RED HOOD
Un capítulo más para la cuenta atrás y la serie sigue con la misma indefinición del primer episodio. ¿Dónde nos quiere llevar? ¿Qué quiere contarnos? De momento, nada más allá de pasar de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente, a ver si hacemos tiempo hasta el final y nos vamos de veraneo sin que nos toque repasar los temidos cuadernos de vacaciones Santillana. Eso estarán pensando los guionistas. Porque por enésima vez en lo que va de temporada tenemos otro capítulo de relleno. Y otro presunto origen que se supone que se nos quiere contar. La capucha roja del título ha estado ligada a diferentes personajes del entorno del Caballero Oscuro, desde un Joker primerizo en la brillante historia de Alan Moore "La broma asesina" hasta un resucitado Jason Todd (más conocido como "el segundo Robin"). Así pues, ¿qué habrán pensado los responsables? "Metemos una caperuza roja por aquí y santas pascuas, a ver si cuela". Pues no, hijos, no. Esta tendencia a intentar meter con calzador todo detalle, personaje o situación relacionada con Batman a batiburrillo, sin ningún tipo de desarrollo o profundidad, se está convirtiendo en algo patético.
Casi tan patético como las dos tramas que claramente sobran de cada capítulo. La primera, las historias de "Sexo en Nueva Gotham" de Bárbara y sus jovenzuelas okupas Ivy y Selina, con lo que parece una escena de seducción sáfica de una menor incorporada. A la hoguera directamente. La otra es la absurda trama de Fish Mooney y los recaudadores de órganos ajenos. Al menos esta semana nos ha dado dos momentazos. Uno tan surrealista como gore relacionado con un ojo y una cucharilla, contando además con el guiño de que está involucrado el famoso Jeffrey Combs (Re-animator). El otro, saber quién está al cargo de esa clínica para trasplantes a la carta, un tal Doctor Dulmacher. Es decir, Dollmaker, el muñequero, aficionado a juguetear con miembros y órganos expropiados y del que ya habíamos oído hablar en los primeros capítulos. A ver si este despropósito llega a algo... A las subtramas infumables de por sí hemos de sumar otra con todo el dolor de nuestro pingüinesco corazón. Desde hace dos episodios la trama del submundo criminal va de culo y cuesta abajo. A Cobblepot le cuesta encontrar bebidas espirituosas y Butch le presta su ayuda porque el club es super importante de la muerte (o sea) para él. Del lavado de cerebro y tal no hay noticias. Pppfffff....
En cuanto a las tramas principales, toca la de cal. El caso policial es tan olvidable como siempre. Una banda de atracadores se hará famosa cuando uno de sus miembros se fabrica una capucha roja. Básicamente, un trapo con dos agujeros. A partir de entonces se convertirá en un objeto totémico al que el resto de la banda empieza a atribuir propiedades casi místicas que, evidentemente, no tiene. Lo que hará que los secuaces comiencen a matarse entre sí por su posesión. Una idea con potencial a la que se le podría haber sacado más partido si se hubieran atrevido a llevar la historia con más humor, desfase y desvergüenza. Sin embargo, queda un poco sosa y descafeinada, incluso con las referencias a las desigualdades sociales metidas con calzador. Al final, la policía acaba con los bandidos supervivientes antes de su último atraco y se acabó lo que se daba. Pues eso, poca chicha.
Por otra parte, la única trama que parece avanzar mínimamente es la de Bruce empeñado por desenmascarar a los corruptos de la junta directiva de Empresas Wayne. Se busca una vuelta de tuerca que no sorprende porque se pilla el truco desde el minuto 1, pero en líneas generales está bien llevado. Reggie, un antiguo compañero de batallón de Alfred se presenta en la mansión Wayne convertido en un mendigo. El mayordomo y Bruce se apiadarán de él ofreciéndole cobijo, lo que nos permitirá indagar en el tortuoso y sangriento pasado militar de Alfred, cuyos fantasmas intenta dejar atrás. Además, Reggie regalará a Bruce unas valiosas lecciones sobre cómo en ocasiones conviene dejarse de formalismos y pelear con todo lo que uno tiene a su alcance, sea limpio o no. Finalmente, el invitado mostrará ser un peón de Industrias Wayne para indagar en la información que el joven heredero tiene sobre sus actividades, que no son sino teorías sin ninguna prueba que las refute. Sin embargo, está claro que se han visto forzados a actuar. Alfred acabará en estado grave en el hospital y Bruce sigue con su diana pintada en la frente. Tras la noticia, de nuevo Gordon aparecerá como pilar para el joven. Otra vez. Sensación de déjà vu al poder, que esto ya lo habíamos visto tal cual en el capítulo uno. Es decir, tras 17 capítulos estamos igual que estábamos al principio. ¿Serán capaces de llegar a algún sitio coherente en los cinco episodios que quedan? No me apostaría un ojo de Fish Mooney...
Cinéfago por puro placer y juntaletras ocasional. Defensor de las causas perdidas seriéfilas. Hincado de hinojos ante Hitchcock y Tarantino, entre otros muchos. Amante de la ciencia ficción, la aventura, Rick Remender, Jonathan Hickman, el helado de chocolate, Jessica Chastain y Eva Green (no necesariamente por ese orden).