Tras el fallecimiento de Canario negro/Laurel Lance en el episodio anterior toca un capítulo para rendirle sentido homenaje... aunque por desgracia lo que resulta es uno de los más flojos de la temporada.
Centrado en la culpa por la muerte de la heroína, el chicle se estira demasiado para finalmente contar muy poco. Todo el mundo se siente culpable. Curiosamente, el menos afectado psicológicamente es Oliver, básicamente porque la culpa es su estado natural; Diggle se culpabiliza por no haber hecho caso de las advertencias de su amigo y haber sido capaz de prever la traición de Andy; Felicity, como hace tiempo que no sale y hay que darle algo de cancha, se siente culpable de hacer sentir culpable de Diggle... demasiada querencia ya por incidir en el drama de baratillo.
El único que sale airoso (aunque con una actuación bastante floja) es Quentin Lance.
Ha visto morir a sus dos hijas y el palo es demasiado para él, sumiéndose en un estado de negación que le lleva a llamar a todas las puertas para conseguir la resurrección de Laurel. Total, si su pequeña Sara volvió de entre los muertos, ¿por qué no puede hacerlo su otra hija? En su búsqueda de lo imposible llamará incluso a las esotéricas puertas de Nyssa al Ghul sin saber que el Pozo de Lázaro está destruido para siempre. En fin, un viaje a las negras profundidades de la desesperación y la frustración que constituye sin duda lo mejor del episodio.
Además de poner sobre la mesa bien a las claras que a partir de ahora se acabó el "comodín de la resurrección". Ni aguas prodigiosas, ni rescates esotéricos en el
más allá ni bellotas de la suerte. Quien muera, muerto se queda. O eso parece que se pretende...
Por lo demás, entre tanta penuria, arrepentimiento y culpa para dar y tomar se introduce uno de los conceptos más absurdos e inverosímiles que la serie nos ha ofrecido hasta el momento.
Una chavalilla de 16 años roba el aparato de ondas sonoras que Cisco le construyó a Laurel (el famoso "grito del canario"), se compra una peluca y un traje de los chinos y sin más entrenamiento que las clases de gimnasia del instituto se pone a repartir estopa por doquier. Ni que decir tiene que también es capaz de adaptar el aparato sonoro a su frecuencia vocal y vencer ella solita a bandas armadas, hasta el punto de llevarse una mochila bien cargada de armas de fuego. Vamos, toda una fuera de serie. Mucho mejor tratadas están sus motivaciones. Sus padres fueron conejillos de indias a los que Darhk lavó el cerebro para hacer las pruebas del famoso Génesis, y
la chica estaba presente cuando Arrow se presentó para liberar a sus compañeros apresados por el villano y olvidarse completamente del resto de víctimas que había por allí. Lógico que la
pobre no le tenga precisamente cariño a los justicieros. Ni a Damien Darkh, claro está. Así que su próximo objetivo no será otro que Ruvé Adams, la esposa (aunque este dato sea públicamente desconocido) del villano.
En paralelo a las andanzas de esta niña prodigio tenemos la penosa caída en la imbecilidad de Diggle, a quien no se le ocurre otra cosa que
regalarle un sopapo a la alcaldesa oficial (por mucha secreta mujer del villano que sea) en presencia de su comitiva e incluso quitarse el casco delante suyo. Un crack.
Entre esto y que la niña de los gritos la está liando parda machacando gente sin contemplaciones, la Adams aprovecha para declarar como non gratos a los justicieros y echarles a la policía encima. Una sucesión de despropósitos y fumadas de los guionistas que nos dejan perlas para la historia viva de la televisión como
"estoy tan furioso que me falta el aliento" o
"van a lanzar a toda la policía contra una adolescente"... total, la pobre e indefensa criatura sólo va por ahí con un grito sónico
descerrajatímpanos y una mochila repleta de pistolas... Al final todo se resuelve en un acto de la alcaldía en el que la gente entra y sale como Pedro por su casa, los héroes son incapaces de atrapar a la chavala, el grupo especial anti-justicieros ni está ni se le espera y
finalmente entre todos logran que la niña no mate a la alcaldesa revolcando definitivamente por el fango el legado de Laurel. De los flashbacks mejor ni hablamos, totalmente prescindibles. Como epílogo
entierran por fin a la pobre Laurel, no sin que antes Oliver proclame a los cuatro vientos que murió siendo Canario negro para limpiar su recuerdo. En fin, suponemos que nadie va a ser capaz de relacionar a cierto amigo íntimo de la fallecida equipado con mandíbula cuadrada y abdomen de acero bruñido con ningún arquero esmeralda, ¿verdad?...¿verdad? Ahora llega el momento decisivo.
Por fin hemos alcanzado ese flashforward de principio de temporada y la Lady Macbeth en quien parece haberse convertido Felicity impulsa a su compañero a las garras del asesinato hijoputil. ¿A quién van a llamar para ayudarle a acabar con su inmensamente poderoso enemigo? Seguiremos informando.
Por Antonio Santos