"ESTAMOS EN UN LADO DONDE DELANTE ESTÁ EL MAR Y DETRÁS EL EJERCITO"
¿De qué va?
Moisés es el ojo derecho del faraón. Se ofrece para todos los trabajos y en muchas ocasiones resulta ser el salvador de su hermano Ramsés. Pero lo que desconoce es que verdaderamente es hebreo y que probablemente acabará convirtiéndose en el salvador de su pueblo.
Reparto
Christian Bale es Moisés
Joel Edgerton es Ramsés
Aaron Paul es Josué
Maria Valverde es Séfora
Sigourney Weaver es Tuya
Ben Kingsley es Nun
John Turturro es Seti
Dirección
Ridley Scott (Blade Runner)
Impresiones
Antes de comenzar he decir que la crítica contiene spoilers. La razón se debe a que me siento tan airado por lo que he visto, que me veo en la necesidad de relatar algunas de las escenas con detalle para que identifiquéis el estropicio que ha realizado
Ridley Scott, un director que lleva varios años de capa caída con algún proyecto que despunta, pero en líneas generales muy alejado de sus inicios. El mayor problema lo encontramos en el guión.
¿A quien se le ocurre fiarse de una historia reescrita por Bill Collage y Adam Cooper, artífices de guiones de "peliculones" como Muévete, esto es Nueva York o Un golpe de Altura? Por si no fuera poco
Steve Zaillian utiliza ese guión para darle forma y ofrecerle a
Scott el guión. Ha sido su ojito derecho en
American Gangster o
Hannibal, y esa muestra de confianza le ha pasado factura. Lo primero que tendrían que haber hecho sería leer el relato bíblico original y aplicar sus bases. No estoy diciendo que hagan un calco de
Los diez mandamientos porque esa película era fidelidad en su gran parte, pero ya que haces una película ofreciendo milagros divinos, apégate a lo escrito. No estoy poniendo el caso de
Noé de
Darren Aronofsky ya que esa se convirtió al final en una película de fantasía que poco tenía que ver con el relato del Génesis, pero en
Exodus: Dioses y reyes las bases están sentadas. ¡Si hasta
El príncipe de Egipto era más fiel que ésta!.
Alguien podría decir: a mi me da igual el relato bíblico, lo que yo quiero es una película "épica". Pues si es así, vais listos, porque la cinta de Cecil B. DeMille sí que era épica a proporciones inmensas. Y no es por entrar en comparaciones, pero a lo largo de los años se han realizado varias versiones sobre el éxodo bíblico y aunque muchas eran cintas pobres, conservaban la esencia que Ridley Scott ha decidido mancillar por su cuenta, cogiendo la historia para aplicar su óptica sobre como sería la salvación del pueblo de Israel.
En primer lugar, nos presenta a Moisés como un ser vengativo, lleno de ira cuando realmente era un hombre que a su salida del reino, era temeroso e incluso sin don de palabra, incapaz de hablar a su pueblo y menos aún con fuerzas para hacerlo ante faraón. Dios fue el que le concedió el valor y el poder de sus milagros para empezar su cruzada particular en su afán por salvar a su pueblo. Christian Bale, un actor que sabe hacer de todo y que personalmente me gusta, consigue con éste rol el peor papel de toda su carrera. Lo que contribuye a esto es la decisión por mostrarnos a un Dios aun más vengativo, y lo peor aun, con forma de niño que parece el mismo demonio. La escena de la zarza, que parece más una visión tras un golpe y deja de cobrar sentido cuando observamos las conversaciones siguientes del niño y Moisés, son tan incoherentes que no tienen fuerza ni sentido. Con lo fácil que habría sido usar simplemente una voz atronadora, que sonara en el film y dejara al espectador resonar en el pecho como un trueno, deciden usar a un niño con cara de enfado, que no solo manda, si no que discute con el protagonista y llegan incluso al punto de negociar con respecto a la última plaga. A partir de aquí la película murió para mí.
He de reconocer que los primeros treinta minutos bajo los dominios de faraón me mantuvieron pegado y pensaba que Scott me iba a ofrecer algo interesante, no visto antes, pero con cierto apego. Todo cambia cuando entran en escena dos espías que escuchan la conversación de Bale y Kingsley sobre su procedencia hebrea y Ramsés juega con su espada para amenazar a Miriam, que resulta ser parte de la "familia" egipcia. Todo lo que viene a continuación y el exilio de Moisés acaba siendo un despropósito que adormece y no remonta. Seguidamente, queda observar lo más "grandioso" cuando Moisés se convierte en el verdadero libertador de su pueblo, en la película acaba entrenando a escondidas de faraón a los ya hartos y cansados israelitas y los forma. ¿los guardias no notan que los hombres de trabajo han disminuido? ¿realmente era necesaria esa formación de batalla cuando al final no hay guerra entre ellos y en la Biblia menos aún? Esa manía de Scott por la violencia va a tales extremos que todo se difumina y no llega a nada.
Y luego tenemos el reparto, muy irregular y desaprovechado. Un ejemplo lo tenemos en Josué, quien apenas tiene presencia y lo interpreta Aaron Paul. Apenas tiene diálogo y lo suyo es un paseo, lo mismo que Ben Kingsley quien tiene un par de momentos con el protagonista y aparece y desaparece a su antojo, sobre todo en la salida del pueblo israelita. Lo mismo podemos decir de Sigourney Weaver, quien tiene dos fogonazos en pantalla, aunque mejor parada ha salido nuestra Maria Valverde, quien tiene mayor protagonismo. Joel Edgerton cumple y no nos imaginamos a Javier Bardem, que era el elegido de Scott para hacer de Ramsés. Agradecemos el cambio.
Volviendo al contenido, el patetismo mayor lo tenemos cuando Bale lanza su espada al mar cual excalibur y las aguas comienzan a desaparecer. No hay separación de aguas -lo más esperado- si no que las mareas bajan y allá, a kilómetros de distancia, una ola comienza a llegar para arrasar los ejércitos. Pero Moisés, con una ira que ya no contiene, se encara ante Ramsés en la escena más absurda del film, cuando una ola de diez metros está a punto de tragárselos y choca con ellos. Si fuera verdad, habrían muerto en el instante, e incluso el personaje de Bale se da un golpe contra una roca, pero "milagrosamente" salen vivos, uno a cada extremo del mar. Resulta irónico, absurdo, surrealista...Ridley Scott hace uso de los milagros a su antojo y cuando cree necesario, como el de éste momento tan mítico que se convierte en chiste. Pero sigamos con los chistes, la historia va mas allá cuando observamos a "dios" sirviendo un par de tazas mientras Moisés usa martillo y cincel para escribir los diez mandamientos -me meo de la risa-,
La banda sonora de Exodus es otra historia. Nuestro compositor patrio Alberto Iglesias es el elegido para realizarla, pero no contento Scott del todo con su trabajo, pidió la ayuda de su amigo Harry Gregson-Williams para dar mayor intensidad y fuerza a algunos momentos de la obra, seguramente porque echa de menos a Hans Zimmer, a quien usó en algunos momentos de su carrera para darle más "épica" a las escenas de acción. Un ejemplo lo tenemos en el corte Tsumani -nunca mejor dicho ya que las aguas "no abiertas" se convierten en ese fenómeno meteorológico- donde notamos un cambio y mayor fuerza, escrito y compuesto por Gregson-Williams. Pero aun así echamos de menos una partitura como la que hizo Zimmer en El príncipe de Egipto, allá cuando hacía scores fantásticos e impresionantes como el citado. En resumidas, es un score que incluso a medias, no resalta aunque tiene sus momentos. Probablemente sea lo poco salvable de éste estropicio que solo gustará a aquellos que no conocen la historia bíblica y no han visto ninguna de las películas que se han realizado sobre el escrito original.
Ridley Scott acaba en sus créditos finales dedicando su película a la memoria de su hermano fallecido, Tony Scott, pero no estoy seguro de si habría quedado complacido con esa dedicatoria ante semejante bodrio. Espermos que Ridley levante cabeza con la segunda entrega de Prometheus y recoja fuerzas para tomar las riendas de Blade Runner 2 -la cual no tendría que existir- y no la deje en manos de cualquiera. ★★★★★
Por Dante Martín
Amante del séptimo arte y en especial de la ciencia ficción. Fan incondicional de Stanley Kubrick y Terrence Malick, pero con todo y con eso, soy capaz de disfrutar en colorines de cintas de dudosa reputación. Cantante en mis tiempos libres y apasionado del mundo del cómic. Eso si, siempre con una birra cerca.