Dos puntos de inflexión han marcado el cine de espías para siempre: James Bond en los 60 y Jason Bourne ya en el Siglo XXI. Ambos han dado pie a centenares de homenajes/imitaciones/secuelas y han marcado una forma de entender el espionaje relacionándolo con persecuciones imposibles, adrenalina, peleas espectaculares y glamour. Nada más alejado de la realidad, como tan bien ha sabido plasmar John Le Carré en sus novelas.
Lejos del estereotipo de espía todoterreno que desactiva la bomba en el último segundo y se queda con la chica, encontramos al individuo inteligente pero quemado, cansado de vivir constantemente en un mundo de grises y dedicado a una labor oscura y subterránea que nadie va a reconocer ni valorar. En el mejor de los casos, salvará el mundo para que el político de turno se lleve el mérito y se apunte una medalla, o consiga que crezca el presupuesto de su oficina.
La acción se desarrolla en Hamburgo, hervidero en el espionaje internacional desde que se descubrió que parte de la traba del 11-S se fraguó en la ciudad alemana. Allí trabaja en absoluta clandestinidad un equipo
"fuera de la ley", apoyado de forma extraoficial por el gobierno germano y dedicado en cuerpo y alma a vigilar los focos terroristas en el país. Aunque su labor no es nada fácil, pues además de su compleja tarea tienen que lidiar con la
"observación" de su actividad por parte de las agencias de inteligencia norteamericanas y la intervención de las agencias oficiales alemanas, donde sus actividades no están precisamente bien vistas.
En este clima de constante tensión, la entrada en el país de un misterioso joven ruso podría ser la clave para atrapar a uno de los principales sospechosos de financiar el terrorismo islamista, un rico empresario que puede esconder muchos secretos bajo su apariencia pública de filántropo concienciado.
De esta forma, vemos como se va desplegando una tela de araña en la que intentarán que caiga su presa, utilizando para ello el arma principal de las agencias de espionaje
"subterráneas": La paciencia. Aunque también se juega contra el reloj, ya que el joven constituye un cebo perfecto con el que intentarán pescar a una presa mayor, que a su vez supondrá el paso que permita atrapar a peces aún más gordos, y no pueden permitirse por tanto que caiga en manos de la policía o de otra agencia para que no desbarate sus planes. En la trama se verán involucrados una abogada de
"pleitos pobres" que intenta ayudar al fugitivo y un rico banquero con muchos agujeros por tapar y que se verá obligado a ejercer como albacea del joven.
Ambos se verán atrapados a su pesar en un juego de poder entre las diferentes agencias en el que comprobarán que el inocente siempre sale perdiendo en las luchas intestinas entre los poderes fácticos que manejan los hilos del mundo.
Si bien la trama está muy bien plasmada y mantiene el interés del espectador en todo momento, contando con la debida tensión e incertidumbre sobre el desenlace final, lo que lleva a la película a un nivel superior es la brillante interpretación de un Philip Seymour Hoffman en estado de gracia. Impresionante plasmando al personaje del jefe del equipo, un ser humano cínico, con el alma ajada, soportando la soledad de sus noches en compañía de una botella de whisky barato, en constante lucha por poder sacar adelante su trabajo pese al escaso apoyo de sus superiores. Una vida de privación personal en aras del bien común; y, pese a todo, capaz aún de conservar la pasión por el desempeño de su labor, la creencia de que, en el fondo, es posible luchar por mejorar el mundo.
Podemos destacar también a una versátil Rachel McAdams, totalmente creíble como cooperante de buena familia superada absolutamente por las circunstancias en las que se ve inmersa, y una siempre estupenda Robin Wright que le está cogiendo el gustillo a los personajes ambiguos. De forma anecdótica, aparece también Daniel Brühl en un papel con tan poco fuste (literalmente, un secundario con frase) que no le hace ninguna justicia. ¿Tal vez se ha quedado la parte del león en la sala de montaje?
En resumen, una muy buena película, aunque un escalón por debajo de otras adaptaciones del autor como "El topo", que gustará a los amantes de las películas de espías clásicas y que nos enfrenta de nuevo a las miserias del ser humano, a cómo en todos los ámbitos los intereses corporativos están por encima del individuo, la palabra de uno se supedita a sus ganas de medrar y las buenas intenciones se dan de bruces contra la dura realidad. Además, nos deja una de las últimas interpretaciones del gran
Seymour Hoffman que nos recuerda que, por desgracia, nos hemos quedado huérfanos de un actor en el mejor momento de su carrera. Al menos nos quedarán sus películas para recordarlo.
★★★★★
Por Antonio Santos