Añadiendo una nueva muesca a esa edad de oro de la traslación de personajes de comic a la pequeña y gran pantalla, es el turno de uno de los mejores y más longevos personajes que ha dado la línea más adulta de la editorial
DC Comics.
John Constantine, detective de lo paranormal natural de Liverpool, cínico, mentiroso, ladino, tramposo, amoral y antihéroe por excelencia fue presentado en 1985 por el genial guionista británico Alan Moore en su no menos genial etapa a los guiones de La Cosa del Pantano, dentro de la mítica saga American Gothic, una de las obras cumbres del Noveno Arte. Inmediatamente caló entre los lectores, lo que hizo que consiguiera colección propia (
Hellblazer) que se ha prolongado ininterrumpidamente hasta nuestros días, convirtiéndose en la colección estrella del sello
"para adultos" de la editorial (Vertigo) hasta que en 2011 fue relanzada con un nuevo número 1 dentro del
Nuevo Universo DC, integrándose con el resto de colecciones y convirtiéndose en una versión mucho más
light del Constantine que los lectores conocíamos.
Una versión similar a esta última, con algunos signos de identidad reconocibles pero desprovista de gran parte de la mala baba y cinismo que caracterizaba al personaje, es la que podemos encontrar en esta nueva serie de la NBC. En la parte positiva, el personaje conserva muchos de los rasgos de su versión
comiquera: Sempiterna gabardina, corbata desanudada, pelo rubio despeinado (basado en el aspecto de un joven Sting) y amor por los
Sex Pistols. Sin embargo, pierde por el camino el eterno cigarrillo entre los labios, aunque sí que usa (y muy bien) el mechero. Cosas de la consabidamente extraña política moral norteamericana; o tal vez que la cuota de pantalla de las tabacaleras ya la llena Don Draper, vaya usted a saber. Otro aspecto fundamental que pierde el personaje es su forma habitual de operar. Al menos en este piloto, vemos a Constantine actuar básicamente como un exorcista. Con más imaginería y efectos, pero fundamentalmente expulsando demonios mediante ritos y latinajos. Puede ser una forma para que quede más espectacular de cara al espectador, aunque se pierde un poco la esencia del personaje, más sibilino y que tiende mucho más a salir victorioso gracias a su conocimiento de las artes místicas, su capacidad para mentir como un bellaco y su inteligencia maligna.
A alguien que ha sido capaz de engañar al Señor de las Mentiras en diversas ocasiones conviene tomárselo en serio.
Una vez que hemos podido comprobar que, a no ser que las cosas cambien en posteriores episodios, vamos a tener un John Constantine que no va a acabar de contentar a sus admiradores
comiqueros, queda por ver cómo se comporta la serie para un público profano en la versión literaria. Y tampoco se alza con una gran victoria, sobre todo por un guión y un montaje tan poco originales como aturullados.
El comienzo es prometedor, con un Constantine que se vende como "Exorcista, demonólogo y maestro de las artes ocultas" (con tarjeta y todo) y que ha ingresado voluntariamente en el sanatorio mental Ravenscar para que la terapia le convenza de que no existen los demonios. Su objetivo es poder olvidar una metedura pata memorable en forma de pacto con el demonio Nergal que acabó como el Rosario de la Aurora, con una inocente niña (presunta cliente) en las fosas infernales y el alma de Constantine en poder de Nergal. Sin embargo, pronto comprobará que le va a resultar difícil olvidar cuando los demonios tiene la mala costumbre de intentar tocarle las narices y vengar antiguas afrentas. Así que tras una espectacular aparición en el psiquiátrico, su siguiente misión será la de proteger a Liv, la hija de un antigüo aliado (¿fallecido? ¿desaparecido?) del que no sabemos más que era un mago poderoso y tiene un caserón repleto de objetos místicos. Esta será la constante del capítulo. Los personajes y situaciones se van lanzando al espectador sin apenas presentación ni motivaciones claras, debiendo éste suponer en la mayoría de ocasiones qué relación tienen con Constantine y qué se supone que ha pasado. Todo muy precipitado, como son la entrada en el juego de dos de los habituales colaboradores de John, el taxista Chaz (que aquí parece ser inmortal, o invulnerable, o algo así) y Ritchie Simpson, de quien se da a entender que es un antiguo colaborador que también participó en el caso
"cagada" de la niña y no está muy por la labor de seguir ayudando al mago.
De esta forma, Constantine se afanará en cumplir la promesa que le hizo a su amigo y mantener a su hija a salvo, para lo que tendrá que derrotar al demonio Furcifer, que se empeña en acabar con ella (sin saber muy bien por qué). Una joven que ha heredado los poderes de su padre para localizar las próximas apariciones del Mal, y que presuntamente iba a ser el leit-motiv de la serie, consolidándose como ayudante de Constantine y llevándole a sus próximos casos. Aunque parece que tras el piloto decidieron prescindir de ella, por lo que se nota para mal que se ha remontado el capítulo para quitarle toda continuidad, sobre todo en un final
"tipo Serrano" en el que en dos minutos poco menos que mandan a la chica a Cuenca a visitar a unos tíos lejanos, y de ella nunca más se supo. Tremendo. Por lo demás, se esbozan las que pueden ser las lineas maestras de la temporada:
Sacar a la niña del Infierno, rescatar a la madre de Constantine de la muerte (su motivación para meterse en las artes ocultas) y/o ayudar al Cielo en su eterna batalla contra sus vecinos de abajo a cambio de recuperar su alma (o eso se sobreentiende de las visitas de un ángel cansino empeñado en reclutar al mago para su bando).
El fan agradecerá también las referencias a objetos como el Yelmo del Destino, que pueden dar mucho juego en el futuro.
En resumen, ni chicha ni limoná. Un Constantine descafeinado y bajo en nicotina y alquitrán que nos deja destellos de lo que podría ser con algunas réplicas punzantes y escenas icónicas (ese final), y un protagonista muy bien elegido, pero que tiene que asentarse, tomarse las cosas con un poco de calma y cabeza y decidir quién quiere ser.
Porque aún no sabemos si vamos a estar ante una nueva "Sobrenatural", con un procedimental sencillito centrado en la caza y captura de demonios, o la serie tendrá lo que debe tener para ir más allá y darnos al Constantine que muchos queremos.
Por Antonio Santos