Brutal capítulo el de esta semana. Si esta serie se caracteriza (entre otras cosas) por los comienzos impactantes, el episodio que nos ocupa se lleva la palma. Tras una jornada de dedicada a tocarle las narices al personal y pintar cosas de blanco, como de costumbre, una pareja de los GR emprende el camino de vuelta a casa cuando una de ellas (la Gladys del título) es secuestrada a la fuerza, atada a un árbol y lapidada cruelmente hasta la muerte. De esta forma, el jefe Garvey se verá involucrado en una investigación de asesinato en la que no tendrá ningún tipo de ayuda, ni de la población, que odia a los GR, ni de los propios integrantes de la secta, que pasan de todo. Como se pone de manifiesto en diversas conversaciones a lo largo del episodio, ya están muertos en vida, por lo que un fallecimiento real no les afecta en absoluto. Excepto a Laurie, que sufre una crisis de ansiedad que la lleva al hospital.
La verdadera protagonista de este capítulo es la propia Laurie. Tras recibir el alta se encuentra con la sorpresa de que Patti, la jefa de la secta, la lleva a dormir a un motel. La primera vez en meses que duerme en una cama y tiene a su disposición
"lujos" tales como una ducha con agua caliente. Pero no sólo eso. Al día siguiente encuentra ropa normal en su habitación y Patti la invita a un opíparo desayuno, en el que le da la posibilidad de hablar. Cosa que finalmente no hace. La fuerza de la costumbre es tal que ya no sabe comunicarse verbalmente. Al final, se descubre la estrategia de Patti.
Se ha dado cuenta de que el compromiso de Laurie con la secta se está resquebrajando y el asesinato de su "pareja laboral" puede ser la gota que colme el vaso. Así que le regala un día de descanso. Dejándole claro también que si quiere permanecer con los GR debe dejar atrás todas sus dudas y volcarse por completo. Finalmente volverá con más fuerza que nunca, convicciones que se verán reforzadas por la conversión final de su "pupila" Megan.
Esta fuerza renovada la sufrirá en sus carnes el pobre padre Jamison, que se verá de nuevo ninguneado y humillado cuando intenta ayudar a los miembros de la secta.
Mientras tanto, Kevin tendrá que pasar su particular viacrucis de todos los días, topándose una y otra vez con la incomprensión de sus paisanos ante la investigación de asesinato (donde adquirirá particular importancia el misterioso cazador de perros), la rebeldía de un miembro de su oficina que quiere quitarse de encima el muerto (nunca mejor dicho) pasándole el caso a los federales y la surrealista lucha sin cuartel contra una alarma caprichosa y unas camisas sucias. Al menos, parece que empieza a haber una particular atracción con la misteriosa Nora.
Finalmente, el cúmulo de acontecimientos le llevarán a rendirse a la evidencia de que ha perdido a su mujer, deshaciéndose en lágrimas y teniendo un momento de desnudez sentimental con su hija.
El otro gran momento del capítulo llega a su conclusión. Finalmente, el jefe Garvey no puede conseguir que el gobierno (sección
"antisecta") se lleve el cadáver y, por tanto, se adueñe de la investigación. Pero no sólo eso.
El escurridizo agente federal por fin contacta con Kevin y le deja caer que, si quiere, tienen los medios para librarle del problema de los GR para siempre. Tres furgonetas cargadas de agentes con pocos escrúpulos se pueden encargar de ello en tiempo record. Para rematar la función, se nos muestra en qué consiste la investigación forense de estos delitos relacionados con sectas. Camiones llenos cadáveres van a parar a unas instalaciones donde los difuntos son etiquetados. Los que están
"en malas condiciones", como la pobre Gladys, pasan directamente al incinerador. Los cuerpos mejor conservados, en cambio, son apartados y clasificados, quién sabe con qué oscuros fines...
Por Antonio Santos