"Anoche soñé que volvía a Manderley". Así arranca una de las obras cumbres del gran maestro Alfred Hitchcock, una película que no es sino una historia de fantasmas donde los espectros son tan protagonistas como los actores de carne y hueso, sin estar presentes en ningún momento en la pantalla; una historia de amor que traspasa las fronteras del tiempo enmascarada bajo un clima de suspense clásico, casi gótico en sus formas de hacer partícipe a la propia mansión de la narración.
Guillermo del Toro se atreve a coger el testigo de uno de sus grandes maestros para llevar a la pantalla una historia de amor bigger than life, barroca, pasional, marcada por la tragedia, imposible, desatada; envuelta con delicadeza, oficio y mucho amor por los personajes en un oscuro celofán propio del terror gótico heredero del cine de William Castle, del Roger Corman de La Caída de la casa Usher, del romanticismo macabro de Poe; pero una historia de amor al fin y al cabo. Con muchas ramificaciones aunque, evidentemente, muy pocas de ellas plácidas. Desde el principio el director nos avisa poniendo en boca de uno de sus personajes qué tipo de película vamos a ver: "No es una historia DE fantasmas. Es una historia CON fantasmas".
Del
Gordo se podrán criticar algunas cosas, pero nunca que no cuida a sus personajes. Y aquí más que en ninguna otra. Toda la trama se asienta sobre tres personajes principales. Dos hermanos pertenecientes a la aristocracia (venida a menos) británica y la rica heredera de uno de los nuevos ricos americanos que se ganó cada centavo empezando desde lo más bajo. Una chica independiente, de carácter dulce pero fuerte y rebelde, con alma de artista y una sensibilidad fuera de lo común que le hace estar en contacto con el mundo de los espíritus. Aunque pronto caerá bajo el influjo del atractivo Baronet Thomas Sharpe, lo que la llevará a Inglaterra para compartir techo con su esposo y su cuñada.
Aunque falta otro personaje crucial en la trama como es la propia mansión, Allerdalle Hall. Un antiguo caserón que ha vivido días mucho mejores, ajado, doliente, quejumbroso. Un ente que respira, sufre y sangra; el testigo implacable de la fuerza del destino, el poderoso influjo del amor (en su sentido más amplio) y el arraigo a una tierra que cada vez tiene menos que ofrecer más allá de legados obsoletos y tradiciones arcaicas; y por supuesto, el guardián de muchos y terribles secretos que poco a poco irán saliendo a la luz.
Si algo salta a la vista es que esta es una película en la que Del Toro ha volcado toda su pasión (que es mucha), una historia muy personal para él sobre la que se ha vaciado completamente.
Si bien la historia es sencilla y va dejando muchas miguitas que la hacen ciertamente predecible, la forma en que está rodada es sencillamente impresionante. La ambientación es espectacular y la atmósfera malsana que crea en torno a la trama y los personajes te atrapa sin remedio a poco que te gusten este tipo de historias. A esto hay que sumar un gusto por el detalle que sigue siendo prodigioso, otorgando una fuerza inusual a esa casa desvencijada, a las polillas que la habitan, a la nieve que cubre el paisaje y poco a poco se va tiñendo de rojo al mismo tiempo que la trama va ganando en truculencia, a cada uno de los elementos que pueblan la mansión;
y por supuesto constatar la fuerza de los diálogos, acertados y que siempre aportan información sobre los personajes, bien por lo que dicen o bien por lo que callan.
También tenemos una parte paranormal que confiere a esta historia su pátina final de cuento de terror gótico. Unos espectros que no son sino manifestaciones de los pecados del pasado y que tendrán un efecto crucial en el devenir de la trama, evidenciando que por mucho que queramos enterrar nuestro pasado siempre estará ahí para perseguirnos y para marcar nuestro presente.
De esta forma, además de la exquisita labor tras la cámara otro factor que hace que la calidad del producto suba es el impecable trabajo actoral, destacando la tripleta principal. Mia Wasikowska borda un papel lleno de sutileza, combinando fragilidad y fortaleza. Tom Hiddleston clava a ese
lord inglés con tanto
charme como secretos, derrochando clase, saber estar y sensibilidad.
Aunque por encima de todos sobrevuela una superlativa Jessica Chastain, magnética, poderosa, enigmática, perversa, extrema, un torbellino de energía arrolladora siempre contenida pero a punto de explotar. Toda una perla para un conjunto magnético, emocional y emocionante, que derrocha pasión; un homenaje al cine de terror de aroma clásico que, sin embargo, decepcionará a quienes vayan buscando una película de terror al uso llena de sustos y sangre en abundancia. Por contra, para quienes amamos este tipo de cine sutil y atmosférico, barroco y excesivo, elegante y detallista, sin duda supone todo un soplo de aire fresco y una experiencia fascinante.
"Anoche soñé que volvía a Allerdalle Hall". Al viejo
Hitch le hubiera encantado.
★★★★
★