada más encontrarse en la estación. Como si esto no fuera suficiente, el joven se enamora de la hija del competidor del padre, algo a lo que ambos progenitores se negaran, evocando una vez más una de las obras más famosas del dramaturgo inglés, William Shakespeare. Tras la decepción de no haber encajado, Buster ha de marcharse del pueblo ante el rechazo de su padre, hasta que éste es detenido. El hijo pródigo tratará de sacarle de prisión, justo antes de que una violenta tormenta estalle y ponga en peligro la vida de todos.
_NRFPT_03.jpg)
No estamos ante la mejor película de Buster Keaton, pero desde luego es una de ellas. Con esta cinta, se reafirma ante su público, recordándoles que aún sigue ahí dispuesto a jugarse la vida en una escena para impresionarles. Da igual que se arroje al suelo haciendo fuerza con el cuello (y que este no se rompa), que luche contra un ventilador gigante (el cual simula la tormenta), o que deje que le arrojen la pared de un edificio encima. Él es capaz de hacer de todo.
Hay dos detalles sobre los que os quiero hablar, y que seguramente os permitirán entender al Buster Keaton post-the general de una forma más clara.
Para empezar, Keaton deseaba volver al tipo de cine que le había dado la fama, pero no quería dar marcha atrás reafirmando el fracaso de su Obra Maestra. Debía volver a lo de siempre, pero de una manera distinta. Necesitaba alterar algo propiamente suyo para que se notase la diferencia. No iba a sonreír. Su cara era su emblema. Esto requería de algo menos drástico, a la par que simbólico, por lo que decidió deshacerse del sombrero. Es por eso que vemos una escena en la película en la que su personaje va junto a su autoritario padre a una tienda de sombreros. Allí se prueba más de una docena a cual peor, y es un momento en que el padre no mira cuando el dueño de la tienda le coloca irritado su mítico sombrero bajo de paja. Se mira al espejo y con claro desprecio se lo quita. Es una reacción magnífica a como Keaton no es el de antes.
Y por supuesto, sería un terrible error hablar de esta película y no mencionar su escena más conocida. De hecho, puede que hasta sea la escena más conocida de toda la filmografía de Keaton.
El personaje acaba de escapar de la cárcel y se encuentra en mitad del desastre natural en plena acción. Los fuertes vientos están asolando la ciudad y ante su paso solo encuentra destrucción. Edificios viniéndose abajo, objetos voladores por todas partes. Y es que mientras Keaton se está recuperando de la caída de un hombre obeso en su espalda en frente de un edificio, la fachada de este cae frontalmente traspasando a Buster por el diminuto hueco de la ventana superior. Unos pocos centímetros y le habría costado la vida. No solo al personaje, sino al actor. Y es que la pared era auténtica. El propio Keaton preparó la escena (algo habitual en sus películas). Estamos ante seguramente la escena más peligrosa de toda su carrera. Y sobre esto hay varios rumores. En palabras de su tercera mujer (Eleanor Keaton), la estrella vivía una constante presión debido a su situación financiera, por lo que estado de ánimo estaba por los suelos. Llegaban a pensar que la idea del suicidio le acompañaba. Keaton necesitaba el dinero, necesita realizar esta película, y necesitaba hacer esa escena... La otra teoría es quizás la más verosímil, y es que Keaton realizó este tipo de escenas toda su vida. Era un hombre que buscaba un reto continuo. Cuando más arriesgado y complejo mejor, sino mirad la escena de la pelea final en The Cameraman.

La película fue bien recibida por crítica y público. Era su primer éxito desde Seven Chances (Buster Keaton, 1927). Pero las cosas no le iban a seguir yendo bien durante mucho tiempo. De hecho, únicamente se trataba de un ligero rayo de sol en lo que sería su caída. ★★★★★
Por José Mayo
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.