Segunda jornada del festival y, tras la travesía por el desierto de ayer, la cosa remonta el vuelo en cuestión de calidad y diversión. Salas llenas (cosa que se agradece), muchas ganas de pasarlo bien y al fin una propuesta que le da al público lo que quiere, produciéndose ese efecto de enganche tan grato en ambientes festivaleros y provocando risas, aplausos espontáneos y mucha empatía en la platea. La otra, sin embargo, no correría la misma suerte.
La historia comienza siendo poco original pero al menos va directa al grano y consigue crear una buena atmósfera malsana de forma que el metraje se haga llevadero más o menos hasta su ecuador. Hasta este momento se pueden encontrar suficientes alicientes como para disfrutar de la historia, sobre todo al
cambiar un poco el marco de la acción llevándonos al frío invierno ruso, tanto en su clima como en su carácter: la nieve eterna, los edificios monolíticos, funcionales, puros bloques de hormigón armado con respiradores en forma de ventana, las viviendas frías y sobrias... También destaca la niña protagonista, que logra una buena interpretación llena de naturalidad y que consigue transmitir el miedo visceral de quien se encuentra en el centro de la diana sobrenatural. Sin embargo, más o menos a mitad de película
la historia comienza a derivar hacia un popurrí de referentes metidos con calzador y una sucesión de "finales" que van haciendo perder progresivamente la implicación del espectador y el sentido de la trama. Situaciones absurdas, decisiones incoherentes de los personajes y un vaivén narrativo que acaba haciendo naufragar la película sin remedio. De nuevo, 90 minutos justos que se acaban haciendo largos porque el espectador ha perdido el interés por lo que se cuenta. Tal vez un público ruso con menos bagaje en esto del terror lo pueda disfrutar más, pero no es nuestro caso. Una moraleja final se puede sacar de la historia: cuidado con lo que compras en los chinos, que te dan gato por liebre (o
"lo barato sale caro v2.0"). Más que Reina de espadas, ha salido el Rey de bastos. ★
★★★★1/2
SUMMER CAMP
"Cuatro jóvenes estadounidenses se apuntan como monitores en un campamento de verano en España. Al llegar al campamento, una extraña infección que causa furia extrema sumerge al grupo en una espiral de terror y locura. Comienza entonces una carrera contrarreloj para encontrar la fuente del contagio y poder salvar sus vidas"
La ópera prima como director del guionista Alberto Marini ha sido la gran revelación hasta el momento del Nocturna. Si bien los cimientos de la historia también nos sonarán (los campamentos en mitad de la naturaleza con presencias
"sospechosas", las infecciones tipo
Cabin Fever y sus referentes),
a diferencia de otras propuestas Marini tiene las tablas y el ingenio como para ofrecer ocurrentes vueltas de tuerca y jugar con la trama de forma divertida y con hallazgos sorprendentes, como la jocosa forma de emplear la diferencia idiomática entre los protagonistas y los lugareños o los malentendidos entre quién está o no infectado.
Una vez presentados los personajes y el ámbito donde se van a mover arranca la trama de género
sin perder en ningún momento el ritmo, creciendo en intensidad y virulencia hasta el final y punteada por agradecidos momentos de sano humor (negro), casquería y sangre. Ya sabíamos que Marini es un buen guionista (ahí están por ejemplo
Mientras duermes o
El desconocido) y está más que curtido en el género,
tablas que traslada a su trabajo tras la cámara con un puesta en escena fluida, precisa y sin estridencias, apuntalando un guión que tiene entre sus puntos fuertes la falta de pretensiones, la duración ajustada, las ganas de divertir y el no tomarse a sí mismo demasiado en serio.
Un producto fresco, gamberro, descarado y que asegura diversión al cien por cien. Al término del festival haremos una reseña más completa, pero baste decir que le da sopas con honda a la gran mayoría de productos
teen llegados del otro lado del océano que inundan puntualmente nuestras carteleras, así que esperemos que obtenga el éxito que se merece. ★★★
★★
Por Antonio Santos