Nos estrenamos en el cada vez más asentado Nocturna (Festival Internacional de Cine Fantástico de Madrid) en una jornada que no pasará a la historia del evento como una de las más memorables. Dos películas, la primera enmarcada en el terror y la segunda con una orientación más fantástica, que pese a sus buenas intenciones e ideas de partida no encuentran la chispa necesaria como para destacar entre el maremágnum de estrenos "directos a vídeo" al que están destinados.
Propuesta de terror y tensión bien afilada que cuenta en su haber con un punto de partida potente. Una brillante escena inicial marcada por la tragedia que acaba con la protagonista postrada en una cama de hospital, sin apenas movilidad, y un gran secreto que puede estar en el origen de todos los acontecimientos sobrenaturales que comenzarán a desarrollarse en esa fría habitación de hospital y tendrán como foco a esta paciente tan especial. Una larga semana en la que la joven deberá enfrentarse a fantasmas (reales y metafóricos) del pasado y el presente, a las consecuencias de sus actos (guiados tal vez por un destino del que parece imposible escapar) y a la constante amenaza de una muerte lenta y dolorosa.
Entre los pros, la gran actuación de la desconocida Anney Reese, quien lleva sobre sus hombros todo el peso de la película y sabe dotar a su personaje de los matices necesarios para hacer creíble esa lucha entre el bien y el mal, el sufrimiento y la determinación para no llenar sus manos de sangre inocente.
También cuenta con una iconografía interesante (los muñecos de trapo y su función en la trama) y algunas escenas que ponen los pelos de punta. Sin embargo, los 90 minutos de metraje se acaban haciendo demasiado largos. Hay un problema claro de estructura y de ritmo, demasiada preocupación por llenar minutos con escenas y diálogos intrascendentes para intentar (sin conseguirlo) dotar de fondo a unos personajes que no lo necesitan, ya que la verdadera potencia está en las raíces de la
"maldición", que se acaba resolviendo de forma algo precipitada tras tanto tiempo de espera. De esta forma,
esa semana bien se podría haber quedado en un puente de tres días para quitar paja y repetición de esquemas día tras día tras día... Una buena idea para un mediometraje que pierde mucho fuelle cuando se rellena para que alcance una mayor duración. ★★
★★★
THE CURSE OF SLEEPING BEAUTY
"Una totalmente nueva y oscura visión de la clásica aventura de los hermanos Grimm. Thomas Kaiser hereda una mansión ancestral que ha estado en su familia por generaciones, sólo para descubrir que él también ha heredado una antigua maldición que se retrotrae a las Cruzadas. Forzado a su nuevo papel como 'protector', el tutor designado para mantener a los demonios del mal en la casa en la bahía, Thomas debe desentrañar el misterio de la casa, mientras lucha para despertar a la bella Briar Rose, cautiva en un aterrador mundo inferior visto anteriormente en sus sueños."
Un fotograma de esta película acompaña en el diccionario a la entrada
"Quiero y no puedo".
En este caso, quiero ser Tarsem Singh pero no tengo ni el filo de una uña de su imaginación y talento. Parte de una idea interesante, una vuelta de tuerca al cuento clásico que intenta mezclar la realidad con un misterioso mundo onírico en forma de sueño recurrente del protagonista donde se encuentra una y otra vez con la enigmática Bella durmiente del título.
Este inicio lleno de posibilidades, visualmente muy bien resuelto con una poderosa y cautivadora imaginación escénica, pronto se empieza ir al traste cuando la historia se centra en las desventuras del protagonista, un pintor (no de brocha gorda, sino de los de pincel en astillero, paleta antigua y lienzo corredor) que hereda una mansión misteriosa (y con más mugre que la esquina de un establo) que resultará estar íntimamente relacionada con sus sueños y con una curiosa maldición familiar.
Tras 15 minutos ya tenemos bastante claro que no estamos sino ante un capítulo alargado de
Sobrenatural, Grimm o similar.
La fascinación visual prometida se queda en nada, diluida en un océano de situaciones absurdas, diálogos de juzgado de guardia y dispersión argumental que parece no conducir a ningún sitio más que a gastar minutos de metraje hasta llegar a un presunto final sorpresa que ya hemos adivinado mucho tiempo atrás. Poco ayuda también que el protagonismo recaiga sobre Ethan Peck, nieto del gran Gregory Peck al que desafortunadamente le ha tocado la peor parte en la herencia del talento familiar. Una fachada vistosa pero con menos registros que un ladrillo. En definitiva, una pequeña castaña
Asylum style que puede ser curiosa para pasar una sobremesa aburrida y deja alguna escena aislada con potencial (el inicio, los maniquíes traviesos, los momentos oníricos) pero que no basta para levantar un conjunto deslavazado y sin gancho. ★
★★★★ 1/2
Por Antonio Santos