"YO NO TENGO AMIGOS, NI AGUA QUE DARTE"
¿De qué va?
En un mundo asolado por un desastre nuclear, un guerrero tiene la misión de encontrar agua para que una comunidad logre sobrevivir.
Reparto
Robert Iannucci es Alien
Luciano Pigozzi es Papillon
Alicia Moro es Trash
Fernando Bilbao es Crazy Bull
Dirección
Giuliano Carnimeo (Las lágrimas de Jennifer)
Impresiones
El cine italiano siempre me ha fascinado por su descaro. Especialmente en la década de los 80, un buen puñado de cineastas encontró la inspiración en las grandes superproducciones de Hollywood. De esta manera, estos profesionales del séptimo arte podían ofrecer al espectador un amplio surtido de películas de escasísimo presupuesto que en bastantes ocasiones, y según mi escaso juicio, eran mucho más imaginativas y artesanales que los modelos en los que se basaban. Esto puede traer consigo el enfrentamiento verbal entre los defensores del cine de serie B a la europea y la crítica seria, emperrada en acusar de meros plagios a este tipo de películas rebajándolas a una condición de basura. Y no es así, señores, ya que si ustedes bucean en este asombroso mundo, encontrarán una enorme cantidad de joyas que, aunque se basen en modelos de mayor éxito y presupuesto o directamente los copien, merece la pena redescubrir. Y además, aprovechamiento de modas lo ha habido siempre y siempre lo habrá. Y no hace falta citar a la actual productora The Asylum, basta con repasar la filmografía de Roger Corman para hacerse una idea de lo que escribo en estas líneas.

Tras Mad Max: Salvajes de autopista (1979) y Mad Max II: El guerrero de la carretera (1981), muchos intentaron aprovecharse del éxito cosechado por estas dos películas, ya que podría considerarse que habían creado un nuevo subgénero apocalíptico. Y, de hecho, no hay más que echar la vista atrás para darse cuenta de la enorme cantidad de productos que surgieron a la sombra de aquellas dos obras maestras. Los españoles también quisieron subirse al carro y coprodujeron con Italia una de las mejores aportaciones a los mal llamados plagios de Mad Max. Rodada en Almería y estrenada en 1983, El exterminador de la carretera es una película que nos traslada al año 2020, a un mundo desértico post-nuclear, en el que bandas de guerreros motorizados asolan las carreteras en una cruda batalla por la supervivencia y por la búsqueda del bien más preciado y escaso: el agua. Cómo no, no podía faltar la presencia de un niño, por lo que en esta película también tenemos uno, por fortuna para todos menos repelente de lo habitual. Este niño, el cual encierra alguna sorpresa, será el que convenza a un duro guerrero para que ayude a su grupo de supervivientes a conseguir el agua que necesitan para perdurar en el tiempo en ese mundo desolado. Todo lo que viene a continuación de esta premisa es una reedición de lo que ya nos había contado George Miller en las dos primeras películas de Mad Max, destacando la clarísima inspiración especialmente en la segunda, con toda la retahíla de mamporros, persecuciones polvorientas por medio del desierto y los macarras tribales de estética sadomaso. Sin embargo, hay claros indicios de que no se trata ni de una secuela de Mad Max, ni de una producción norteamericana, entre ellos el reparto, las estiradísimas secuencias al aire libre y la música a base de sintetizador.
No tiene demasiado sentido que profundice mucho sobre su argumento porque el objetivo de esta película era más que claro: manufacturar un producto barato para aprovecharse del tirón del Mad Max oficial y, de paso, intentar pillar por sorpresa a algún que otro despistado. Con todo, la película es buena y, sorprendentemente está muy bien hecha. Las secuencias de acción son tanto abundantes como trepidantes, con esos molones coches destartalados y, de hecho, hay planos y secuencias que, sin ser la panacea, sí te dejan plenamente satisfecho por su innegable calidad. El Mad Max de mentira, aquí llamado Alien (!?), interpretado por Robert Ianucci, da el pego perfectamente aunque sólo le conozcan en su casa.

¿Por qué defiendo tanto un producto que no deja de ser una mera repetición de esquemas? Porque prefiero mil veces esta versión hispano-italiana de las aventuras de un Mad Max casi castizo que la tercera entrega oficial de la serie, Mad Max, más allá de la cúpula del trueno. Todo el tono infantiloide de aquella no lo encontraremos en El exterminador de la carretera, lo que es muy de agradecer. Y, además, no da la impresión de que la historia se eche a perder a mitad de metraje.
De lo más recomendable. ★★★★★
Por Pablo Rodríguez
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.