Tras el efectivo prólogo volvemos al presente para comprobar cómo la muerte de Marco, su alma gemela y compañero de aventuras, le ha dejado una profunda huella. No sólo manda a freír espárragos la posibilidad de pasar a formar parte de un prestigioso bufete, sino que continua con la crisis vital provocada por el encadenamiento de la pérdida de su escudero y la traición moral de su hermano, la persona que marcó su cambio de vida, ese
"Switch" que se torna eje (espiritual y físico, como veremos al final) del episodio.
El "Smoke on the water" de Deep Purple vuelve a consolidarse como banda sonora hacia el lado oscuro de Jimmy McGill. Una viaje de lo más divertido en busca de la cara más traviesa del protagonista, que decide mantenerse al margen de los convencionalismos sociales y abandonar las causas nobles y las empresas quijotescas en pos de un culto al hedonismo más desenfadado. Todo parece presagiar que pronto veremos a Saul Goodman, aunque todo cambia en un noche, de nuevo ese
Switch convertido en santo y seña del capítulo.
La tarde comienza poco prometedora encuentro con Kim mediante en el que Jimmy se enfrenta cara a cara con la alargada sombra de su hermano, con la cruda verdad sin aditivos que sale de los labios amigos de su partenaire. ¿Por qué dejar algo en lo que es bueno, muy bueno, sólo porque se viera abocado a ello para buscar la aprobación fraterna? ¿Por qué rendirse cuando ha trepado mediante sangre, sudor y lágrimas hasta un lugar muy próximo a la cima del respeto profesional?
La respuesta se demuestra con hechos: porque encuentra su verdadera esencia trapicheando, riéndose de los que miran a los demás por en cima del hombro, ejerciendo de trilero para vaciar los bolsillos y la autoestima (y de paso pegarse un homenaje a base de supertequila) a quien pide a gritos una buena cura de humildad. Un espacio temporal en el que puede abandonar al perdedor a quien mira al espejo por las mañanas y convertirse en un triunfador absoluto bajo la máscara de
Mr. Crampton o de
Viktor con k, llegando al final del día embriagado en una nube de pasión con la chica de sus sueños.
Un buen plan con un evidente filtro de realidad: Kim nunca se va a prestar a ser Marco. Es el momento de evolucionar y aceptar el rol que se ha forjado a pulso o malvivir en soledad.
De momento, opta por coger la pastilla azul que le lleva a un bufete donde adquiere despacho propio y asistente deseoso de complacerle. Aunque en el fondo sigue siendo el travieso Jimmy, incapaz de resistirse a un cartel de
"No tocar"... como haríamos cualquiera de nosotros. Por su parte, Mike sigue su periplo como guardaespaldas del chapucero informático que se está haciendo de oro sisando sustancias del laboratorio donde trabaja. Aunque como bien sabemos, el dinero y la inteligencia para gastarlo suelen estár reñidos, como quedará demostrado con el típico humor absurdo de la serie. Una divertida subtrama en la que el viejo y pragmático Mike brilla con luz propia y que completa un capítulo de presentación que sigue conservando las señas de identidad que confirieron a la temporada anterior un hueco en nuestro corazoncito seriéfilo.
Por Antonio Santos