Nuevo episodio que mantiene la esencia de calidad de la serie y que en esta ocasión apuesta por dar cancha a la línea más dramática de esta creación de Vince Gilligan. Como ya pudimos comprobar tanto en la anterior temporada como en la serie madre Breaking Bad, la apuesta por la comedia y la mezcla de humor negro y absurdo de la serie queda en segundo plano en aquellos episodios en los que el celofán de socarronería desaparece y nos topamos con la realidad. No hay duda de que el corazón de esta serie está forjado en la tragedia cotidiana y en el drama, y con ambos elementos nos topamos de bruces cruelmente en este capítulo. También se confirma (por si no nos habíamos dado cuenta ya) que el protagonismo va a encontrarse repartido entre Jimmy y Mike. Aunque sus respectivas líneas argumentales se toquen tangencialmente en algunos puntos, cada cuál conserva el espacio necesario para cimentar su personaje a base de hormigón armado.
En lo que a Jimmy respecta, aquí asistimos a las consecuencias del anuncio publicitario que empieza a reportar grandes quebraderos de cabeza. El abogado tendrá que lidiar en tres frentes distintos, a cada cuál más áspero.
En primer lugar con los socios de Davis & Main al completo, y no precisamente para recibir palmaditas en la espalda por el éxito de la emisión de su vídeo promocional. La tensión se puede cortar con un cuchillo y la bronca es espectacular. Un tipo tan tranquilo como Cliff se nota a punto de ebullición internamente. Aquí chocan frontalmente los medios de operar de Jimmy y sus jefes: la efectividad y rapidez en el retorno de inversión contrapuesta al control burocrático y la demora en la toma de decisiones; los resultados enfrentados a los medios utilizados para conseguirlos.
Toda una lección que casi le cuesta el puesto a nuestro abogado y le sitúa en el punto de mira de los socios del bufete. Se acabó la libertad de acción.
Pero no será sólo Jimmy el único damnificado.
Kim también será una víctima colateral del vídeo promocional. En primer lugar, viendo como Howard y Chuck le sacan los colores a base de bien. Lo segundo, siendo relegada a un puesto chusquero dentro del bufete. Acción y reacción. Actos y consecuencias. Y sin embargo, lo curioso sigue siendo que, pese a todo, la iniciativa ha sido todo un éxito. Sólo ha tenido la mala fortuna de saltarse las
"leyes no escritas" que rigen el estricto comportamiento de estas grandes corporaciones. Un pecado que se paga con la
muerte (laboral). Las represalias contra Kim le duelen más a Jimmy que su propio rapapolvo, así que acude a casa de Chuck para enfrentarse a él. Sin embargo, lo que encuentra es a su hermano hecho polvo por los efectos psicológicos de sus cada vez más frecuentes salidas.
Una noche toledana cuidando de Chuck que no evita un enfrentamiento verbal lleno de ira y en el que ambos McGill sueltan los sapos y culebras que llevan dentro. Y una nueva derrota de Jimmy, que intenta sin éxito que su hermano se salte su rígido comportamiento dejándole al alcance de la mano un suculento caramelito: devolver a Kim al lugar profesional que merece a cambio de abandonar Davis & Main. Sin embargo, Chuck no cae en la trampa.
Ni en esas circunstancias, ni siquiera con la promesa de que ese acuerdo no saldrá a la luz, es capaz de saltarse su férrea ética y "rebajarse" a su nivel. Comportamiento que contrasta con la cruda realidad de que en el fondo no hace sino comportarse como un auténtico hijo de perra. Una escena brutalmente humillante para nuestro Jimmy...
En paralelo, se va desarrollando la trama con Mike que se abría en el capítulo anterior. El magnífico prólogo está narrado como un flashforward que nos presenta a Mike regresando a casa arrastrando los pies de agotamiento, con un buen fajo de dinero en el bolsillo y la cara hecha un mapa. Evidentemente, no podemos sino comenzar a salivar.
Máxime cuando descubrimos cuál es el trato que le ofrece Nacho: la friolera de 50.000 $ por matar nada menos que a Tuco Salamanca. El camino moral que emprende Mike es extremadamente interesante y está exquisitamente narrado.
Un camino tortuoso lindando la frontera de su lado oscuro, enfrentándose a la necesidad de dinero contante y sonante contrapuesta a las líneas que nunca se ha permitido cruzar. Como nos tiene acostumbrados este veterano, finalmente encuentra una solución eficaz que le permite engordar el bolsillo y salvar su alma. Aunque esta línea de actuación le suponga tender una trampa a Tuco ofreciéndose como cebo de la ira desatada del descontrolado matón.
Un truco final que acaba con el vehemente Salamanca en la cárcel, con Nacho fuera de su influjo y con Mike apaleado pero con la conciencia tranquila, aunque sea a costa de la mitad del dinero y de la incomprensión de su pagador sobre por qué ha optado por el camino difícil. La fidelidad a unos principios no tiene precio.
Por Antonio Santos