WHAT THE LITTLE BIRD TOLD HIM
Parece que los responsables de la serie también se dan cuenta de que cuanto menos tiempo está en pantalla el submundo criminal de Gotham, menos interesante se vuelve la serie. De esta forma, el punto positivo es que la parte del león se la vuelve a llevar la conspiración de Fish Mooney para derrocar al rey Falcone. Sin embargo, el punto negativo es llegar a la conclusión de que se acabó Arkham. Un escenario que parecía prometer una ruptura con los episodios policiales procedimentales sin alma ni interés y constituirse en el caldo de cultivo de nuevas y apetecibles tramas desarrolladas en un lugar tan lleno de maldad y desesperanza, no ha ido más allá de ser una mera excusa para un par de episodios antes de regresar al anterior statu quo. Bueno, eso y presentar a un villano risible de tercera regional que dura menos que un helado en agosto. Desaprovechamiento máximo del potencial de Arkham y decepción total por esa parte.
Empecemos por lo flojo y así vamos in crescendo, que siempre es mejor acabar en alto. El capítulo anterior sirvió para presentar al peligrosísimo criminal conocido como Electrocutor (El tío calambres, para los amigos, de profesión villano tróspido), que tras fugarse del psiquiátrico de aquélla manera decide volver a recuperar sus viejos trastos de electrocutar en masa y vengarse del causante de que acabara en la trena, que resulta ser Maroni. Por otra parte, Gordon se enfrenta al comisario Loeb (homenaje al guionista Jeff Loeb, cuya calidad en los últimos años anda pareja a la de los guionistas de esta serie, posiblemente por compartir la misma afición por el aguardiente casero) y cierra un trato. Si le deja llevar la investigación y recupera al fugado en menos de 24 horas le devuelve su antiguo puesto. Aquí empieza el festival del humor. La doctora Thompkins visita la comisaría para, además de postularse como el nuevo interés romántico del detective (los guionistas también barren sutilmente a Bárbara debajo de la alfombra. Total, para lo que pintaba...), ofrecerle una pistaza para localizar al villano: un muñeco de Doña Rogelia que le pone tras la pista de Maroni pese a parecerse a éste tanto como yo a George Clooney. El plan maestro: llevar al mafioso a la comisaría (más bien el recreo, porque allí no trabaja ni el tato) y esperar a que el Electrocutor se meta en la boca del lobo para consumar su venganza y atraparlo. Al final el villano consigue dejar a todos inconscientes menos a Gordon, que logra atraparlo gracias a unas botas katiuskas y un vaso de agua. Risas enlatadas. Unos selfies para la galería, más risas enlatadas y Gordon recupera su placa. Chimpún. Para un spin-off de la serie de Batman de los 60 puede valer, pero no es posible que los responsables de esta serie pretendan que nos tomemos en serio este esperpento...
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Esto son unas katiuskas buenas y no las Gioseppo esas... |
Mientras se desarrolla
"Juego de niños", la trama mafiosa sigue su curso concentrando los momentos buenos de la serie. En este caso, profundizando sobre un personaje tan carismático como Falcone. Si bien podemos encontrar evidentes problemas de suspensión de la credibilidad (por ejemplo, la forma en la que el Pingüino
"larga" su relación con Falcone a su
jefe Maroni, y cómo éste se traga sin más sus excusas) no deja de ser un buen retrato de un jefe del crimen que ve cómo su reinado se agota.
Fish decide dar un golpe sobre la mesa de una vez por todas y activa su plan para hacerse con la corona del hampa. Es el momento de apelar a los sentimientos del gran jefe, así que simula el secuestro de su infiltrada Liza.
La estrategia de atacar el corazón de Falcone con un
clon de su madre ha surtido efecto.
El mafioso se derrumba en un primer momento, aunque poco a poco comprende que Fish le está dando una salida pacífica. Dejar su corona y retirarse a un lugar lejano y tranquilo en compañía de su amor platónico. Contará, sin embargo, con dos aliados de excepción. Por una parte el peligroso Victor Zsasz, fiel hasta la médula, y que se niega a ver a su jefe convertido en un paño de lágrimas; un Falcone que se plantea firmemente una recta final de su vida tranquilamente lejos del mundanal ruido, sin preocupaciones. Sin embargo, tras sus vicisitudes con la electricidad, el Pingüino le revelará la verdad oculta tras todo el plan: Liza ha sido un peón de Fish todo el tiempo.
Nadie juega con los semtimientos del gran Carmine, y menos aún con la memoria de su idolatrada madre, así que el plan para retirarlo de la circulación se transforma en un acicate que hará emerger a la bestia sanguinaria y vengativa que llegó a la cima del hampa. El ruido y la furia caen sobre Fish y sus hombres en forma de Victor Zsasz y su ejército de
dominatrix (por desgracia fuera de plano, qué gran escena hubiera sido). Sólo se libran Fish y Butch, para quienes Falcone reserva un destino peor. Y para consolidar su venganza estrangula a Liza de forma brutal, sin ninguna piedad ni reparo, mientras sus prisioneros observan boquiabiertos (y conscientes de que pintan bastos para ellos).
Carmine ha recuperado la ilusión por su reinado y atajado un nuevo golpe de estado, lo que se resume en la sonrisa final del Pingüino al mostrarse ante Fish como el pajarito que ha frustrado sus planes. La venganza es un plato que se sirve muy, muy frío. ¿Qué nos espera ahora? ¿Tal vez esta nueva ilusión recuperada llevará a intentar conquistar el territorio de Maroni? Esperemos que los tiros vayan por ahí y tengamos mucha más tajada de este
Gotham underground.
Por Antonio Santos
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).