Quien sea conocedor de la obra de Kirkman encontrará aquí sus principales líneas maestras. La primera y más reconocible,
apostar firmemente por el desarrollo de personajes. De esta forma, este episodio nos presenta por una parte la trama principal sobre la que va a centrarse la serie,
intuyendo que lo disfrutado no es sino la punta de un iceberg que se antoja rico en sorpresas y momentos de alta tensión. Por otra parte, nos encontramos con
la presentación de un protagonista en la que se demuestra un esfuerzo loable para darle mucho fondo y una historia con la que el espectador pueda empatizar y, sobre todo, sufrir.
¿Pero de qué va la historia?
Un don nadie, una alma perdida a la que la vida ha sobrepasado completamente hasta dejar hecho un guiñapo, se ve de pronto metido en una búsqueda de respuestas en la que comenzará a relacionar hechos escabrosos de su pasado con recientes casos de lo que parecen ser posesiones demoníacas. De esta forma, muy a su pesar comienza a ayudar a un veterano sacerdote de vuelta de todo contra un mal terrible que comienza a asolar la bucólica población de Rome (Virginia). Lo que en principio podría derivar en una trama procedimental con
"cura y ayudante expulsando demonios capítulo tras capítulo" (el principal defecto de la fallida Constantine) que acabara siendo monótona y repetitiva muestra tener muchos ases en la manga para cautivar a la audiencia que busque un terror clásico y atmosférico, más allá de los típicos cuatro momentos de
sustaco.
¿Qué hace especial a esta serie? Por lo mostrado en este primer episodio, muchas y diversas cosas. En primer lugar, el sello Kirkman ya presente en ese pelotazo que es
The Walking Dead:
potenciar el drama humano por encima de los elementos de género. Si en la serie de
zombies el punto de vista siempre se pone sobre los conflictos entre unos personajes que están perdiendo la humanidad en un mundo destruido, siendo los muertos vivientes un mero telón de fondo, en
Outcast el planteamiento es similar.
Las posesiones y elementos de género, si bien son muy crudas y potentes, no conforman sino la cuestión de fondo y el camino a recorrer por el protagonista para averiguar por qué parece estar en el ojo del huracán. En segundo lugar, tenemos un personaje principal que es una bicoca. Lejos de ser un
Ash de la vida más chulo que un ocho
se trata de un pobre ser al que la desgracia ha perseguido toda su existencia y carga con una mochila emocional del tamaño de Virginia Occidental. Alguien con muchas preguntas, un pasado misterioso que se irá desvelando poco a poco y sin nada que perder que de pronto encuentra la motivación para buscar respuestas caiga quien caiga. En tercer lugar,
la ambientación en uno de esos pueblos donde las paredes oyen y las puertas tienen ojos, y en el que las lenguas viperinas hacen tanto daño como las sombras de la noche y los prejuicios pesan como losas.
Por último,
la apuesta por crear una atmósfera enrarecida que te va atrapando poco a poco, desde los truculentos destellos del pasado del protagonista hasta las brutales, secas y violentas escenas de posesión. Es de agradecer para una cadena pública que no se escatime en sangre y visceralidad, e incluso se crucen líneas que alejan a la serie de la corrección política (como hacer que la primera víctima sea un niño, con lo que ello conlleva).
En esta creación de atmósferas ayuda mucho el tener tras la cámara a un director de la solvencia en el género de Adam Wingard (
VHS, Tú eres el siguiente), que en esta ocasión se aleja un poco de sus vueltas de tuerca a los géneros para apostar por un clasicismo no exento de pasión que le viene a la serie como anillo al dedo,
haciendo uso de elementos reconocibles pero combinados con gran pericia. No se trata de reinventar la rueda, sino de hacerla rodar con calidad y pulso.
En definitiva,
un muy bien comienzo que nos hace anticipar que podemos estar ante una de las serie de la temporada, que hará las delicias de los amantes del terror más clásico, cocinada a fuego lento y con una trama que engancha y nos hace desear saber más sobre este
Paria y la maldición que parece arrastrar consigo. A mí ya me tiene a la expectativa del segundo episodio.
Por Antonio Santos