Otro vibrante capítulo el que hemos podido disfrutar esta semana. Esta serie se sigue consolidando como una de las sorpresas más agradables de la temporada, apuntalando un plus de calidad que ya despuntó la pasada campaña. Siempre sorprendente, siempre jugando con el espectador y rompiéndole los esquemas desde la planificación de este tipo de episodios que cuentan en su ADN con la pura esencia de los productos de espionaje más endiabladamente entretenidos. En esta ocasión, los guionistas nos vuelven a dar gato por liebre planteando una premisa (la primera misión oficial de los Guerreros Secretos de SHIELD) a la que pronto se da la vuelta como un calcetín, mutando en algo totalmente diferente.
El capítulo anterior se cerraba por todo lo alto. Casi todo el equipo de Coulson, a excepción de Daisy y Lincoln, caía en las fauces de la nueva HYDRA que está construyendo a su medida el inhumano inmortal Hive. Sólo un rescate triunfal por parte del comando superpoderoso liderado por Daisy/Quake puede darles una mínima posibilidad de salir con vida. En un vibrante y espectacular comienzo, los prisioneros se las apañarán para hacerse fuertes y resistir los envites de HYDRA mientras El equipo del título se reúne y ataca la base. Una muy buena escena que, en esta ocasión, sí constituye un Entrar y salir de libro en la que cada miembro despliega sus poderes de formas imaginativas y efectivas (esos tentáculos eléctricos de Lincoln son brutales). Todo un chute de adrenalina que se salda con todo el equipo escapando y, además, llevándose un premio gordo inesperado: a Gideon Malick atado con un lacito.
A partir de aquí la trama cambia completamente de tercio. Malick se muestra tremendamente colaborativo en su interrogatorio a manos de Coulson.
La muerte de su hija le ha abierto los ojos. Quiso traer de vuelta a un Dios y ha acabado soltando en nuestro mundo al mismísimo Demonio. Una crítica velada y muy sesuda al poder seductor de la religión y la fe mal enetndidas, sobre todo de esos devotos extremos que sacrifican cuanto se pone a su alcance por la fe en un ideal que no resulta ser sino una cortina de humo. Una vez descubierto el fondo de la cuestión y de haber pagado un alto precio a cambio de su fe ciega y sus desvelos por traer a Hive de vuelta a este mundo,
Malick se encuentra visiblemente descorazonado, traicionado. Se ha rendido. El inhumano le ha quitado todo: su misión, su organización, a su hija... así que suelta la bomba: la nueva versión de Ward tiene el poder de adueñarse de la voluntad de otros inhumanos como la abeja reina de ese
enjambre que le da nombre (por cierto, señores guionistas, repasen ustedes latín porque
Alveus no significa
enjambre, sino
embalse). Es decir,
si el rescate de Coulson y su gente fue protagonizado por inhumanos, es muy probable que alguno/s de ellos haya caído en las redes de su enemigo.
Esta revelación da pie a una trama muy bien construida y resuelta marcada por la desconfianza. El título del episodio pasa a tener relevancia por todo lo contrario a lo esperado. Ese
Equipo que tanto tiempo ha tardado en conformarse y empezar a actuar como tal
se acaba desmontando en sólo unos instantes.
Todos empiezan a desconfiar de todos: los humanos de los inhumanos, los propios Guerreros secretos entre ellos, de forma que todo se va al garete. El detonante es la muerte de Malick a manos del infiltrado, lo que acabará por conducir a una crisis en la que cualquiera de los cuatro puede ser culpable (se han dejado los suficientes indicios a lo largo del episodio como para sospechar de todos ellos), mientras Fitz y Simmons (cada vez más cercanos. ¿Será uno de ellos quien acabe muriendo al final?) intentan dar con algo que les ayude a identificar al culpable. De pronto, un registro acaba por confirmar al infiltrado: en la taquilla de Lincoln aparece el orbe que una vez perteneció a Hive. En cualquier caso,
los cuatro inhumanos acaban a buen recaudo en cuarentena, momento en el que se revela el verdadero culpable, que no es sino Skye, bajo el control de sus enemigos. El final no puede ser más desolador. Un equipo absolutamente roto que costará recomponer si se quiere dar la vuelta a la situación. Lincoln traicionado por su amada; Yo-yo sintiendo su cada vez más afianzada amistad hacia Mack también traicionada; Joey renegando de todo y todos; Coulson obligado a rumiar el engaño de su
niña, de la que no se ha dado ni cuenta tal vez cegado por su sentimiento de protección hacia ella. Todo un escenario lleno de posibilidades para seguir creciendo. ¿Y a qué dedicara Hive la fortuna heredada tras la muerte de Malick? A nada bueno, seguro... para nuestro solaz y esparcimiento.
Por Antonio Santos