"NOSOTROS SOMOS PARTE DE ESA GENERACIÓN A LA QUE NOS HA TOCADO LLAMARNOS "EL CHISTE""
¿De qué va?
La crisis hace mella en un grupo de varios jóvenes que han acabado su carrera y buscan su oportunidad con un empleo. La solución parece estar en Alemania, pero al llegar allí se dan cuenta que no todo es tan bonito como lo pintaban.
Reparto
Yon González es Hugo
Blanca Suárez es Carla
Julián Lopez es Braulio
Javier Cámara es Próspero
Carmen Machí es Benigna
José Sacristán es Andrés
Younes Bachir es Hakan
Dirección
Nacho G. Velilla (Fuera de carta)
Impresiones
El creador de la exitosa serie Aída, Nacho G. Velilla, hace uso de un mal general para narrarnos la historia de Perdiendo el Norte. La crisis ha hecho emigrar a muchísimos jóvenes a otros países en busca de algo básico, un empleo. Poco sirve en nuestro país la preparación que obtengan nuestros chicos porque al final, en su gran mayoría, acabarán trabajando de camareros -y con mucha suerte-. Llevan varios años pintándonos que el futuro está en Alemania y son muchos los que han ido allí con expectativa. Otros tanto lo hacen en Inglaterra y acaban limpiando retretes a un precio muy bajo, pero al menos cobran. Es el reflejo de una España desolada, triste, sin cabeza, sin futuro.
Perdiendo el norte se antoja como una cinta que ahonda en ese desastre con un toque de humor que invita a su visionado. Y a decir verdad, sus primeros veinte minutos nos muestran esas penurias de las que nos reímos pero que son parte de la cruel realidad. Sin embargo no encuentra el equilibrio en sus actuaciones ya que si bien destacamos a Julián López como el personaje más divertido, tenemos al protagonista guaperas, Yon González, que amuerma la función junto a Blanca Suárez, siendo los dos actores más estáticos de la obra. Pero ese no es el problema mayor, lo más grave viene cuando nos damos cuenta que nos la han colado como han querido.
Cuando nos presentaron la película, parecía una comedia sobre ese drama del que hemos hablado, pero sin ir más lejos, es un refrito de la manida comedia española de enredos sobre el típico personaje que se enamora de una chica, teniendo en casa a la espera a su pareja, que por fuerzas del destino resulta ser insoportable y hace que todos nos preguntemos el por qué a la relación. Todo es tan cutre -penosas y cantosas imágenes de doble fondo para hacernos creer que están en Alemania- y tan mal actuado que dan ganas de darle al botón de apagado y olvidarla, pero yo, que soy un valiente, aguanté hasta el final porque tengo por norma no dejar nunca un trabajo a medias.
Su segunda y aburrida tanda solo destaca por la incorporación de José Sacristán, quien nos recuerda en su personaje que lo que estamos pasando ahora es lo mismo que vivieron nuestros abuelos, inmigrantes en otros paises por cuestiones laborales o de guerra, que hicieron lo que estuvo en su mano para que tuviéramos un futuro mejor. Fuera de ésto, seguimos con lo mismo, una película inaguantable, sin arte ni gracia y con cameos como el de Arturo Valls o el propio Chicote, que no terminan de cuajar en el producto. En resumidas, un truño infumable con el que nos han vuelto a vender la moto por ser lo de siempre. Una pena, pues Velilla, aunque irregular en sus trabajos, podía haber hecho una cinta más puntera -con otros actores- de haberse basado en el problema y no en la típica historia ñoña de amor de siempre. ★★★★★
Por Dante Martín
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.