ALPINE SHEPHERD BOY
Esta semana tenemos un episodio un tanto peculiar. Pese a un prólogo tan potente como siempre y un comienzo que destila ese humor cargado de mala leche que caracteriza la serie, pronto la carga dramática aumenta y el protagonismo se va repartiendo entre diversos personajes hasta ahora bastante secundarios, sobre todo ahondando en la difícil realidad de Charles McGill. Todo ello son abandonar la inexorable evolución de James hacia ese mítico alter-ego llamado Saul Goodman. Comencemos el viaje.
El capítulo arranca en el preciso momento en el que terminó el anterior. Aquí es donde ratificamos que "USA is different". La policía se presenta en casa de Chuck por el "robo" del periódico. Buen rollo en el vecindario y esas cosas, aunque denuncias peores se han visto. La situación se vuelve insostenible cuando el pobre Chuck se ve incapaz de convencer a los policías de sus buenas intenciones mediante tecnocháchara legal, sobre todo cuando su insistencia en no abrir la puerta y sus demandas de que abandonen todos sus aparatos eléctricos hacen sospechar a los agentes. Resultado: aplicación por las bravas de la Ley Corcuera versión Nuevo México y diálogo a base de pistola de electrodos (monólogo, más bien). Mal día para ser magnetofóbico.
Ajeno a la situación de su hermano, James emprende su paseo triunfal hacia las múltiples citas concertadas a raíz de su hazaña heroica... sólo que no es oro todo lo que reluce, y el abogado habitualmente tiene el efecto contrario al rey Midas. Todo lo que toca se convierte en morralla. Así que le tocará comenzar un peregrinaje de situaciones a cada cual más absurda y surrealista que van desde un excéntrico potentado ultraconservador que quiere declarar sus tierras territorio independiente de Estados Unidos y tiene preparada hasta su propia moneda (distinguida con su particular efigie, of course) pasando por un revolucionario inventor capaz de convertir nuestros encuentros privados con el inodoro en toda una experiencia cercana al fetichismo (mente sucia). Finalmente, la mesiánica figura de un pastorcillo alpino y las posteriores confidencias con su amiga Kim harán a nuestro protagonista ver la luz. La tercera edad es un caldo de cultivo lleno de posibilidades (y monederos llenos) para un abogado con buen ojo. Testamentos, herencias complicadas, familiares caraduras, ... todo un universo legal preparado para quien ose aprovecharlo. El proceso de iluminación laboral se verá súbitamente interrumpido por una triste noticia: Chuck está en el hospital tras su traspiés con la justicia. Es una ocasión singular para profundizar en el inestable estado de este personaje.
Nada más entrar en la habitación, James se encarga de apagar todo artefacto eléctrico y sacar de allí dispositivos móviles y demás parafernalia, ante la atenta e incrédula mirada de personal médico y seguratas del hospital. Sin embargo, la comprensiva doctora pronto hará balance de situación. Un trastorno físico derivado de la alergia a los campos magnéticos parece algo poco probable... sobre todo cuando se las arregla para activar a hurtadillas el mando eléctrico de la cama sin que Chuck note ningún síntoma, con lo que consigue demostrar a James que la dolencia de su hermano es puramente psicológica. Sin embargo, éste se negará rotundamente a internar a su hermano en un psiquiátrico, no puede ni imaginar la tortura que supondría para él. Y eso que en el proceso aprovecha para tocarle de nuevo las narices a su némesis Howard Hamlin. Hay mucho odio entre ambos cuyas raíces antes o después seguro que se exploran. Finalmente, James lleva a su hermano de nuevo a casa, donde tienen una conversación sobre sus futuras y nobles intenciones en el campo de la abogacía. Aquí asistimos a otro ejemplo del mal psicosomático que asola a Chuck. Cuanto más inseguro está de los propósitos de su hermano más se acrecientan los síntomas, como se constata con la muy diferente dependencia de la "manta alienígena anti radiaciones" al principio y al final de la conversación. Un nuevo ejemplo de la riqueza de detalles de esta serie. Una vez pasado el trance, una antigua serie de televisión dará a James la imagen, actitud, genio y figura del prototipo de abogado que necesita ser para ganarse a su nueva clientela. Se ha puesto un nuevo ladrillo en la construcción de Saul Goodman.
El final del episodio nos ofrece una singular variación sobre la habitual interacción entre James y Mike. Un breve intercambio de pareceres tan divertido como siempre (aunque esta vez James ha conseguido todas las pegatinas; un detalle aparentemente insignificante pero que se constituye en indicador del cambio de "suerte" del personaje) esta vez tendrá un final más peculiar: en lugar de seguir a James seguimos a Mike. Por fin conocemos qué es lo que hace después de su rutinario trabajo. Una vida solitaria en la que encontramos un elemento perturbador cuando espera pacientemente en su coche aparentemente vigilando a una mujer, con el consiguiente cruce de miradas que indican que no está intentando pasar desapercibido. ¿Tal vez una hija renegada? ¿Una orden de alejamiento de por medio? Esta teoría toma fuerza cuando, tiempo después, la policía se presenta en casa de Mike comandada por alguien que bien puede ser un antiguo compañero de sus tiempos como agente de la ley. Un buen cliffhanger que nos deja los dientes largos para el siguiente capítulo. Puede ser el principio de una hermosa amistad...
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).