Capitulazo de primer orden el de esta semana que bien puede servir como broche de adamantium de un primer acto excelente. Si alguien me dijera a estas alturas de hace un año que Agentes de SHIELD se constituiría como lo mejorcito de las series basadas en comics, o incluso yendo un paso más allá, de las de puro entretenimiento, le hubiera encerrado en el Instituto Ravencroft (Arkham queda unas manzanas más allá). Efectivamente, pese a tratarse de una serie de
"temporada larga", no ha habido relleno en absoluto, y esta primera parte ha funcionado como un reloj, avanzando poco a poco y guardándose dos sorpresas por cada misterio que revelaba.
Hasta llegar a este capítulo en el que descubrimos nuevas revelaciones sobre los malos de la función; uno de absoluta maldad (Daniel Whitehall) y otros dos mucho más ambiguos y cuyas lealtades y motivaciones van evolucionando y mostrando más sombras que luces (Ward y el misterioso Doctor sin nombre, el padre de Skye).
La búsqueda de la ciudad misteriosa (de procedencia extraterrestre y raza aún indeterminada) volverá a dividir al equipo de Coulson para afrontar dos misiones distintas, aunque en esta ocasión cambiarán bastante los roles.
El equipo de campo habitual se convierte en una unidad de investigación, con un objetivo claro: interrogar a Bakshi y sacarle toda la información posible sobre HYDRA y sus actuales cabezas. Por otra parte, el habitual equipo "técnico" emprenderá una misión de infiltración y hackeo. Su objetivo: cargar los mapas de la ciudad misteriosa en un sistema de vigilancia satélite del gobierno para realizar un barrido por todo el globo terráqueo en busca de coincidencias. Aunque para desentrañar todos los secretos del emplazamiento se necesita también un elemento imprescindible: el Obelisco. Y sobre este objeto, el
doctor sin nombre tiene mucho que decir... y mucho más que ocultar.
Gracias a las (bellas) artes para interrogar de Bobbi, Bakshi acaba dejando caer información en apariencia insustancial pero que servirá al equipo liderado por Simmons para, ayudado por los expedientes originales de la agente Carter (en otro cameo para que nos familiaricemos con ella de cara a su propia serie), obtener la verdad sobre Whitehall y su trabajo.
De esta forma, somos testigos de los despiadados experimentos de su "joven yo", el acólito de Cráneo Rojo Werner Reinhart, para obtener información sobre el Obelisco, matando a prisioneros sin miseria alguna hasta encontrar casualmente a una joven a quien el extraño objeto no afecta en absoluto. Justo en ese momento, será encerrado por Carter en una prisión especial llamada
"The rat" de la que no saldrá hasta al cabo de 44 años gracias a algunos de los recursos de HYDRA latentes en el seno de SHIELD. En ese momento, Reinhart desaparecerá del mapa y se convertirá en Whitehall. Pero además de su libertad, HYDRA tiene otro regalo para él: han localizado a la joven inmune al Obelisco.
Por desgracia para ella, el macabro nazi experimentará con su cuerpo de todas las formas posibles hasta obtener lo que tanto desea (la eterna juventud), abandonando después el destrozado cadáver de la desdichada. Ya conocemos, de esta forma, el secreto de la longevidad del científico.
También vamos descubriendo información sobre el extraño Obelisco gracias a la relación de Whitehall con el
doctor sin nombre. Éste está más que quemado con la estrechez de miras del nazi, que sólo ve al objeto como un arma de poder inconcebible.
Sin embargo, de lo que se trata en realidad es de una llave que, portada por la persona adecuada en el lugar correcto (la ciudad misteriosa), abrirá las puertas a un cambio espectacular para el mundo. ¿Será Skye esa persona adecuada?
Lo cierto es que el Obelisco fue dejado en nuestro mundo por unos alienígenas azules (¿Kree?) y no destruye al azar, sino que sólo puede ser tocado por alguien digno de ello. De ahí el nombre que le da el doctor: The Diviner. El padre de Skye parte con un comando de HYDRA en su propia misión para localizar la ciudad, lo que hará que su camino se cruce con el del grupo de Coulson. Lo que parecía una misión de infiltración con poco lustre se acaba convirtiendo en mucho más. Se muestra el odio que guarda a Coulson, a quien culpa de apartarle de su hija. La tensión entre ambos será brutal, y sólo podrá romperse por la triquiñuela del doctor, que consigue escapar utilizando a un Tripplet que había sido herido en el rifi-rafe con el comando de HYDRA. Aunque la furia que recorre al personaje es evidente, también lo es que salva la vida al agente caído. Una ambigüedad que aún no ha hecho su último acto de presencia.

Entretanto, Ward sigue arreglando cuentas con su pasado. En una brutal escena de confesiones familiares, por fin sale a la luz la verdad. Tras pasar toda su vida marcado por el intento de asesinato de su hermano menor, por fin Grant ve limpia su conciencia al poner a su hermano senador en una situación límite justo en el pozo de las discordias. La confesión es buena para el alma, aunque no tanto para el cuerpo.
Tras firmar las paces entre hermanos, Grant por fin romperá con su pasado. Aunque como buen sociópata, la mejor forma de quemar naves es hacerlas arder físicamente. Y aún mejor si dentro del incendio se encuentran tu hermano y tus torturadores padres. Un angelito este Grant Ward.
Finalmente, tenemos un doble cliffhanger para acabar el capítulo. Por un lado, Coulson se libra de contar a Skye el terrible encontronazo con su padre gracias a una noticia bomba: el satélite ha encontrado la ciudad misteriosa. Aunque lo mejor está aún por llegar.
Whitehall, el doctor y Ward se unen en un nuevo eje del mal. ¿Cuáles serán las verdaderas intenciones del traidor?
Aunque la verdadera revelación llega cuando el doctor termina su relato del encuentro con Coulson con un "Siempre está bien mirar a tu enemigo a la cara" mientras un flashback nos lo muestra, años atrás, abrazando el cadáver de la mujer con la que experimentó Whitehall. ¡La digna es la madre de Skye y amada del doctor! Y las intenciones de éste no han sido siempre sino vengarse del asesino de su esposa. Una vuelta de tuerca que abre un sinfín de posibilidades. Desde luego, la venganza es un plato que se sirve bien frío...
Por Antonio Santos