Muy buen capítulo el de esta semana. Por fin tocaba. Tras los interrogantes del final del episodio anterior, tras desvelarse que Gordon no había matado al Pingüino como había hecho creer a todo el mundo, cabía preguntarse si las repercusiones sería las lógicas. Y así lo han sido, sin lugar a dudas.
Mucha gente quiere a Gordon enterrado (vivo o muerto), empezando por Fish Mooney, que tiene que soportar cómo el soplón que actuaba a su servicio sigue con vida, y terminando por Don Falcone, cuyas órdenes directas han sido desobedecidas y hay que dar ejemplo. Evidentemente, Bullock tampoco está muy contento, no sólo porque su compañero le haya mentido como un bellaco, sino porque su cabeza también está en la picota. Mal se ponen las cosas para Gordon, que sólo tiene dos opciones: huir o morir. Sin embargo, el detective tomará la calle de en medio, poniendo a salvo a su novia Bárbara de los matones de Fish Mooney, enviándola fuera de la ciudad y aceptando que, si debe morir, lo hará con las botas puestas. Y vaya par de botas;
ni más ni menos que detener al corrupto alcalde de Gotham y al mismísimo Falcone. Misión imposible, vaya.
Evidentemente, una cosa son las buenas intenciones y otra es la realidad, que siempre pone las cosas en su sitio. Y la cruda realidad es que a Gordon le queda bastante claro que no va a recibir mucha ayuda cuando llega a la comisaría y todo el mundo se comporta como si fuera un muerto andante. Sólo faltaba que algún compañero le tomara las medidas para el ataúd. Aunque aún le queda más claro cuando un sicario de Falcone se presenta en la mismísima comisaría para llevarlo ante su jefe y todo el mundo hace mutis por el foro.
Claro que no es un sicario cualquiera; se trata ni más ni menos que de Mr. Víctor Zsasz, asesino, amoral, psicópata y carnicero. Uno de esos casos en los que la profesión y los hobbies van de la mano ganando en calidad de vida, aunque estas aficiones sean rebanar pescuezos y hacerse una muesca en forma de cicatriz por cada nueva víctima. Para más señas, uno de los enemigos más despiadados de Batman, que en esta época
"sólo" cuenta con 28 cadáveres en su cuenta. A Gordon sólo le quedará intentar huir. Por suerte para él, Montoya y Allen llegan en el último segundo para salvar su vida, aunque Zsasz y su grupo de sicarias frikis del ciberpunk conseguirán dejarle dos tarjetas de visita en forma de plomo. Buena presentación de este villano, haciendo que dé miedo de verdad. La estampida de toda la comisaría en pleno temblándoles las canillas así lo demuestra.
Tras el rescate y una cura de emergencia a cargo de una doctora de lo más curiosa, y después de una escena completamente intrascendente e innecesaria en la Mansión Wayne (probablemente porque cada capítulo tiene estipulada la presencia de Bruce Wayne para mantener las audiencias, aporte algo o no), Gordon se dispone a seguir su plan cueste lo que cueste.
Aunque encontrará un inesperado aliado en Bullock, que tras consultarlo con la almohada (más bien con una de sus juguetones "amiguitas") decide que, ya que va a morir igualmente, mejor hacerlo cumpliendo con su obligación como policía. Bullock sigue siendo uno de los personajes mejor retratados y perfilados, demostrando que bajo esa capa de desilusión y dejadez sigue habiendo un fondo de buen policía, de alguien en quien se puede confiar. Tras detener al alcalde, ambos detectives van a hacer lo propio con Falcone, pero éste es perro viejo y tiene un as escondido bajo la manga: a Bárbara Kean bajo custodia Zsasz como seguro de vida. El
"equilibrio mexicano" entre hampones y policías acaba con estos últimos rindiendo sus armas. Sin embargo, de forma sorprendente, Falcone les perdonará la vida y los dejará libres. Parece que le da mucha importancia y que Gordon crea en su palabra y, sobre todo, refuerza su discurso sobre el sistema y la anarquía, con el que lleva comiendo la cabeza al detective desde el primer capítulo.
Hay algo raro en el comportamiento de Falcone. Sus decisiones parecen arbitrarias, no duda en pactar la paz con Maroni y perdonar la vida al Pingüino contra los deseos de Fish, y ni siquiera ha tocado un pelo al (carnoso) señuelo/pin-up que ésta le ha dejado para forzar su caída, a la que tiene preparando magdalenas. Este dudoso comportamiento por fin encuentra su razón de ser en un final de quitarse el sombrero y en el que las revelaciones comienzan a aflorar y a atar cabos que llevaban mucho tiempo abiertos. El Pingüino se desvela como un manipulador con una inteligencia prodigiosa que ha logrado, de una sola tacada, hacerse con los favores de Falcone quitándole de en medio a dos rivales del peso de Nikolai, un traidor en el seno de su organización, y Frankie Carbone, mano derecha de Maroni. Pero no sólo eso, sino que además esta estratagema le ha servido para seguir ascendiendo en la organización de Maroni como hombre de confianza siendo, en realidad, un topo de Falcone.
Mucho más que un vulgar soplón, este Pingüino sigue creciendo como mente criminal y vuelve a dejarnos con la boca abierta al descubrir que todo lo que ha sucedido desde el primer capítulo estaba planificado al milímetro, incluyendo su sentencia de muerte a manos de Gordon. Una revelación final tremenda para el mejor capítulo de la temporada, sin lugar a dudas. Ahora quedan en el aire dos preguntas: ¿Cuáles serán los motivos de la obsesión del Pingüino por Gordon, siendo el responsable principal de que Falcone le perdonara la vida al detective? Y, sobre todo, ¿será la serie capaz de mantener este nivel y dejar de lado las tramas gargantuescas y los episódicos sin fundamento?
Por Antonio Santos