Comienza la segunda temporada de una de las series más fascinantes, sorprendentes y alabadas de la pasada campaña, y lo hace con el mismo handicap que su principal
competidora en cuanto a calidad y poder de atracción. Es decir,
nuevos protagonistas, nuevo marco temporal y nueva historia, totalmente independiente de la anterior. Como dijimos en el caso de True Detective, las comparaciones son odiosas, así que siempre es eficaz un ejercicio de abstracción de cara a acometer el visionado de este episodio de apertura.
Y hay que reconocer que nos lo pone muy fácil, ya que la ruptura temática y formal con la temporada anterior es evidente y explícitamente buscada. Sólo recupera un puñado de aspectos cruciales para dar uniformidad al conjunto: la nevada Minnesota como escenario de la acción, el cruce tangencial con la
mafia criminal de Fargo, el personaje de Lou Solverson (y su pequeña Molly) y,
por encima de todo, la mezcla de humor absurdo, geniales diálogos, situaciones bizarras y violencia repentina que trufan toda la trama. ¡Ah! Por supuesto tampoco falta el consabido aviso de que la historia está basada en
"hechos reales". Qué cracks...
Sin embargo, pese a conservar todo el espíritu
"Coen" en sus entrañas, con buen criterio sus responsables han decidido darle un envoltorio formal propio.
De esta forma, la ambientación de la trama en los años 70 (aunque sigue con ese aire atemporal de escenario donde el tiempo se ha parado) se traslada no sólo a la trama, sino a todo el empaque audiovisual de la serie empezando por el vestuario y escenografía, pasando por una banda sonora setentera a tope y terminando con una fotografía llena de tonos sepia y granulosa, como si el capítulo se hubiera grabado con celuloide, contando también con el efecto de gastado de la película. Un gusto por el detalle que le da un plus de calidad. Este mimo y cuidado en la parte técnica se traslada también al guión a la hora de plantear y desarrollar las tramas.
Un glorioso encadenado de sucesos nos va presentando a los personajes protagonistas de esta nueva historia de pequeños crímenes fortuitos que acaban causando un tsunami de sangre y muerte. Todo comienza cuando Rye Gerhardst, el benjamín (y bala perdida) de la familia criminal de Fargo, pretende escamotearle a su hermano mayor su parte de la
"recaudación". Su objetivo no es otro que invertirlo en un negocio floreciente, el de las máquinas de escribir electrónicas. Sin embargo, su futuro socio tiene un pequeño problema con una estricta e insobornable juez que le tiene echado el cerrojo a sus cuentas. ¿La mejor forma de desbloquear la situación? Que Rye, tan lento de sesera como rápido a la hora de sacar la
pipa le haga una visita en el Waffle Hut al que suele ir a cenar y la obligue a recular. Con lo que no cuenta es con la que dama tiene más bemoles que el caballo de Espartero, lo que tras una
negociación hilarante da paso a un festival de violencia que acaba con tres muertos y Rye escapando herido del lugar.
Hasta que un OVNI se cruza en su camino con tan mala suerte que, obnubilado con las luces del cielo, acaba en mitad de una carretera nevada siendo atropellado por sorpresa. No sólo eso, si no que el conductor se da a la fuga... con el cuerpo del atropellado atravesando el parabrisas. El humor bizarro de esta serie no tiene límites.
De la investigación del asesinato se encarga inicialmente la policía estatal personificada en Lou Solverson, que se disputa (amistosamente) la pertenencia del caso con el sheriff local, que no es otro que su suegro.
De las conversaciones cotidianas entre ambos y, posteriormente, de Lou con sus colegas y con su esposa vamos entresacando muchos detalles, como que se trata de un veterano de guerra y su mujer está luchando valientemente contra un cáncer. Siempre hay que estar muy atento porque la serie no da puntada sin hilo y su gusto por el detalle es exquisito. Tal vez por ello no le hierve la sangre cuando está frente a un inusual triple asesinato, aunque la incógnita es por qué el coche del asesino parece estar aparcado fuera. ¿Qué sentido tiene que alguien le recogiera dejando su coche allí? A ver cómo siguen la madeja...
En paralelo, el patriarca de los Gerhardst sufre un derrame cerebral, cosa que puede tener graves repercusiones para la familia criminal, descabezada y con un negocio que no va precisamente sobre ruedas debido a recién establecida competencia. También conocemos a Ed y Peggy Blumquist, un joven matrimonio que sigue su vida rutinaria... o no tanto. Un ruido en el garaje lleva a un descubrimiento sorprendente: fue Peggy quien atropelló a Rye, lo que delata el agujero en el parabrisas de su coche. Pese a querer enmascararlo como un ciervo ante su marido, pronto la víctima real aparecerá con un cuchillo en la mano, lo que desemboca en otra sangrienta pelea, el cuerpo del mafioso bien escondido en una cámara frigorífica y un pacto de silencio para encubrir la muerte.
Muy bien desarrollados ambos personajes, el simplón bonachón y la aparentemente chica frágil que realmente demuestra ser fría como un témpano y calculadora. Tiene todas las papeletas para convertirse fácilmente en la femme fatale de la serie. Para cerrar la función, la banda rival de los Gerhardst se prepara para aprovechar la situación y hacerse con el control total del crimen en Fargo y alrededores. Si puede ser, minando a sus rivales alentando una lucha interna por el trono. Si no, a las malas, arrasando todo con una lluvia de pólvora.
Un cierre perfecto para un juego que acaba de comenzar situando todas las piezas en el tablero y, en el camino, no parando de sorprendernos y atraparnos con su humor negrísimo y sus situaciones imprevisibles. Doy fe de que antes de que me diera cuenta ya habían pasado más de 20 minutos como en un suspiro. ¿Pero qué hay de la cacareada (en la primera temporada)
"Masacre de Sioux Falls"? De momento tenemos una relación incierta a través de un prólogo absolutamente hilarante que muestra el rodaje de una película del mismo título protagonizada por Ronald Reagan. Un momentazo genial para un inicio de temporada más que prometedor. ¡Y que siga a este nivel!
Por Antonio Santos