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Entramos en la fase del aburrimiento, tal y como suele pasar en casi todas las temporadas de The Walking Dead. Nos habían dado esperanzas con tres episodios brillantes. Tras rebajar el nivel con la historia de Morgan, llegamos a un momento que esperábamos por dos razones. La primera, el descubrimiento de la muerte de Glenn. Sí, seamos sinceros, todas esas esperanzas de gran parte de la audiencia con especulaciones sobre si está vivo, son realmente inútiles. Y la segunda, esa herida de Rick que nos hacía intuir muy cercano el momento de amputarle la mano. Sin embargo, ésto se lo han cargado de un plumazo, no sabemos por qué, y lo vemos tan campante y vendado como si nada.
Tras ésta frustración para el espectador y hasta cierto punto, una tomadura de pelo, recaemos en un episodio que fácilmente nos hará dormir, con detalles insulsos que no hacen más que rellenar un capítulo de cuarenta y cinco minutos. No me interesa la cara de amargada de Deanna, la doble personalidad de su único hijo vivo, las ganas de aprender a disparar del hijo de Jessica y todo lo demás. Entonces, ¿qué rescatamos?
Se escriben nombres en uno de los murales sobre los caídos y los que no han vuelto. Glenn también tiene su lugar, pero Maggie se resiste a ello y lo borra. Con la ayuda de Aaron tiene el impulso de ir a buscarlo en solitario mientras los caminantes han rodeado la urbanización tras la llegada de Rick. Ella quemó las fotos que tenía porque se hizo la promesa de estar siempre a su lado, nunca lejos, así que se resiste a creer que está muerto, debe encontrarlo. Pero el camino no será fácil. Aunque Aaron ofrece una salida por las alcantarillas, no será fácil, tanto que termina por derrumbar su ánimo y confiesa que está embarazada. Ambos se abrazan mientras el resto de caminantes se acercan a la única salida viable.

El resto del episodio trata de centrarse en el agobio de los residentes de Alexandria al conocer que están rodeados por cientos de caminantes. La única esperanza la albergan las palabras de Rick, quién está seguro del regreso de Sasha, Abraham, Daryl y Glenn. Sin embargo, somos nosotros quienes nos preguntamos verdaderamente por qué no han aparecido aún, sobre todo si iban en vehículos. Rick por su parte llegó a pie, y desde entonces ha pasado una noche. De igual modo, ¿qué hay de Morgan, después de narrarnos un episodio sobre su origen? ¿Y Carol?. Ésto no pinta nada bien, probablemente porque los guionistas han rebajado su ánimo y se han dado por satisfechos al mantenernos expectantes una temporada más tras su inicio, justo cuando se ha anunciado que la serie ha renovado por una séptima temporada.
A falta de tres episodios para el cierre de la primera mitad de temporada, mucho debe cambiar esto para no caer en la monotonía de siempre. Necesitamos a Negan, necesitamos más muertes de protagonistas, necesitamos acción y que lo pasen verdaderamente mal. Ésto es The Walking Dead, no La casa de la pradera.
Por Dante Martín
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.