La carretera transcurre en la inmensidad del territorio norteamericano, un paisaje literalmente quemado por lo que parece haber sido un reciente holocausto nuclear. Un padre trata de salvar a su hijo emprendiendo un viaje con él. Rodeados de un paisaje baldío, amenazados por bandas de caníbales, empujando un carrito de la compra donde guardan sus escasas pertenencias, recorren los lugares donde el padre pasó una infancia recordada a veces en forma de breves bocetos del paraíso perdido, y avanzan hacia el sur, hacia el mar, huyendo de un frío «capaz de romper las rocas».
Give me the freedom to destroy
Caminan bajo un cielo de ceniza hacia un mar muerto en una tierra sin vida. Un padre y su hijo. Un carrito del supermercado con todas sus posesiones, insuficientes. Una bala. El frio y el hambre cada vez mayores. La tentación de la carne que jamás deben probar. El intenso dolor de pecho que impide respirar el aire todavía más envenenado que sus pulmones. La tos seca como el sonido de la vegetación ardiendo por el fuego del hombre. Un esputo sanguinolento sobre el asfalto ya no transitado, excepto por ellos y otros con los que no desean encontrarse. La esperanza…
«La carretera» es una novela postapocalíptca que nos describe el peregrinaje de un padre y su hijo a través de un paisaje estéril en su lucha por la supervivencia. Cormac McCarthy nos narra de forma desgarradora el viaje de ambos personajes, ofreciéndonos un relato desesperanzador acerca del comportamiento del hombre en situaciones extremas y, al mismo tiempo, conmovedor por esta relación paternofilial.
Taste the water
From a stream of running death
Eat the apple
And cough a dying breath
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy
El escritor estadounidense opta por un relato ininterrumpido, sin capítulos, para ilustrar el fatigoso viaje del padre y su hijo por un mundo reducido a las cenizas del recuerdo. La imposibilidad del lector para establecer pausas durante la lectura permite identificarse con los protagonistas, quienes avanzan sin descanso hacia un destino incierto, pues el mar al que dirigen sus pasos de pertenece al pasado del padre, ahora destruido sin que lleguemos a conocer jamás la causa, solo las consecuencias.
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El autor |
Sin embargo, la esperanza de proporcionar un futuro mejor a su hijo, quien no debería haber nacido ni conocido mundo como aquel -en el que los escasos supervivientes recurren con frecuencia la antropofagía ante la falta absoluta de alimento-, es lo único que le permite seguir caminando. Precisamente, el deseo de preservar la inocencia del niño le lleva a cometer actos egoístas, incluso violentos. Una contradicción de sentimientos apreciable en la negativa del autor a referírsele como «su hijo», siempre «el niño». Es decir, el padre
pretende establecer una separación emocional para no vacilar llegado el momento de apretar el gatillo. De hecho, adviértase que los escasos diálogos entre ambos son reiterativos, basados en monosílabos hasta convertirse prácticamente en monólogos carentes de significado, solo palabras pronunciadas en voz alta para que parezcan más reales. Y es que la imposibilidad de hablar sobre el pasado –los escasos recuerdos del padre sobre su propia infancia, el incierto desastre que originó aquel «invierno nuclear» o el abandono de la esposa y madre- y la incertidumbre de su propio futuro les obliga a centrarse en el desolador presente, al silencio de quienes no tienen nada que decirse ni mayor relación que la establecida por las circunstancias. Al fin y al cabo,
«cualquiera puede ser padre, pero sólo un hombre de verdad merece ser llamado papá».
Feel the sun
Burning through your black skin
Pour me into a hole
Inform my next of kin
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy
Precisamente, ese egoísta deseo por mantener al niño vivo únicamente para tener una razón que justifique su propia existencia conlleva un exceso de protección le impide aprender, a valerse por si mismo, a sobrevivir. El padre convierte a su hijo en un ser dependiente de su figura. Es posible que algunos interpreten sus acciones como la necesidad de salvaguardarlo de la violencia, pero la negativa de dejarlo crecer, de permitirle seguir percibiendo el mundo a través de la ingenuidad –no de inocencia- infantil provoca que sea aún más débil y, por ende, más dependiente. Y es que resulta demasiado simple dividir a las personas en exclusivamente dos categorías, «buenos» y «malos», sin posibilidad de ambigüedad al interpretar sus acciones.
No obstante, McCarthy evita la tediosidad en su novela – a consecuencia de la reiteración de escenas y el ritmo pausado de la narración- intercalando su arduo peregrinaje con escenas que nos hacen perder cualquier esperanza en el ser humano. El escritor estadounidense sitúa a sus personajes en una situación límite para mostrarnos sus reacciones cuando todo su mundo queda reducido a la satisfacción de las funciones más básicas; en especial, la necesidad de encontrar comida en un mundo yermo, en el que la tierra es incultivable por la gruesa capa de ceniza que la cubre o la ausencia de animales, bien porque han emigrado a otras regiones del país- e incluso del planeta- o han perecido en este eterno invierno gris. Aquí es cuando nos ofrece el retrato más descarnado de la humanidad, las imágenes provocan un fuerte impacto en el lector, tanto por lo que se nos describe como por la forma de hacer. Y es que McCarthy los narra en un tono neutro, de absoluta normalidad ante la brutalidad de la que somos testigos, incremento su efecto desmoralizador.
Run through graveyards
On a dusty winter day
Spit the dirt out
And try to say
Give me the freedom to destroy
Give me radioactive toy (1)
De este modo, conforme avanzamos por «La carretera» crece nuestra impotencia ante el recuerdo de un mundo ahora inexistente mientras avanzamos fatigosamente hacia un futuro todavía más incierto que el desalentador presente en el que intentamos sobrevivir, aunque carezcamos de razones para hacerlo. Cormac McCarthy nos ofrece una novela desesperanzadora, un relato de supervivencia extrema sobre la pérdida de nuestra humanidad y, en especial, la lucha de un padre por preservar la esperanza para dar un significado a la vida de su hijo en un planeta que la perdió hace demasiado tiempo. A pesar de las contradicciones en la personalidad de sus dos protagonistas –y, sobre todo, de su comportamiento ante determinadas circunstancias-, «La carretera» se extiende ante nosotros, inmutable, con un desalentador mensaje que no dejara indiferente al lector en su arduo avance hacia ninguna parte.
(1) Letra de Radioactive toy, Porcupine Tree.
Lo Mejor: La estructuración de la novela en un único párrafo impide al lector realizar pausas, transmitiendo de forma metafórica el desaliento de sus protagonistas. La descripción de un planeta árido, cubierto de ceniza y muerte, sin esperanza. La simbología de los diálogos y otros detalles asociados a la relación entre padre e hijo. El distanciamiento narrativo incrementa el demoledor efecto de las escenas más crudas.
Lo Peor: Las incoherencias en el comportamiento de los dos personajes principales. La excesiva ingenuidad del hijo no resulta congruente en el contexto, pese a la sobreprotección paterna. «La carretera» no es la clásica novela postapocalíptica, muchos lectores aficionados del subgénero pueden desilusionarse ante la auténtica complejidad del planteamiento pese a su apariencia sencilla.
Título: La carretera, 216 págs.
Autor: Cormac McCarthy
Editorial: DEBOLSILLO, 2009.
ISBN: 9788483468685